El silbato que más pita
Para elevarse por encima de las multitudes”, rezaba el eslogan que lucía en el recipiente de un silbato de plástico que empezó a verse y a utilizarse entre el colectivo arbitral del baloncesto a principios de los años noventa. ¿Pretencioso reclamo publicitario? Cuando se soplaba se disipaban las dudas. Aquel nuevo silbato impactó a los árbitros por su sonido peculiarmente fuerte, seco, corto e intenso. “Te daba un valor añadido: te hacías respetar más porque no causaba la misma sensación que los otros silbatos de bola, de sonido largo y flojo con decaída”. Lo explica Vicenç Escudero, exárbitro de la Federació Catalana de Bàsquet, que pitó durante 25 años, siempre fiel al silbato poderoso: el Fox 40. Un objeto de culto que cumple 30 años, y que se ha extendido por todos los ámbitos de la sociedad donde hace falta un silbido.
El Fox 40 es el silbato más utilizado en el mundo profesional del arbitraje, vendido actualmente en más de 140 países. Nació en una cancha de baloncesto, como tantas cosas, por accidente. Ron Foxcroft (1945), un empresario canadiense de Hamilton (Ontario), era árbitro de la NCAA, con una hoja de servicios de 1.600 partidos internacionales arbitrados en 30 países. Pero fue la final de los Juegos Olímpicos de 1976 en Montreal, ante 18.000 espectadores, la que le marcó para siempre. Tuvo el placer de arbitrar en casa, en la final olímpica entre Estados Unidos y Yugoslavia, y también sufrió la vergüenza de ser abucheado por todo el pabellón... por culpa del silbato fallón.
“Siempre he tenido un problema con los silbatos; tienen una bola de corcho dentro y cuando se sopla muy fuerte no suena nada. Cuando están congelados o mojados, o tienen un poco de suciedad en el interior, pierden su eficacia”, explica Foxcroft. Lo que le sucedió le podía pasar a cualquiera, pero no en una final olímpica: un jugador yugoslavo propinó un codazo a un estadounidense, Foxcroft vio la infracción y la pitó, pero el silbato no sonó. Enmudeció de golpe. Y la grada se le echó encima. “Me prometí que si salía vivo de aquella revuelta, al llegar a casa diseñaría un silbado sin la maldita bola de corcho”. Dicho y hecho, Foxcroft contactó con una empresa de moldeado de plásticos en Ontario y con la ayuda de un consultor de diseño industrial, Chuck Shepherd, diseñó el silbato ideal después de 14 prototipos: el Fox 40, un silbato sin bola de corcho, fruto de un proceso de moldeado de piezas de plástico por inyección, soldadas entre sí por ultrasonidos, en lugar de pegadas.
El resultado es un instrumento armónicamente afinado, que produce tres frecuencias ligeramente diferentes al mismo tiempo, lo que produce un sonido fuerte y penetrante.
EXPANSIÓN IMPARABLE Por su sonido penetrante, el Fox 40 se expandió a todos los deportes, el personal de seguridad, de salvamento... Pocas veces un silbato adquiere la categoría de objeto de culto como el Fox 40, nacido en el baloncesto hace 30 años
y ahora omnipresente EFECTO DISUASORIO Y AUTORITARIO “Tienes que vigilar cómo pitas de fuerte cuando estás junto a un jugador”, dice el árbitro Víctor Mas
Tanto que se convierte en arma disuasoria ante los jugadores y un público demasiado encendido. “Tienes que vigilar cómo pitas de fuerte cuando estás junto a un jugador porque puede dañarle el oído; el sonido es muy potente y seco, con poco esfuerzo soplando lo haces durar”, explica Víctor Mas, árbitro catalán de la Liga ACB que ha experimentado los efectos del silbido poderoso del Fox 40. “Tiene un efecto disuasorio: si había algún jugador demasiado agresivo, pitabas más fuerte para hacerte respetar, o en acciones violentas, un golpe seco de silbato cortaba la jugada con más autoridad”, explica Escudero, árbitro durante 25 años en Primera Catalana y en categoría nacional en Francia.
Foxcroft se podía dar por satisfecho con su invento, que patentó en 1988, aunque lo presentó en sociedad en los Juegos Panamericanos en Indianapolis de 1987. Antes de acabar el torneo, el empresario y árbitro canadiense ya tenía un pedido de 20.000 silbatos. Su salto a la fama fue tan potente como su sonido: se hizo oír en los Juegos de Seúl 1988, en 1990 llegó a la Liga profesional de hockey hielo (NHL) y se convirtió en el silbato preferido para los árbitros canadienses de baloncesto, de football ,de soccer, y dio el gran salto al fútbol con el Mundial de Italia’90. “Al principio era un poco caro, valía 2.500 pesetas en los noventa”, recuerda Vicenç Escudero. Ahora, ya popularizado universalmente, se encuentra por 6,99 euros.
El Fox 40 es el silbato más universal. Se vende en más de 140 países, no sólo a árbitros: ha superado todas las fronteras profesionales: entrenadores, socorristas, personal de seguridad (policías, guardia costera, rescates, salvamento...), y todos los sectores necesitados de señales acústicas potentes y audibles. Foxcroft, que patentó 40 modelos de silbatos para protegerse de las imitaciones, también comercializó protectores dentales, bocinas, cronómetros, kits de primeros auxilios, artículos de rescate marítimo... Todo por un silbido sordo.