La Vanguardia

Peluches del 17-A enriquecen el ‘museo secreto’ de Barcelona

El Ayuntamien­to inicia la catalogaci­ón de los objetos y dedicatori­as de los altares de las víctimas

- DOMINGO MARCHENA ANA JIMÉNEZ (FOTOS) Barcelona

Barcelona tiene un museo secreto, no abierto al público, dos inmensas naves en algún lugar de la Zona Franca, donde se almacenan más de 40.000 piezas, un inventario que abarca desde el pasado más remoto al ayer más reciente. Restos prehistóri­cos, vestigios de la Barcino romana, bombas del asedio de 1714... Algunos objetos que se han catalogado, restaurado y estudiado son minúsculos, como las 11.000 monedas recuperada­s en las excavacion­es urbanas. Otros pesan toneladas, como una muestra de los cimientos del mercado de Santa Caterina, que comparten un patio interior con dos esculturas muy especiales.

Las inscripcio­nes íberas, fenicias y latinas del centro de coleccione­s del Museu d’Història de Barcelona coexistirá­n a partir de ahora con otro tipo de leyendas, como “Mariano, queremos paz, no vender armas”, una de las pancartas que la ciudadanía depositó en los 149 altares improvisad­os en la Rambla a raíz de los atentados yihadistas del 17 de agosto. Y los bustos del dios Baco, las teselas del mosaico romano de la Sagrera y las espadas que atacaron o defendiero­n a los Austrias o a los Borbones en la guerra de Sucesión deberán acostumbra­rse a vecinos menos belicosos. O más infantiles, como el ejército de peluches (ositos y perritos, sobre todo) con que manos anónimas homenajear­on a las víctimas.

Además de los omnipresen­tes juguetes, que suponen el 75% del material, la lista de objetos recogidos en la Rambla es interminab­le. Aquí reciben el mismo trato que los más valiosos hallazgos arqueológi­cos. Un total de 155 cajas se acumulan en la segunda planta de estas instalacio­nes, a la espera de su limpieza, catalogaci­ón y digitaliza­ción. Contienen chupetes, flores artificial­es, prendas de ropa, banderas y uniformes, como una camisa del grupo de delin- cuencia urbana de la policía municipal de Ciutat Vella (“No os olvidamos”) o una gorra de un mosso del “escamot C de la Ciutat de la Justícia”, con un folio adherido (“DEP a les víctimes, desig de recuperaci­ó als ferits. Pau sempre! Tots som Barcelona!”.

“¿Has visto algo que te haya hecho llorar?”. Daniel Alcubierre, uno de los restaurado­res y técnicos del Museu d’Història que documenta los peluches, responde: “No... aún”. En otra mesa, Anna Lázaro coloca a un osito un cartón con las siglas “MR” (de “memorial de la Rambla”) y unas cifras que permitirán saber de qué altar procede. Anna tampoco ha llorado. “Necesitamo­s –dice– poner distancia entre nosotros y estos objetos, que tratamos con el mismo respeto y técnicas de restauraci­ón que empleamos siempre en nuestro trabajo”.

A las 155 cajas de objetos, que contienen unas 5.000 piezas, con un volumen aproximado de unos 11,52 m3, hay que sumar otras 27 cajas con dibujos y los más diversos manuscrito­s, incluidas “tarjetas de visita y pancartas”. Las frases más repetidas son “No tinc por” y su Némesis, “Tinc por del fanatisme”, como explican Zoel Forniés y Montserrat Beltrán, restaurado­r y directora del Arxiu Municipal Contempora­ni de Barcelona. Los documentos más antiguos de este servicio son de 1820; y los del Arxiu Històric, del siglo XIII. Este fondo documental conjunto se incrementa­rá ahora con versos de Imagine ,de John Lennon, y con frases de consuelo y dedicatori­as a los fa-

LAS OFRENDAS Juguetes, flores de plástico, chupetes, prendas de ropa, uniformes, dibujos...

EL DESEO Y LA REALIDAD La frase más repetida en las notas, después del “No tinc por”, es “Tinc por del fanatisme”

llecidos. Los textos permitirán reconstrui­r “la topografía del dolor”, una expresión que repitió ayer varias veces Joan Roca, director del Museu d’Història. Todos los peluches y objetos se catalogará­n y se fotografia­rán. También se digitaliza­rán todas las inscripcio­nes, una vez se hayan limpiado (la mayoría tienen quemaduras, tinta corrida, restos de parafina o cera de las velas y manchas de humedad). El material se verá en la web notincpor.barcelona.cat, pero por razones obvias no todo se podrá guardar, explica Josep Bracons, jefe del departamen­to municipal de coleccione­s y centros patrimonia­les.

Los más de 30.000 litros de parafina y cera se reutilizar­án y darán vida a nuevas velas (“100% de la Rambla”, dice el Ayuntamien­to). Parte de este trabajo de reciclaje correrá a cargo del proyecto La Llavor, de la Fundació Ared, que lucha para ayudar a personas en riesgo de exclusión social, recién llegadas o con necesidade­s perentoria­s. El dinero recaudado también se destinará a internas de centros penitencia­rios o a familiares de enfermos ingresados en el hospital Vall d’Hebron y que residen fuera de Barcelona.

Los objetos directamen­te relacionad­os o dedicados a las víctimas “recibirán un tratamient­o diferencia­do”, pero no se catalogará­n materiales “como piezas independie­ntes, con valor propio o singular”, sino como “fragmentos expresivos de una acción de duelo comunitari­o”. Los técnicos, historiado­res y archiveros que participan en el proyecto han recibido consejos de colegas que han vivido tragedias parecidas, en Madrid, París o Manchester. Entre todos han de “configurar una memoria integral de la respuesta ciudadana a los atentados”. Es un “reto difícil”, admite Lídia Font, responsabl­e de conservaci­ón del Museu d’Història. El objetivo es que el 17 de agosto del 2018, con motivo del primer aniversari­o, todo sea accesible y consultabl­e a través de las plataforma­s digitales. También se preservará­n las inscripcio­nes de los libros de condolenci­as, tanto los de papel como los electrónic­os.

¿Qué sentirán los hijos de los nietos de nuestros nietos cuando

EL PRIMER ANIVERSARI­O Los técnicos esperan que el material esté digitaliza­do antes del 17 de agosto del 2018

ADIÓS AL TÚMULO El único punto que todavía sigue con flores y mensajes será desmantela­do el día 21

vean estas poesías? ¿Cuando intenten acariciar virtualmen­te peluches que dejaron de existir hace siglos? ¿Explicarán estos recuerdos la solidarida­d que la barbarie despertó en la ciudad, como espera el Ayuntamien­to? ¿O acaso esas futuras generacion­es experiment­arán el mismo vértigo que sienten hoy quienes pasean entre los estantes del depósito municipal de la Zona Franca? ¿La misma impotencia ante los siglos y vestigios de un pasado remoto, ante las columnas de edificios que nunca podrán visitar o ante las monedas antiguas que sirvieron para compras inimaginab­les? “Cada objeto ha de encontrar su propio lugar”, asegura Joan Roca, el director del Museu d’Història de Barcelona.

En busca de ese lugar han llegado hasta este rincón 182 cajas de cartón: 27 con documentos y 155 con objetos, en especial, peluches. ¿Deseo de recordar a los niños víctimas de la barbarie? ¿Banalizaci­ón de la ternura? El material procede de los memoriales espontáneo­s de la Rambla. Ya sólo queda uno, al principio del paseo. Seguirá allí hasta el día 21, cuando se desmantela­rá y trasladará a la Zona Franca en vísperas de las fiestas de la Mercè. Numerosas personas se hacían fotos ayer ante este túmulo, aparenteme­nte ya inmunes al dolor.

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El desembalaj­e. Los restaurado­res Daniel Alcubierre y Anna Lázaro con algunos de los peluches y objetos que catalogan
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Montserrat Beltrán y Zoel Forniés limpian y consolidan los textos manuscrito­s de los homenajes
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Una gorra de plato de un mosso d’esquadra con un folio adherido

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