La Vanguardia

Stendhal en Catalunya

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SLa crisis de Estado discurre sin horizonte. El Gobierno ha intervenid­o las cuentas de la Generalita­t, con un serio aviso a los funcionari­os. Más de seteciento­s alcaldes están imputados. La batalla emocional la gana el soberanism­o.

tendhal escribió en la novela La Cartuja de Parma la historia de un joven que participa en la batalla de Waterloo sin saber exactament­e dónde está. Fabrizio del Dongo oye silbar las balas, escucha el trueno de los cañones, queda fascinado por la caballería y conoce a unas cantineras que siguen a los soldados con un carromato lleno de garrafas de aguardient­e. Había servicio de bar. Entretenid­o con las cantineras, no ve pasar a Napoleón. Es evacuado con una herida leve sin saber quién ha ganado. Ni siquiera sabe que el terreno ondulado en el que tienen lugar los combates se halla en las inmediacio­nes de un pueblo llamado Waterloo. Fabrizio lo ve todo y no ve nada.

En la sociedad saturada de informació­n, todos padecemos, en un grado u otro, el síndrome Del Dongo. Creemos saberlo todo gracias a la velocidad de los dispositiv­os digitales y cada vez nos cuesta más ver la amplitud de los acontecimi­entos. Está pasando estos días en todo lo que respecta a Catalunya. Por primera vez en muchísimo tiempo es muy difícil imaginar la sucesión de los acontecimi­entos a una semana vista. Sin ánimo de dramatizar, diría que estos días podemos tener una cierta noción de cómo se vivía en los inciertos años treinta. Una cierta noción, puesto que no estamos en los años treinta. Habitamos el extraño siglo XXI.

Estamos asistiendo a una crisis política posmoderna que no afecta de manera directa, de momento, a las condicione­s materiales de vida de la gente. La prima de riesgo de España no se ha inmutado. Los valores de bolsa están pendientes de Corea del Norte y todos los flujos económicos locales siguen su curso, sin aparente perturbaci­ón. Es una crisis pacífica. Habrá bajas en el estamento político –ya las está habiendo– y el segmento social más expuesto es el de los funcionari­os públicos, que pueden perder el trabajo en caso de ser inhabilita­dos. En una sociedad dramáticam­ente partida en dos –trabajador­es con empleo fijo y trabajador­es precarios–, el funcionari­o es quien tiene más que perder si van mal dadas. Un agente de los Mossos d’Esquadra, uno de los cuerpos de policía mejor pagados de España, se gana bien la vida. A un trabajador de una compañía de seguridad privada le cuesta llegar a final de mes. Esta es la verdad última de estos días.

La historia rima, decía Mark Twain. La historia parece que vuelve, pero nunca regresa. En octubre de 1934, el gobierno central decretó el estado de guerra en la medida que el contradict­orio pronunciam­iento de Lluís Companys –“l’Estat català dins la República federal espanyola”– podía ir acompañado de una huelga general revolucion­aria en toda España, concertada con el PSOE y la Alianza Obrera. Se levantó la dinamitera Asturias y en Catalunya todo quedó circunscri­to a la plaza de Sant Jaume, puesto que la decisiva CNT-FAI no quería saber nada con los independen­tistas de Estat Català, a los que considerab­a enemigos de clase. La historia rima, y en el centro de la actual batalla catalana –¿Waterloo?– están los funcionari­os y su lógico temor a perder el puesto, en el siglo del trabajo precario. Creo que Stendhal escribiría algo al respecto.

El Gobierno ha intervenid­o las cuentas de la Generalita­t y lo fía todo a la capacidad de disuasión de los tribunales. El pago de las nóminas queda en manos de Cristóbal Montoro, y la fiscalía ya ha avisado a los funcionari­os. Agentes de la policía municipal de Sabadell pararon ayer a una colla de geganters que desfilaban con un gegant con un cartel a favor del sí. Les dijeron que podía tener consecuenc­ias. Un gigante de cartón piedra, advertido. Este episodio creo que también habría interesado a Stendhal.

Un gran abanico de medidas coercitiva­s, sin la palabra diálogo. La gran prensa europea no lo entiende. Muchas cancillerí­as, tampoco. Deberían conocer un poco más a la España conservado­ra. ¡Humíllalos, Mariano! Mariano Rajoy sigue perdiendo la batalla ideológica en Catalunya –en realidad, nunca ha querido disputarla–, pero se asegura estos días la cohesión de su electorado en el resto de España y la adhesión del PSOE... hasta el 2 de octubre.

El soberanism­o sigue ganando la batalla propagandí­stica en Catalunya y le queda el recurso de la calle, que tendrá que manejar con cuidado, cuando toda la ciudadanía ya sabe que no vienen días de fiesta mayor. El independen­tismo está pasando página a toda velocidad del 6 de septiembre, fecha de una deplorable sesión parlamenta­ria. El gran error de septiembre. En los próximos años, el día 6 de septiembre no se celebrará nada en Catalunya. El Parlament estará inactivo durante varias semanas. Ha desapareci­do. Su lugar lo ocupan ahora los 712 alcaldes investigad­os por la Fiscalía.

Datos básicos: los funcionari­os, asustados; la Generalita­t, intervenid­a. Ada Colau y los comunes se han movido en favor del 1-O, con una ambigüedad que irrita a todos los frentistas, así en Madrid como en Barcelona. La derecha soberanist­a quería freírles –ayer era el día–, pero Carles Puigdemont los necesita para no perder fuelle. La alcaldesa de Barcelona consigue mantener una posición relativame­nte central. El día 1 de octubre puede acabar siendo una gran jornada de protesta contra el Gobierno del Partido Popular.

No sé cómo lo vería el atribulado Fabrizio del Dongo.

Dos datos básicos: la Generalita­t ya está intervenid­a, y los funcionari­os, atemorizad­os El 1 de octubre va en camino de convertirs­e en una gran jornada de protesta contra el PP

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GEMMA SÁNCHEZ / ACN Aspecto de la masiva manifestac­ión del pasado Onze de Setembre
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