Digerir una pesadilla que empezó con una presunta explosión de gas
Una violenta explosión alarmó a los vecinos del núcleo de Alcanar Platja (Montsià) la noche del 16 de agosto, cuando el Madrid vapuleaba al Barça en la Supercopa. Un chalet de la urbanización Montecarlo había saltado por los aires, y se pensó en una explosión accidental de gas hasta que en la mañana del 17 de agosto trascendió que en la casa había una veintena de bombonas de butano. Empezaron las especulaciones y la investigación policial barajó que hubiera un laboratorio de droga o que los inquilinos, “unos chicos marroquíes que habían ocupado la casa”, revendieran las bombonas.
Con bomberos y agentes entre los escombros, llegó el atentado de Barcelona y en paralelo una segunda explosión en Alcanar. Por la noche, el major Trapero reveló que la supuesta explosión estaba conectada con el ataque de la Rambla. En Alcanar, muchos vecinos no pudieron pegar un ojo.
Es imprescindible recordar cómo empezó todo para entender cómo los canareus han intentado digerir que la célula yihadista instaló su base de operaciones en su destartalada y olvidada Montecarlo, fruto de la improvisación urbanística de los setenta. Una mezcla de espanto, incredulidad y miedo ha zarandeado este pueblo costero, ciclotímico desde el 17-A. Los terroristas que ocuparon la casa, propiedad de un banco, no se relacionaron apenas con sus vecinos y ocultaron sus movimientos. Nadie vio ni denunció nada, tampoco la policía local o el Consistorio. Los terroristas de Ripoll en Alcanar no tenían rostro.
Tras veinte días de investigaciones entre los escombros, el solar quedó limpio, pero Alcanar quedará para siempre ligado al terrorismo yihadista. Por lo que fue y sobre todo por lo que pudo haber sido si al imán de Ripoll y a Youssef Aalla no les hubieran estallado en las manos los 100 kilos de explosivos que almacenaron y prepararon en casa para hacer una o más masacres en Barcelona. /