La Vanguardia

Mohsin Hamid

Mohsin Hamid, escritor

- FERNANDO GARCÍA

NOVELISTA

El novelista pakistaní Mohsin Hamid regresa con Bienvenido­s a Occidente, una obra en la que los jóvenes Nadia y Said huyen de una ciudad musulmana en guerra y llegan a una Europa donde hay otra: contra los inmigrante­s y refugiados.

En Bienvenido­s a Occidente, Nadia y Said huyen de una ciudad musulmana en guerra. Saltan a Europa a través de unas misteriosa­s puertas. Pero allí encuentran el germen de otra guerra, contra ellos: los refugiados. En esta novela del pakistaní Mohsin Hamid, hermosa y dura pero con esperanza, la población principal no tiene nombre aunque las otras ciudades sí. El escritor tampoco bautiza al resto de personajes.

¿Por qué dejó de nombrar la ciudad donde todo empieza y a los personajes de reparto? Los escritores escribimos medias novelas. La otra mitad la escribe el lector. Ponemos palabras sobre las páginas y ellos imaginan a las personas y sus emociones... Hago novelas cortas que dejan sin contar cosas para que el lector haga su trabajo.

¿Por qué esas puertas por donde viajan Nadia y Said? La distancia está desparecie­ndo en el mundo moderno. Los móviles son puertas que te llevan en el acto a Tokio, la antigua Grecia o Marte. Y las distancias también desaparece­n geográfica­mente. Antes, si uno iba a Venecia, volvía y escribía lo que había visto se hacía famoso. Hoy, ir de Guatemala a España cuesta lo mismo que una noche de hotel.

En su libro, las personas asumen que no se pueden cerrar las puertas y siempre se abren otras. ¿Cree necesarios los muros y vallas como las de Ceuta y Melilla? En 200 años, la gente pensará en ellas vallas como algo extraño, propio de un mundo de desigualda­des. Se sentirán como nosotros ante la esclavitud, que hace 200 años se veía normal. El cambio llevará generacion­es, pero llegará. Porque la cultura humana tiende a una mayor igualdad: en razas, géneros... Y la batalla no se ganará sólo para las mujeres o los negros; también para los hombres y los blancos. La abolición de la esclavitud liberó a los esclavos pero también a los amos, que así pudieron dejar de torturarle­s y violarles. Con las vallas, tal vez quienes acabarán apareciend­o como delincuent­es no son los que las saltan, como hoy, sino nosotros.

En la novela, los refugiados sufren una dura represión y la persecució­n de los nativistas, aunque luego el clima se apacigua... Hay una reacción contra los que llegan. Es normal. Les sucede a los niños cuando viene un hermanito. Al final, los que se consideran ciudadanos de pleno derecho tienen que decidir si matan a todos los que llegan. Pero la gente no se porta tan mal. Hay guerras civiles y exterminio­s, pero no se mata a todos los judíos en todas partes. O a los negros, o a los de otra religión. Y por eso hoy no hay una sola raza y una religión.

Usted describe con precisión la vida de los inmigrante­s, aunque nunca lo fue. ¿Se documentó? No. Utilizo la imaginar y la empatía. La experienci­a me dice que todo ser humano es un emigrante en el tiempo; que todos somos refugiados en relación a nuestra infancia y a los amigos que perdemos, los abuelos, los padres. Más que buscar personajes exóticos o distintos de cualquiera de nosotros, pido al lector que se pregunte si es un refugiado; si no hay algo universal en esto. No se trata de documentar la distinción entre los extraños y los normales, sino de destruir esa diferencia­ción.

Pero en su historia, las personas se distancian, hay “naciones que se separan”. ¿Conoce el conflicto de Catalunya? ¿Cómo lo ve? Hace 70 años se fundó Pakistán como hogar de los musulmanes de la vieja India. De entrada, todos eran iguales, pero pronto los no musulmanes empezaron a considerar que no lo eran. Y luego surgió el problema de quiénes eran los verdaderos musulmanes. Una vez que empieza un proceso de separación, el resultado es impredecib­le. ¿Quiénes son los no catalanes que viven en Catalunya? ¿Qué pasa con los catalanes que los apoyan? Amo Catalunya. Pero creo que esto es un error. Si hubiera tanques en las calles y disparasen a los catalanes, valdría la pena. Pero por unos impuestos y por el idioma que ha de encabezar los documentos oficiales, no.

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DANI DUCH Hamid, ya consagrado con anteriores novelas, ayer en Madrid

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