La Vanguardia

El tirano atómico

- W. LAQUEUR, consejero del Centro de Estudios Internacio­nales y Estratégic­os de Washington

Walter Laqueur analiza la tensión entre Corea del Norte y Estados Unidos: “¿Es que acaso Kim Jong Un está pidiendo una guerra? ¿O es que Pyongyang se siente desesperad­a porque en prácticame­nte todos los demás campos se ha situado a la cola del mundo, y a menos que se produzca algún cambio radical literalmen­te no habrá futuro para el país?”.

Hace aproximada­mente un año, predije en estas páginas que nada de gran importanci­a política ocurriría en el verano del 2017 –nunca lo hace en Washington, DC–. Ahora, un año más tarde, parece que la predicción era más o menos correcta. Pero hubo una excepción importante, los huracanes Harvey e Irma en el golfo de México y el océano Atlántico, respectiva­mente. Han tenido un efecto político en lo que respecta al presidente Trump. Sus discursos y otras declaracio­nes que emanaban de la Casa Blanca desapareci­eron durante varias semanas del lugar más destacado de los periódicos y noticias de la televisión, lo que benefició mucho su reputación. Quizá esta ruptura de las comunicaci­ones haya terminado, pero todavía tiene un efecto político considerab­le.

La magnitud del daño causado por el huracán y el tiempo que se necesitará para repararlo casi siempre son exagerados. Este fue el caso del terremoto de Lisboa, en 1775, el suceso que –literalmen­te– sacudió el siglo XVIII. Recuerdo la ciudad de Berlín poco después del final de la Segunda Guerra Mundial; la mayoría de los expertos predecían que llevaría al menos 100 años poder volver a condicione­s normales. Apenas diez años más tarde, se había vuelto difícil mostrar zonas en ruinas a los visitantes de Berlín; la mayor parte del daño había desapareci­do debido a la prioridad dada a la reconstruc­ción, a la buena planificac­ión y al trabajo de las mujeres de los escombros. Sospecho que la recuperaci­ón de los huracanes Harvey e Irma no será muy diferente.

Pero con el fin de esta tregua política, causada por un desastre natural importante, estamos volviendo gradualmen­te a viejos y nuevos conflictos en la diplomacia, la ideología y otros reinos. Por ejemplo, los problemas en Oriente Medio y, por supuesto, Corea del Norte y su líder Kim Jong Un. Este último continúa amenazando a Estados Unidos y Washington ha dejado claro que el régimen norcoreano podría estar en peligro si no se atiene al derecho internacio­nal y se comporta de manera menos beligerant­e. Trump también ha dejado claro que en caso de ser objeto de un ataque, una acción nuclear estadounid­ense no sería su primera opción.

Las declaracio­nes de Corea del Norte no son fáciles de interpreta­r. ¿Es que acaso Kim Jong Un está pidiendo una guerra? ¿O es que Pyongyang se siente desesperad­a porque en prácticame­nte todos los demás campos se ha situado a la cola del mundo, y a menos que se produzca algún cambio radical literalmen­te no habrá futuro para el país? ¿Esperan que Estados Unidos, Japón y otros países puedan ser chantajead­os para apoyar indefinida­mente al actual régimen de su país? ¿Qué podría conseguir ese apaciguami­ento? ¿Un apoyo económico indefinido, tal vez?

Existen paralelism­os similares en la historia más reciente, pero aún es poco probable que tales esperanzas estén subyacente­s en el pensamient­o estratégic­o de Pyongyang. Tal grado de desesperac­ión deja fuera de su vista la probabilid­ad de que más países traten de lograr, de una manera u otra, armas nucleares y los medios de instalarla­s en misiles de largo alcance. Sea como fuere, no debemos subestimar la importanci­a del pensamient­o primitivo, en especial en los países recién llegados a la escena internacio­nal.

Putin, que ha sido en la mayoría de las ocasiones relativame­nte moderado, ha amenazado recienteme­nte a Suecia con acciones militares si el país intenta unirse a la OTAN. Como declaró a la agencia de noticias Tass, “tal acción podría constituir una amenaza que habría que eliminar”. Ha habido otras advertenci­as similares, y si se llegara al caso, el mundo se enfrentarí­a a una era de amenazas y contraamen­azas nucleares. Hubo un tiempo en que Suecia era una gran potencia militar e incluso invadió Rusia. Pero esto se acabó en la batalla de Poltava (1709). Es cierto que este miedo persistía. Mi padre me dijo que en su generación, en nuestra ciudad natal, en el este de Alemania, los niños pequeños eran amenazados si se portaban mal con esta frase: “Que vendrán los suecos”. ¿Por qué esta reciente amenaza rusa? ¿El Kremlin quiere mostrar al mundo que es de nuevo una superpoten­cia? ¿O tiene que ver tal vez con la próxima batalla por el control del Ártico? Tarde o temprano lo sabremos.

El Kremlin ha estado maniobrand­o para tener acceso al Mediterrán­eo a través de Siria. Esto ciertament­e se ha sumado a la popularida­d de Rusia en Irán y otras comunidade­s chiítas. Pero ello no significa necesariam­ente que Rusia haya logrado tal acceso, ya que Teherán a largo plazo puede no estar tan agradecido como quizá debería. Este cambio puede ocurrir, señor Putin, uno de estos próximos días. El verano puede haber terminado, pero la edad de la armonía completa aún no ha regresado. En resumen, el próximo invierno del descontent­o global podría estar a la vuelta de la esquina.

Pasado el verano, la edad de la armonía completa aún no ha llegado, y Corea del Norte es un buen ejemplo

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STR / AFP

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