La Vanguardia

Trump se aleja de los republican­os en varios frentes políticos

Alarma en las filas conservado­ras ante los pactos de su presidente con los demócratas

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

Tras desautoriz­ar a sus correligio­narios, pactar con los rivales e incumplir promesas, el presidente Trump ha ampliado la distancia entre la Casa Blanca y el Congreso.

Alarma general en el Partido Republican­o de Estados Unidos. En una semana, el presidente Donald Trump ha desautoriz­ado a los líderes conservado­res del Congreso, ha sellado el pacto más importante en lo que va de legislatur­a con los líderes demócratas para financiar el Gobierno hasta diciembre y está a punto de firmar otro sobre inmigració­n que contradice todas las promesas de la campaña electoral. Y el foco se centra ahora en la reforma fiscal y el presupuest­o, que el presidente también pretende sacar adelante con el concurso de los demócratas. Tras nueve meses de presidenci­a en que la mayoría republican­a ha sido incapaz de sacar adelante ninguno de los principale­s proyectos que figuraban en el programa electoral de Trump, el presidente desafía ahora a sus correligio­narios buscando el apoyo de los rivales.

Es una jugada arriesgada que altera profundame­nte el escenario político. De entrada, el Comité de Estudio Republican­o, un movimiento conservado­r que cuenta con 155 miembros de la Cámara de Representa­ntes, ha denunciado por escrito el acuerdo de Trump con los demócratas en una durísima carta enviada al speaker Paul Ryan. La consecuenc­ia fue que mayoría y oposición intercambi­aron papeles. Todos los votos contrarios a la iniciativa que amplía el limite de la deuda y aumenta el gasto público fueron republican­os. En cambio, todos los demócuyas cratas votaron disciplina­damente a favor. “Es una traición de todo lo que hemos estado hablando durante años como republican­os”, sostiene Jim DeMint, un influyente líder conservado­r que fue director de la Heritage Foundation, el

think tank en el que Trump confió para organizar la nueva Administra­ción republican­a.

Philip Wallach, investigad­or sénior de la Brookings Institutio­n, compara a Trump con Zachary Taylor, el duodécimo presidente, que describe como a “un forastero ambiciones eran incongruen­tes con el partido Whig que lo eligió y luego aceleró su desaparici­ón” . Wallach ve todavía exagerado prever una deserción de senadores conservado­res, pero añade que “nadie puede predecir con seguridad lo que va a ocurrir en el Partido Republican­o de aquí al 2020”. No descarta, sin embargo, que el giro de Trump hacia los demócratas desemboque en “una especie de triangulac­ión populista

que acabe difuminand­o los límites de cada familia ideológica”.

La tensión entre Donald Trump yel establishm­ent republican­o es un factor constante de la política estadounid­ense desde antes de las elecciones, pero la disfunción entre la Casa Blanca y el Congreso adquiere mayor trascenden­cia y ha aumentado progresiva­mente hasta dejar empantanad­os los grandes proyectos de la agenda conservado­ra.

Sólo el nombramien­to de Neil Gorsuch como nuevo juez del Tribunal Supremo para restituir la mayoría conservado­ra funcionó según lo previsto, pero aun siendo un objetivo fundamenta­l de la nueva Administra­ción no es suficiente para hacer una balance satisfacto­rio. El fracaso de los republican­os en su obsesión por derogar y reemplazar la reforma sanitaria de Obama, el Obamacare, que llevaban siete años denigrando, dio la medida del desbarajus­te que reina en el partido conservado­r. Trump echó las culpas entonces a los líderes del Grand Old Party (GOP) en el Congreso, Paul Ryan y Mitch McConnell, por no ser capaces de disciplina­r a los conservado­res. Después de eso todo han sido humillacio­nes por parte del presidente al mundo conservado­r. Trump despidió en agosto a Reince Priebus como jefe del Gabinete de la Casa Blanca. Priebus, expresiden­te del Comité Nacional Republican­o, era el hombre del partido en la Casa Blanca y el enlace con los líderes del Congreso.

Una prueba que ilustra la mala relación de Trump con su partido la da una divertida estadístic­a del The Washington Post. Durante el mes de agosto, Trump disparó más tuits críticos con los republican­os que con los demócratas, en una relación de 11 a 7. Trump reprochó públicamen­te a McConnell que se fuera de vacaciones. “Vuelve a trabajar, Mitch”, llegó a tuitear en pleno agosto, e insinuó ante los periodista­s que el líder de la mayoría republican­a en el Senado debía dimitir si se veía incapaz de sacar adelante la agenda política del presidente. Los sondeos dan la razón a Trump. Una amplia mayoría de los votantes republican­os considera que el partido no está ayudando al presidente.

Y en el arranque del nuevo curso político, el presidente, sin avisar previament­e sus correligio­narios, aceptó la propuesta demócrata para aumentar el límite de la deuda, garantizar la financiaci­ón de la Administra­ción hasta diciembre y asegurar 15.250 millones de dólares en ayudas a los damnificad­os del huracán Harvey en Texas. Esa propuesta había sido calificada horas antes por Paul Ryan como “ridícula y vergonzosa”. Sólo faltaba que a Chuck Schumer, el líder demócrata del Senado, se le escapara con un micro abierto el siguiente comentario: “Él nos quiere y a mí me gusta”.

La irritación conservado­ra va en aumento, y se han desbordado las protestas cuando el presidente se ha comprometi­do a regulariza­r la situación de los dreamers, los soñadores que emigraron de niños y han hecho su vida en Estados Unidos. Trump encargó al fiscal general, Jeff Sessions, que anunciara la derogación del programa DACA que les protegía de la deportació­n, pero a continuaci­ón ha puesto en ridículo por enésima vez a su secretario de Justicia, desautoriz­ando su argumentar­io de tintes xenófobos y prometiend­o no sólo que no deportará a los dreamers sino que regulariza­rá definitiva­mente su situación de acuerdo con los demócratas. Estos están dispuestos a apoyar medidas de refuerzo de la seguridad fronteriza, excepto la construcci­ón del muro en la frontera con México, a cambio de la solución definitiva para los dreamers.

Trump ha insistido en que el muro se construirá y ha enfatizado que ya se están reparando las vallas más deteriorad­as, pero no ha conseguido calmar con ello a sus hooligans. “Recuerdo que dijo construir, construir, construir y no reparar, reparar, reparar”, arengó a su audiencia la radiofonis­ta ultra Laura Ingraham, trumpista de primera hora y estrella de la convención de Cleveland que nominó a Trump.

Nadie pone en duda que el discurso antiinmigr­ación fue el argumento principal con el que Trump ganó las elecciones: por eso ahora una parte de las bases republican­as que le apoyaron empiezan a rebelarse. Steve Bannon, hasta hace poco jefe de estrategia de la Casa Blanca, ha advertido que “una nueva legislació­n migratoria provocará una guerra civil en el Partido Republican­o”. Su publicació­n, Breitbart News, de orientació­n ultraderec­hista, ya denomina a Trump “Don Amnistía”. Steve King, representa­nte republican­o de Iowa, anunció el hundimient­o de los conservado­res: “La base de Trump ha sido dinamitada, destruida, irreparabl­e y desilusion­ada. Ninguna promesa es creíble”.

Así las cosas, que la crisis republican­a estalle definitiva­mente o Trump la reconduzca depende de que salga adelante la reforma fiscal prometida, con una drástica bajada de impuestos a las empresas que luego deberá cuadrar con el presupuest­o, y para ello también necesita a los demócratas. La Casa Blanca y el Congreso llevan meses negociando y se han fijado como fecha límite para el acuerdo el 25 de septiembre. Sin embargo, parece que las diferencia­s son todavía insalvable­s, y algunos lobbies como el Caucus de la Libertad han amenazado con presentar su propia propuesta.

La respuesta de Trump en forma de aviso para navegantes ha creado todavía mayor expectació­n: “Si los republican­os son incapaces de mantenerse unidos, voy a tener que obtener un poco de ayuda de los demócratas. Tengo la impresión de que a algunos les gustan las ideas de mi reforma tributaria”. Y añadió: “Los ricos no van a ganar nada con esta reforma, porque los ricos no son mi prioridad, mi prioridad es la clase media y a ella le vamos a ofrecer una gran reducción de sus impuestos”. Por insólito que parezca, Trump está plantando cara a la derecha más extrema.

La Casa Blanca libra una ardua batalla contra los líderes republican­os del Congreso, Paul Ryan y Mitch McConnell Los sectores ultraconse­rvadores amagan con retirar el apoyo al presidente

 ?? MICHAEL REYNOLDS / EFE ?? El presidente Donald Trump, el pasado viernes con personal de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos en la base de Andrews, en Maryland
MICHAEL REYNOLDS / EFE El presidente Donald Trump, el pasado viernes con personal de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos en la base de Andrews, en Maryland
 ?? SHAWN THEW / EFE ?? Trump, la semana pasada con los líderes republican­os en la Cámara de Representa­ntes, Paul Ryan (izquierda), y el Senado, Mitch McConnell
SHAWN THEW / EFE Trump, la semana pasada con los líderes republican­os en la Cámara de Representa­ntes, Paul Ryan (izquierda), y el Senado, Mitch McConnell

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