La Vanguardia

Historias de taxis

- Xavi Ayén

Atodos nos han pasado cosas prodigiosa­s en un taxi. La portezuela que da acceso a su interior es lo más parecido al espejo de Alicia que puede uno encontrars­e en este mundo. El mes que viene, el escritor Carlos Zanón, hijo y nieto de taxistas, publicará una esperada novela titulada, justamente, Taxi, en la que un conductor deambula por Barcelona intentando apagar su mal de amores a golpe de volante y fuertes sacudidas de adrenalina.

Hace ya 41 años de aquel Taxi driver para el que Robert de Niro se preparó conduciend­o uno durante 15 horas diarias por Nueva York. Es curioso que el nuevo fenómeno del cine asiático se titule casi igual, A taxi driver, candidata de Corea del Sur a los Oscars y basada en la historia real del periodista alemán que cubrió, en los años 80, la masacre de Gwangju gracias a que tomó un taxi que lo condujo a ver los horrores de la represión, lo que le hizo el primero en publicar imágenes del tema.

La agente literaria Carmen Balcells tenía un taxista de cabecera, Dionisio, al que cuenta la leyenda que retiró doblándole el sueldo que ganaba en la calle. Más que la comodidad del vehículo –que era alta– le convenció la personalid­ad del conductor, que no sólo se había sobrepuest­o a una tragedia familiar sino que, pese a presenciar por el retrovisor algunas escenas poco edificante­s de escritores, las olvidaba totalmente al minuto siguiente.

Un conocido ilustrador barcelonés se sube siempre a los taxis indicando la dirección y añadiendo: “Y en silencio, por favor”. Sería feliz en El Cairo, ciudad de legendario­s atascos, donde algunos vehículos tienen libros en la parte trasera del asiento del conductor. Pero, a pesar de su leyenda negra, hablar con taxistas resulta gratifican­te. No sólo se quejan de turistas que les manchan la tapicería, sino que te explican cosas como que últimament­e abundan los pasajeros que se arrepiente­n de sus tatuajes. Algunos cuelgan anécdotas en la red, como el madrileño Daniel Díaz, que fotografió la dirección manuscrita que le enseñó “un guiri” tras contarle que había conocido la noche anterior a una “spanish hot girl” y que esta le anotó sus señas para que se encontrara­n tranquilam­ente al día siguiente. Puede leerse con claridad: “C/Que te jodan, 13”.

Lo más sorprenden­te es todo lo que llega a confesar el pasajero a su chófer, al que no conoce de nada: infidelida­des, delitos, remordimie­ntos, frustracio­nes... “Desengáñat­e, tío, es como en la serie Roma – le dice Zanón a su amigo, el taxista que nos lleva–, las parejas de patricios follaban delante de los esclavos, porque ni siquiera los veían, era como hacerlo al lado de los animales domésticos”.

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