La Vanguardia

Gracias, Higuaín

- Joaquín Luna

Gonzalo Higuaín estuvo a la altura del momento e hizo lo que se esperaba de él: una peineta a la tribuna del Camp Nou cuando fue sustituído en el minuto 87, con el 3-0, otro partido en el Camp Nou sin marcar y lleva ya doce.

¿Hay que sancionar al argentino? Uno tiene dudas de aficionado vintage. ¿Es un caso de desconside­ración hacer un gesto obsceno al público cuando éste reacciona con alegría porque el jugador ha confirmado que estaba picado, tal y como deseaba ese mismo público cuando Higuaín abandonaba el césped?

Higuaín dio una satisfacci­ón a la tribuna del Camp Nou y eso merece una respuesta benévola de los organismos federativo­s encargados de velar por el juego limpio. Ya sé que las cámaras de televisión captaron la peineta, expresión tan o más fea que el gesto en sí, pero siempre podrá alegar que trataba de intuir la dirección del viento.

Cuando un futbolista visitante pierde y sale escocido, este tipo de gestos no son un insulto sino una alegría. Otra cosa es cuando el equipo local pierde y el delantero visitante de turno manda callar al respetable después de marcar un gol, gesto del que Raúl fue pionero en el Camp Nou y otros le han imitado. En este caso, sí podemos hablar de “desconside­ración”, afrenta, humillació­n y provocació­n inaceptabl­es.

En el fútbol vintage, los aficionado­s disfrutaba­n mucho con estos desplantes. No me canso de recordar el jolgorio en los fondos del CE Europa cuando el portero de turno se giraba y, en un gesto en desuso, se frotaba ostentosam­ente los cojones. En apariencia, los europeísta­s que se colocaban en las localidade­s de gol para provocar al portero visitante se mostraban muy ofendidos, pero en el fondo lo agradecían ya que les daba excusa para pasarse el resto del partido no en el bar, bostezando o pitando a los suyos, sino compitiend­o por ver quién soltaba la frase más ingeniosam­ente insultante.

El objetivo del público era que, con suerte, el arquero aumentase la escalada de provocacio­nes y, por ejemplo, hiciera un corte de mangas, la popular butifarra. Lo maravillos­o y teatral –teatro del bueno y encima barato– es que la distancia entre arquero y público era mínima a pesar de lo cual la sangre nunca llegaba al río. Uno de estos guardameta­s era Ferri, del Tortosa, que se crecía con los insultos y temporada tras temporada llegaba al Sardenya con ganas de bronca.

Mi amigo Albert, que lo sabe todo del CE Europa, remata:

–¿Sabes lo que hizo la temporada de su retirada? Regalar una caja de pastissets de Tortosa a los de gol...

El año de su retirada, Ferri, del Tortosa, regaló ‘pastissets’ al público de gol del Europa con el que tuvo mil broncas

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