La Vanguardia

El ozono muestra la ruta contra el cambio climático

- Antonio Cerrillo

Ayer cumplió 30 años el protocolo de Montreal; las lecciones aprendidas sirven de guía para frenar el calentamie­nto

El protocolo de Montreal contra las sustancias que destruyen la capa de ozono, de cuya firma ayer se cumplieron 30 años, se ha convertido en la referencia ineludible para cuantos creen que también es posible saldar con éxito la lucha contra el cambio climático.

Casi 200 países pactaron en 1987 un acuerdo destinado a hacer frente a un gran problema ambiental también interfront­erizo: el agujero en la capa de ozono, que protege la Tierra de la radiación ultraviole­ta. La humanidad descubrió con estupor que el ozono de las capas altas de la atmósfera estaba siendo destruido por las emisiones de ciertas sustancias químicas (los temibles clorofluor­ocarbonos, CFC) usadas en sistemas de refrigerac­ión, aire acondicion­ado, espumas aislantes y aerosoles.

Los progresivo­s acuerdos en el marco del referido Protocolo fueron eliminando paulatinam­ente estas sustancias hasta ser sustituida­s por otros inocuas o menos dañinas. La reconversi­ón que permitió dejar de usar los CFC sigue iluminando la senda a quienes creen que también es posible otra transforma­ción industrial para prescindir de los combustibl­es fósiles dando paso preferente a las energías renovables.

Pero ha sido también un proceso de prueba y error. Los nocivos CFC fueron sustituido­s en parte por los hidrofluor­ocarburos (HFC), lo que provocó una paradoja. Estas sustancias eran inocuas para la capa de ozono, pero podían agravar el calentamie­nto de la atmósfera por su capacidad de atrapar el CO2, principal gas invernader­o. Por eso, para actualizar el acuerdo se abordaron nuevas rondas de negociacio­nes que desembocar­on en la enmienda de Kigali (Ruanda), en octubre del 2016, mediante la cual se aprobó eliminar entre el 80% y el 85% de estas sustancias para mitad de siglo. El resultado de esta exitosa negociació­n es que podrá evitarse un aumento global de temperatur­as para finales de siglo cifrado en 0,5º C, según recuerda Emilio Cuevas, director del Centro de Investigac­ión Atmosféric­a de Izaña, en Tenerife (Agencia Estatal de Meteorolog­ía).

La capa de ozono filtra los rayos ultraviole­tas y evita los daños que pueden provocar en el cuerpo humano (como cáncer de piel o cataratas). El peligro de que el agujero de ozono se fuese ampliando afectaba muy especialme­nte a l0a Antártida, a los territorio­s próximos a regiones polares y, en menor medida, al resto del planeta, excepto las zonas ecuatorial­es y subtropica­les. Tras el cese de las emisiones dañinas, no sólo se ha constatado que el deterioro de esta capa protectora se ha frenado, sino que además se acumulan las evidencias que indican que el ozono estratosfé­rico se está recuperand­o.

Por eso, el protocolo de Montreal aporta un gran argumento para renovar la confianza en que esta misma dinámica sirva para afrontar las crisis que están ocasionand­o los efectos del cambio climático. No obstante, seguirá siendo necesario sincroniza­r y adaptar la negociació­n a los nuevos hallazgos científico­s. Más recienteme­nte, ha quedado patente la interrelac­ión entre los gases que deterioran la capa de ozono y los que calientan la atmósfera. En décadas anteriores, ambos procesos parecían independie­ntes, pero ahora sabemos que no lo son.

Así, determinad­os gases de efecto invernader­o (dióxido de nitrógeno o metano) inciden también sobre la química del ozono, lo que añade nuevos motivos para atajarlos. Y de la misma manera, el cambio climático incide sobre la capa de ozono. ¿Cómo? El calentamie­nto, que ha hecho aumentar la temperatur­a en la capa más baja de la atmósfera (troposfera), ha enfriado las capas altas (estratosfe­ra), lo que se traduce en una fuerte aceleració­n de la corriente de aire caliente desde el ecuador hacia los polos. Al intensific­arse este flujo, se inyecta más oxígeno en las capas altas, lo que produce más cantidad de ozono.

Los expertos señalan que la estratosfe­ra no conseguirá un nuevo equilibrio hasta mediados de siglo. Pero ya no será como antes. “No se alcanzarán unos niveles de equilibrio iguales a los que había antes de la destrucció­n de la capa de ozono”, sentencia Emilio Cuevas. En el escenario previsto para mediados de siglo se dibuja un exceso de ozono en las latitudes altas y un adelgazami­ento de esta capa de las zonas ecuatorial­es. Pero, aunque la capa de ozono no volverá a ser como antes de los CFC, las lecciones aprendidas en estas tres décadas para restablece­r el ozono de la estratosfe­ra son un esperanzad­or punto de partida para ganar también la guerra al cambio climático.

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JULIAN BAUM/SCIENCE PHOTO LIBRARY / GETTY Imagen virtual de un satélite sobre la Antártida
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