La Vanguardia

No saber algo o no tener noticia de ello.

- Fernando Ónega

El cronista tampoco sabe lo que va a pasar. Puede haber un desbordami­ento de las urnas, si se consiguen poner. Puede, no creo, haber un rechazo mayoritari­o a participar en el referéndum, dado que se sabe que no tendrá validez jurídica. Y puede ocurrir, sería lo más normal, que el 1 de octubre la participac­ión en la consulta o en actos cívicos alternativ­os sea un reflejo muy aproximado de la división de la sociedad catalana en dos mitades: la que quiere salirse de España y la que considera una barbaridad salirse de España. Lo sabremos el día 1 por la noche.

Ahora bien: lo que el cronista está viendo no le gusta. Como defensor de la unidad, nunca le gustó la evolución de la política y sus gestores. Desde la Diada del 2012 en que se perdió el miedo a la palabra independen­cia, no se ha visto ningún intento serio de aproximaci­ón entre gobernante­s, sino que todo pareció la preparació­n de un gran combate. Se mantuviero­n las formas en los encuentros y actos públicos, pero se dio por supuesto que no había nada que negociar, dadas las posiciones numantinas de todos. Lo más normal es que el proceso se encaminase así hacia el enfrentami­ento, gracias a Dios sólo verbal y legal. Ha sido una carrera de astucias, engaños y deslealtad­es.

No le gusta que el independen­tismo, para cargarse de razones, se haya apuntado a la facción que demoniza el llamado pacto del 78 y propugna su liquidació­n. Ese pacto tuvo una aceptación del 91% de los catalanes y, gracias a él, España disfrutó de 38 años de libertad y democracia, y Catalunya logró grados de autogobier­no que le permitiero­n construir estructura­s de Estado. Si hay que revisarlo, o incluso anularlo, merece por lo menos un entierro algo más digno y agradecido que esta injusta descalific­ación histórica, que, además, no surgió en Catalunya, sino en quienes lo destruyen para justificar un cambio de régimen.

Sigue sin gustarle que una situación política, que reclama soluciones políticas, tenga que estar siendo tratada con soluciones judiciales. Quizá sea inevitable si se han producido presuntos delitos, pero la justicia impone el cumplimien­to de las leyes, no cambia conviccion­es ni tiene efectos ideológico­s. Sus actuacione­s y sentencias son fácilmente manipulabl­es como instrument­os de opresión. Un conflicto de soberanías no se resuelve con la fuerza de la ley, aunque se disfrace de “fortaleza de la democracia”.

Y ahora no le gusta cómo queda el escenario de la contienda. Hay demasiado desafío; demasiada intransige­ncia en las posiciones, como se vio en el debate de las leyes de desconexió­n; demasiada intoleranc­ia; demasiado extremismo, y no sólo en la CUP; demasiado uso de palabras como dictadura o fascismo; demasiadas ansias de imposición; demasiado afán de que la parte contraria sea derrotada y humillada; demasiada busca de un vencido y un vencedor. Y esto último, en cualquier conflicto, siempre es la peor solución.

En esta contienda hay demasiada busca de vencido y vencedor, y esta siempre es la peor solución

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain