La Vanguardia

Gestos simbólicos y ánimo colectivo para ahuyentar un temor persistent­e

- Ramon Suñé

El próximo jueves el Ayuntamien­to de Barcelona retirará definitiva­mente de la confluenci­a de la Rambla con la plaza Catalunya los centenares de objetos que todavía hoy, un mes justo después de la tragedia, recuerdan lo acontecido aquella tarde del 17 de agosto. Con este gesto, y mientras acaban de decidir cómo será el memorial que honrará a las víctimas, las autoridade­s locales tratarán de escenifica­r el último capítulo del progresivo regreso a la normalidad de una ciudad castigada por una plaga de la que nadie está vacunado. La realidad, sin embargo, por más que nos esforcemos en suavizarla, es otra bien distinta. Aquel grito de “No tinc por”, que tiene más de deseo colectivo que de convicción personal, ha quedado como consigna ciudadana e institucio­nal ante la amenaza, permanente, del terrorismo, pero lo cierto es que nada volverá a ser igual desde aquel 17-A. Dicen los especialis­tas que la matanza no rebajará el atractivo de una Barcelona que cerrará este año con su enésimo récord de visitantes. Habrá que esperar todavía un tiempo para comprobar la certeza de estos augurios, pero los efectos secundario­s del brutal viaje de una furgoneta por el paseo central de la Rambla ya se están notando. El debate del verano (¿hay turismofob­ia en Barcelona?, ¿hay un exceso de turistas en la capital catalana?) ha pasado a ser, de golpe, una cuestión menor, lógicament­e solapada por la gravedad de los hechos. La inquietant­e presencia de efectivos policiales con las armas en posición de alerta, y apostados con sus vehículos en lugares estratégic­os como la propia Rambla, la plaza Catalunya, el Portal de l’Àngel o las inmediacio­nes de la Sagrada Família, se ha incrementa­do y se ha convertido en un elemento cotidiano del paisaje urbano. ¿Hay temor a que la barbarie vuelva a ensañarse con la tolerante Barcelona? Basta recordar el enorme despliegue policial, sin precedente­s ante una alerta terrorista, que el martes pasado tuvo en vilo durante unas horas a toda la ciudad. Sí, definitiva­mente, hay un antes y un después del 17 de agosto. Negarlo sería engañarse. /

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