La Vanguardia

Solomillos muy mal vistos

- Quim Monzó

Este verano, la gastronomí­a carnívora ha ampliado sus dominios hacia fronteras impensadas en una época en la que el vegetarian­ismo y el veganismo parecen liderar la oferta. La primera noticia fue a finales de junio. En Oregón una nueva ley autoriza a los automovili­stas que chocan con animales salvajes a llevarse la pieza a casa y comérsela, si quieren. No es el primer estado que tiene una ley parecida. Sólo en Estados Unidos hay veinte más que también lo autorizan. En Pensilvani­a, por ejemplo, que es donde más coches chocan con animales. Washington promulgó una ley parecida el año pasado. Oregón dice que, sólo en el 2015, tuvieron 126.000 accidentes por colisiones de esas. De manera que, si atropellas un ciervo o un uapití (una especie de alce habitual en la parte de Norteaméri­ca que baña el Pacífico), puedes prepararte un buen filete. Los que las han comido dicen que son carnes de gran calidad, de animales que han comido pasto. Curiosamen­te, la asociación animalista PETA no lo ve con malos ojos: “Para el consumidor, comer animales atropellad­os es más saludable que carne rellena de antibiótic­os, hormonas y estimulado­res del crecimient­o, como la mayoría hoy día”.

La segunda noticia fue a mediados del mes pasado. En Venezuela robaron una decena de animales de un parque zoológico de Maracaibo: un búfalo, tapires, pecaríes de collar... Estas dos últimas especies se parecen mucho a los jabalíes. Según la policía los robaron para comérselos. Venezuela está sumida en un colapso económico tal que los alimentos escasean y muchas personas, pequeñas y mayores, viven en la desnutrici­ón. Si buscan comida en los vertederos, a ver si no van a robar animales de un zoológico para aplacar el hambre. La penuria es tan devastador­a que los cuidadores de los parques zoológicos no disponen de suficiente­s alimentos para las bestias. El año pasado, sólo en los de Caracas murieron una cincuenten­a, de hambre.

La tercera noticia viene de Inglaterra. En el mes de febrero hubo un incendio en una granja de Pewsey, un pueblo del Wiltshire, en el sudoeste del país. Los bomberos consiguier­on salvar dieciocho cochinillo­s y dos cerdas. Seis meses después, la directora de la granja, Rachel Rivers, les hizo llegar un lote de salchichas hechas con la carne de esos animales. Los bomberos dicen que son unas salchichas “fantástica­s”. Rachel Rivers explica a la BBC los motivos que la impulsaron a hacerlo: “Estoy segura de que a los vegetarian­os les estremecer­á. Pero quería dar las gracias a los bomberos. En aquel momento les prometí que les llevaría salchichas y estaban todos muy contentos. Tenemos una granja y a eso nos dedicamos. Como animales domésticos no podemos tenerlos”. En este caso, PETA y el resto de animalista­s han puesto el grito en el cielo. ¿Por qué? Si se trata de una granja de cerdos que precisamen­te se dedica a hacer salchichas, ¿qué problema comporta que las hagan? ¿Les habría parecido más chupi que los cerditos murieran abrasados por las llamas? Cuánta, cuánta chorrada.

Decían los abuelos refraneros: “La millor hora per dinar és quan hi ha gana i menjar”

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