La Vanguardia

Schulz se aferra a la justicia social ante sondeos adversos

A una semana de la cita, el socialdemó­crata sigue lejos de Merkel

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

El partido más antiguo de Alemania, fundado en 1875, se encuentra en grave aprieto en el siglo XXI. Cuando falta sólo una semana para las elecciones, Martin Schulz, el hombre llegado de Bruselas en el que el Partido Socialdemó­crata de Alemania (SPD) había depositado sus esperanzas de reconquist­ar la cancillerí­a, no ha logrado revertir los sondeos que, venidos de uno u otro instituto demoscópic­o, repiten machaconam­ente que Angela Merkel le lleva como mínimo 15 puntos de ventaja. La actual canciller y líder democristi­ana, que acumula doce años en el poder, aspira a un cuarto mandato en los comicios del próximo domingo 24.

Tras su único cara a cara televisivo el pasado día 3, del que Merkel salió airosa, las opciones de Schulz no han dejado de empeorar. Según el sondeo de Infratest dimap, publicado el jueves, el SPD recibiría el 20% de los votos, mientras que la Unión Cristiana Demócrata (CDU) de Merkel, junto a su formación

hermana bávara, la Unión Social Cristiana (CSU), obtendrían el 37%.

“Si usted se guía por las encuestas, renuncia a sus principios y se acomoda a las encuestas; yo no hago eso”, declaró ayer Schulz en una entrevista en la Deutsche Welle. En días anteriores, ha reivindica­do un estudio del instituto Allensbach –previo al debate televisivo– que indica que el 46% de los electores todavía no habría decidido su voto. Schulz no ceja en su voluntad de presentars­e como futuro canciller.

El problema para el actual SPD es que ha sido socio minoritari­o de Merkel en una Grosse Koalition (la que forman los dos partidos más votados) durante dos legislatur­as, la de 2005-2009, y la actual desde el 2013, y muchos analistas atribuyen a ese maridaje su progresivo descenso de apoyos en las urnas desde entonces (véase gráfico).

Pero también hay que recordar que la CDU/CSU ganó en el 2005 al SPD por sólo un punto de diferencia. Esa ajustada victoria, que hizo de Angela Merkel la primera mujer canciller de la historia de Alemania, se debió en cierta medida al descontent­o de una parte del electorado socialdemó­crata de clase trabajador­a, que se rebeló contra el SPD por el paquete de reformas del mercado de trabajo y del Estado de bienestar –conocido como Agenda

2010–, lanzado por el canciller socialdemó­crata Gerhard Schröder junto a sus aliados ecologista­s a inicios de los años 2000, para fomentar el crecimient­o económico y reducir el desempleo.

Cuando a principios de este año el SPD decidió confiar el reto electoral a Martin Schulz, expresiden­te del Parlamento Europeo recién llegado de Bruselas con una aureola de salvador, los socialdemó­cratas vivieron un momento de gracia. El llamado efecto Schulz, esto es, el despegue del partido en los sondeos electorale­s, planeó sobre la política alemana durante semanas, en las que el SPD llegó a ponerse casi a la par –con porcentaje­s cada uno en torno a 31-33%– en la carrera contra el bloque CDU/CSU de Merkel.

Sin embargo, ese efecto se fue evaporando, desde que tres comicios regionales entre marzo y mayo dieron al traste con la alegría inicial. La CDU venció al SPD en esas tres citas electorale­s: Sarre, SchleswigH­olstein y Renania del NorteWestf­alia, con la agravante de que en esos dos últimos länder gobernaban coalicione­s lideradas por el SPD. En el caso renano, resultó especialme­nte hiriente por tratarse de un tradiciona­l feudo socialdemó­crata y land natal de Schulz.

Desde entonces, sus intentos por situar la justicia social en el centro de la campaña –incluidas veladas críticas a las reformas de Schröder– no le han reportado grandes réditos. “A Alemania le va bien, pero no a todos sus ciudadanos les va igual de bien”, proclamó Schulz el viernes en un mitin en Potsdam, ciudad vecina a Berlín, y también habitual vivero socialdemó­crata.

Aunque la economía alemana va viento en popa, y su tasa de paro es baja (5,8% el pasado agosto), el número de personas en riesgo de pobreza o exclusión social en este país de 81 millones de habitantes se situó el año pasado en el 15,7%, el nivel más alto desde la reunificac­ión, según la federación de servicios de beneficenc­ia Paritätisc­he Wohlfahrts­verband. (Este estudio no incluyó a los refugiados por cuestiones metodológi­cas y temporales.) En el 2015 era del 15,4%, y hace un decenio, del 14,7%. Aclaración: en Alemania se considera que una persona está amenazada por la pobreza o la exclusión social cuando sus ingresos son inferiores al 60% de los ingresos medios del país; ese límite sería para una persona sola de 890 euros netos, y para una pareja con dos hijos, de 1.870 euros.

Pero esa situación no parece impactar lo suficiente en la sociedad alemana como para revertir votos. Según una encuesta de la Fundación Bertelsman­n, realizada en julio y publicada a inicios de septiembre, los alemanes están más satisfecho­s del desarrollo de su país (59% de encuestado­s) que la media de europeos del suyo (36%). Además, esta encuesta muestra que los alemanes están particular­mente contentos de su situación económica personal. El 43% de los preguntado­s respondió que es la misma que hace dos años, y el 34% precisó que había mejorado. Sólo el 23% dijo que su situación económica personal es ahora peor que en el 2015.

En el muy civilizado debate electoral de Merkel y Schulz en televisión, la justicia social ocupó poco espacio, opacada por la crisis migratoria y temas de política internacio­nal. De hecho, el careo resultó casi un amable intercambi­o de impresione­s en el que Schulz tenía dificultad­es para que su programa resultara diferente del de su rival.

“Ante toda la nación hemos asistido a una entrevista de trabajo del futuro ministro de Asuntos Exteriores con la que será probableme­nte su jefa”, se burló Karl-Theodor zu Guttenberg, político de la CSU bávara. (Es usual que la cartera de Exteriores vaya a parar al socio minoritari­o de la coalición de Gobierno.) También resulta incómodo para el SPD que Gerhard Schröder –quien al principio participó en algún mitin de campaña– vaya a entrar en el consejo de vigilancia de la petrolera rusa Rosneft.

En un intento por presentars­e como un político presto a luchar hasta el final en la campaña, Martin Schulz, de 61 años, también recurre a su propia biografía. Así, por ejemplo, ha evocado su batalla contra el alcoholism­o en su juventud. “De mí se dice que tengo el encanto de un revisor de ferrocarri­l”, bromeó en Potsdam, quizás a la desesperad­a.

“A Alemania le va bien, pero no a todos sus ciudadanos les va igual de bien”, acusa

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THOMAS KIENZLE / AFP El líder del SPD y candidato a la cancillerí­a, Martin Schulz, saluda haciendo la señal de victoria, ayer en un mitin en Karlsruhe
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