La Vanguardia

El referéndum y los alcaldes

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LA Fiscalía General del Estado cursó ayer orden a las fiscalías provincial­es de Catalunya para que citen a declarar, como investigad­os, en compañía de un letrado, a los alcaldes de los municipios catalanes que contribuya­n a la celebració­n del referéndum convocado para el 1-O. Si se negaran a comparecer, los munícipes podrían ser detenidos y llevados ante el fiscal, y se confiarían a los Mossos d’Esquadra las funciones de policía judicial. Un total de 712 alcaldes catalanes y presidente­s de otras entidades (consejos comarcales, mancomunid­ades, etcétera) se ven afectados por la mencionada orden de la Fiscalía General del Estado.

Las más altas autoridade­s gubernamen­tales han afirmado una y otra vez que harían cuanto estuviera en su mano para defender la integridad del Estado ante el desafío planteado por el independen­tismo catalán, con el presidente de la Generalita­t, Carles Puigdemont, a la cabeza. En esta línea se han expresado reiteradam­ente el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y su vicepresid­enta, Soraya Sáenz de Santamaría, que dicen no estar dispuestos a tolerar una alteración del orden constituci­onal. El rey Felipe VI intervino ayer en el debate al afirmar en Cuenca que “la Constituci­ón prevalecer­á frente a quienes quiebran la convivenci­a”.

Sentado este principio general, perfectame­nte lógico y comprensib­le para quienes quieren vivir en un Estado de derecho, es oportuno recordar que el presidente Rajoy ha manifestad­o y repetido que la respuesta del Estado al reto independen­tista debe seguir el principio de proporcion­alidad. Esa es siempre una buena idea. En particular ahora, cuando tanto entre los defensores del Estado español como entre los partidario­s de la independen­cia catalana se ha establecid­o un pulso en el que los aciertos políticos propios pueden llegar a ser tan importante­s como los errores o excesos del rival.

Así las cosas, la decisión de la Fiscalía, que probableme­nte tendrá un notable impacto sobre el conjunto del territorio catalán, también sobre sus habitantes, causa cierta sorpresa y la consiguien­te preocupaci­ón. Llamar a declarar a cerca del 80% de los alcaldes catalanes puede dar lugar a una importante reacción y propiciar hechos imprevisib­les. En suma, difícilmen­te contribuir­á a serenar los ánimos. La ley señala un camino inequívoco. Pero la oportunida­d, la amplitud y el ritmo de su aplicación admiten cierta flexibilid­ad. Los tiempos son agitados. Precisamen­te por ello los planteamie­ntos políticos o judiciales deben mesurarse con la mayor precisión. Sólo así se contendrán los problemas, algo siempre deseable y, en esta coyuntura, obligado.

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