Cuando en el Ebro había riadas
Tortosa recuerda las dramáticas inundaciones de 1907 recuperando fotografías inéditas
El Ebro bajaba el viernes por Tortosa (Baix Ebre) con un pírrico caudal de 86 metros cúbicos por segundo (m³/s) y un nivel también bajo mínimos, por debajo del metro de altura (70 centímetros), según los aforos de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE). El caudal mínimo legal fijado para el tramo final del Ebro está entre los 80 m³/ s (diez meses al año) y los 155 m³/s en las épocas de lluvia y deshielo. El caudal máximo registrado en todo el 2016 en este punto no pasó de los 1.137 m³/s. Con estas cifras y un río regulado por los pantanos de Mequinensa y Riba-roja (Ribera d’Ebre), hablar de riadas, inundaciones y catástrofes en el Ebro catalán parece casi como hacerlo de una leyenda o un cuento chino.
El 23 de octubre de 1907, el Ebro salió de madre, se llevó por delante 110 casas en Tortosa y provocó la muerte de 29 vecinos, según registros del Observatori de l’Ebre. Su desbordamiento también afectó severamente toda la Ribera d’Ebre, donde el río llegó a los nueve metros de altura. Aunque no se medía el caudal como ahora, con datos ciento por ciento fiables, algunas estimaciones sitúan la fuerza del río aquel trágico octubre en torno a los 12.000 m³/s, casi cinco veces el caudal que marca el riesgo de inundaciones. En las calles de Tortosa se acumularon 3,5 metros de agua.
La riada de 1907, en un contexto de inundaciones generalizadas en toda Catalunya, fue inmortalizada por la cámara de un pionero del fotoperiodismo, el tortosino Francesc Mestre. Casi una veintena de fotografías muestran el rastro de la catástrofe, con calles convertidas en canales y vecinos siendo rescatados en barca.
Las imágenes, de gran valor, permanecieron durante décadas guardadas en una caja, hasta que la familia de Mestre i Noé las localizó de forma casual en su casa, hace unos tres años. La escritora y articulista Núria Menasanch, bisnieta del fotoperiodista, ha querido sacar finalmente a la luz este patrimonio, que se puede contemplar en una primera exposición organizada por la Biblioteca Marcel·lí Domingo de Tortosa. Las fotografías, hasta ahora inéditas, a las que ha tenido acceso La Vanguardia, sirven también para rendir homenaje a las víctimas y recuperar la memoria histórica de las riadas en el Ebro, a punto de cumplirse los 110 años de la tragedia. “Son fotografías inéditas que no están dentro de la conciencia colectiva. Hemos querido dar a Tortosa estas imágenes en forma de exposición”, destaca Menasanch.
Para muchas generaciones de ebrenses, las riadas son un elemento casi exótico. La construcción de los grandes embalses de Mequinensa (1966), entre Aragón y Catalunya, y Riba-roja (1969), ha domesticado el río. “La juventud
Hace 110 años el agua engulló decenas de casas y a 29 vecinos. En la peor crecida, en 1787, hubo 85 muertos
Con los pantanos, el río llega ahora al delta del Ebro insuficiente pero bajo control, sin riesgo de catástrofes
desconoce totalmente que el río se desbordaba porque ahora tal y como está el Ebro no hay ni habrá más riadas; la de 1907 fue la segunda más importante de la historia”, añade la bisnieta de Mestre.
La riada más trágica documentada se remonta a 1787, también en un mes de octubre, con el Ebro llegando a un nivel de 8,7 metros y provocando una de las peores catástrofes naturales de la historia en las Terres de l’Ebre. Sólo en Tortosa fallecieron 85 personas.
Se trata además de uno de los primeros ejemplos de fotoperiodismo ebrense. Mestre también relató lo sucedido tras las inundaciones en forma de crónica periodística, explicando como los vecinos pedían auxilio con silbatos desde el barrio de Remolins, y como algunos vecinos convertidos en “héroes” cogieron barcas para salvar vidas. También escribió sobre el alcance de las inundaciones de 1907, más allá del Ebro. “Durante muchos años no se verán reparados del todo los destrozos que han producido las riberas del Ebro, el Cardoner, el Llobregat, el Segre, el Ter y el Fluvià al salirse de madre, ya que son de tal magnitud que sólo a base de años podrán curarse”.
El Ebro sigue siendo noticia, pero ahora por la controversia en torno a su caudal ambiental y las reivindicaciones lideradas desde las Terres de l’Ebre, que alertan desde hace años que si no llegan más agua y sedimentos hasta su desembocadura, arrastrados por las escasísimas crecidas, se producirá la muerte ecológica del delta del Ebro.
De tanto en tanto, como sucedió en las primaveras del 2008 o el 2015 , se registran pequeñas inundaciones en el tramo final del Ebro, especialmente en la Ribera d’Ebre, provocando la indignación de los vecinos que critican la falta de previsión de las empresas hidroeléctricas ante las avenidas de agua en épocas de fuertes lluvias y deshielo. Nada que ver con las riadas que antes de los embalses se producían cíclicamente: cada generación sufría un gran desbordamiento.
“Tenemos el río más caudaloso de la península Ibérica; el Ebro tiene que volver a ser lo que era antes, aunque controlando las riadas, claro”, reivindica Menasanch. La intención es que la exposición, gracias a la donación de las fotografías por parte de la familia de Mestre, sea itinerante.