La Vanguardia

HORTOGRAFÍ­A

Pq kda vez es + dificil q los jovenesesc­riban ?

- NÚRIA ESCUR

Tu hijo te envía un mensaje por WhatsApp con faltas de ortografía. Y tú ya no le dices nada. Empezaste afeándole la costumbre, pero ahora... incluso tú te olvidas de los acentos y te has abandonado a la indolencia.

Arranca el inicio de curso pegado a una reflexión: si un 44% de los niños de diez años son incapaces de escribir un texto en castellano sin cometer faltas de ortografía... ¿qué hemos hecho mal? O mejor: ¿qué deberíamos poner en marcha para que las nuevas generacion­es entiendan la necesidad de preservar la ortografía? O peor: ¿deberíamos hacer algo?

“Deberíamos lograr que los personajes mediáticos hablasen y escribiera­n correctame­nte. Algo muy difícil cuando algunos de estos personajes se han hecho famosos por marcar goles o gritar más que el resto. Que la gente leyera más. Que la escuela enseñara a declamar y redactar”, sugiere Joandomène­c Ros, presidente del Institut d’Estudis Catalans, además de biólogo, escritor y catedrátic­o.

Virginia Ricoy, una de las fundadoras de Walinwa, plataforma que trabaja en la corrección de la ortografía de modo personaliz­ado, propone otra mirada. La que cuestiona si todo el problema reside en el uso del lenguaje de las nuevas generacion­es o si está “en que los mismos adultos tampoco le damos la importanci­a que tiene. Hay que conciencia­r a los padres de que esa aplicación de la cultura que es la ortografía acompañará a sus hijos toda la vida. Porque en el mundo real, ese que trasciende a las redes sociales y a los servicios de mensajería instantáne­a, tu hijo será acogido según su comportami­ento y cómo se exprese, por escrito y oralmente, así que la ortografía será una parte fundamenta­l de su formación como profesiona­l y como persona”.

Exigirles la corrección de una palabra mal escrita es otra de las batallas por lidiar. “¿Por qué le llamamos la atención a nuestro hijo si hace mal una suma y somos mucho más laxos al hacerle ver que ha cometido una falta de ortografía?”, reflexiona Ricoy.

No sólo ocurre en la escuela o La desatenció­n continuada a las normas ortográfic­as en el uso de las nuevas tecnología­s alerta a los profesiona­les de la lengua, que exigen velar por su corrección el instituto. Catedrátic­os de la Universida­d de Málaga han publicado un estudio en el que desvelan que sólo el 25% de sus alumnos escribe correctame­nte. Una circunstan­cia que llega de la mano de un hecho tan irrefutabl­e como preocupant­e: los jóvenes leen menos. “Antes, en nuestro tiempo libre jugábamos en la calle y leíamos Los cinco, las novelas de Agatha Christie o lo que fuera, incluso Mortadelo y Filemón... Pero leíamos”, señala Virginia Ricoy. Frente a ese recuerdo, hoy nuestros hijos se sientan frente a la PlayStatio­n, la xBox, la Wii o una tableta llena de juegos por descargar. “Cuantos más mons- y peleas, mejor. Así que leer, a menudo, les resulta aburrido”.

Y lo poco que leen está mal escrito. “En foros, en Instagram o en WhatsApp, la calidad de la escritura brilla por su ausencia, se ven ges por jotas, elles por y griegas, ausencia de tildes, ausencia de haches, incluso la pobre q secuestrad­a por la k...”. Todo vale. Si en este texto se ha escapado alguna falta ortográfic­a, perdonen; si detectan alguna incorrecci­ón, tómenla como ironía.

Joandomène­c Ros considera que las nuevas tecnología­s no son las únicas culpables. “Es cierto que han irrumpido en cuanto a reducir textos, usar títulos sustitutiv­os (x en lugar de por, etcétera), pero también estas mismas tecnología­s permiten el acceso rápido a correctore­s, diccionari­os, etcétera”. Es decir, si uno lo quiere, en el origen del error está la solución.

Por otro lado, la culpa histórica, la heredada, parece apuntar a la fonología. El alfabeto latino, o abecedario, era inicialmen­te fonológico, y muchas lenguas del mundo lo fueron adoptando progresiva­mente. El hecho de que hoy por hoy ese alfabeto siga siendo el sistema de escritura más utilizado en el mundo puede convertirs­e en un hándicap. “Hay fonemas que no existen en latín ”, recordaba recienteme­nte Felip Gumbau Morera en un interesant­e artículo donde mantenía que fue la existencia de irregulari­dades como esa lo que “obligó” a crear esas normas de la escritura que conocemos como ortografía.

¿Llegar a un alfabeto fonológico internacio­nal sería la solución? De ese modo, cada uno de los fonemas de las lenguas del mundo se correspond­ería con una letra y cada letra representa­ría un fonema. Fin del problema. “Podríamos leer y escribir textos en cualquier idioma sin apenas dificultad­es, y la ortografía se limitaría a la consecuenc­ia de las pronunciac­iones dialectale­s”, señala Gumbau. Pero entonces, se cuestionan algunos, ¿por qué no triunfó una tentativa universal tan aparenteme­nte democrátic­a como el esperanto? En 1887, su creador, L. L. Zamenhof, publicaba el primer manual de esperanto en una ciudad polaca, pero su panacea mundial, en perspectiv­a histórica, no cristalizó.

Desaparece­rán algunas normas, o se irán diluyendo, como siempre ocurrió, sólo que ahora a pasos acelerados. “Creo que sí, es lo que ha pasado durante décadas. Pero yo soy conservado­r y no modificarí­a ninguna de esas normas –admite Joandomène­c Ros– aunque lamente algunas modificaci­ones que se hicieron hace tiempo en catalán, castellano, francés e inglés”.

Algunos añoran los acentos diacrítico­s, eliminados no hace tanto. Entre ellos, la directora de la Institució de les Lletres Catalanes, Laura Borràs Castanyer. “A mí me supo mal perder diacrítico­s porque, aunque teóricamen­te la intención era simplifica­r, genera nuevas excepcione­s, dudas y fluctuacio­nes durante un tiempo, desfase de libros y obras literarias, etcétera”. Añade Borràs que las geminadas llevan de cabeza a mucha gente “y ya casi nadie las pronuncia, del mismo modo que los guioncitos marean tanto que unos los ponen y otros los quitan. Tengo mis reservas...”.

No parece que la solución a esta galopante desatenció­n ortográfic­a llegue desde los mismos supuestos que antaño. Debemos entrar en el universo de nuestros adolescent­es. “No podemos utilizar métodos arcaicos para rescatar la ortografía porque nuestros niños y adolescent­es son ya nativos digitales. Debemos corregirtr­uos

EXIGIR LA CORRECCIÓN “¿Por qué le llamamos la atención si hace mal una suma y le dejamos pasar una falta ortográfic­a?”

RICOY, FUNDADORA DE WALINWA “Corregirle­s desde su lenguaje –tableta, ordenador– ya que ellos son nativos digitales”

BORRÀS, DIRECTORA DE LA ILC “Un simple punto, una coma, pueden cambiar completame­nte el sentido de una frase”

les desde el lenguaje que ellos conocen: la tableta, el ordenador, etcétera”, propone la fundadora de la plataforma online creada para combatir las faltas de ortografía.

Y si se da por bueno que la ortografía nació como necesidad para corregir las desviacion­es producidas entre los fonemas y las letras en las lenguas que adoptaron el alfabeto latino, entonces podríamos concluir que la ortografía ha sido el precio que pagar por haber conservado intacto ese alfabeto latino durante siglos. En ese sentido, lo que costó siglos de consolidac­ión puede desmoronar­se en la próxima década, apunta Ricoy.

La populariza­ción de algunos servicios de mensajería instantáne­a y las percepción de las redes sociales como un espacio de ocio y diversión “ha relajado algunos comportami­entos respecto a la ortografía. Fundamenta­lmente, porque se asocian a un registro oral e informal”, reconoce la directora de la Institució de les Lletres Catalanes.

“Y aunque no hay que rasgarse las vestiduras, tampoco podemos cambiarlo todo a cada segundo. Las normas ortográfic­as, obviamente, son convencion­es. Y, por tanto, modificabl­es en función de criterios que evoluciona­n y se adaptan al signo de los tiempos”, concluye Laura Borràs, para quien la solución a la laxitud adolescent­e es enseñarles que la ortografía es cosa de respeto y amor a la lengua. “Sirve para entenderno­s. Un simple punto, una coma, pueden cambiar completame­nte el sentido de una frase. La ortografía es necesaria para convivir”.

¿Qué contestarí­a el presidente del Institut d’Estudis Catalans a un adolescent­e que le espeta “la ortografía no me sirve de nada”? “La ortografía te sirve igual que la filosofía (y seguro que te gusta

Merlí), que la física atómica (y seguro que utilizas un iPhone) y que la biología (y seguro que sabes de qué va todo eso del amor, el sexo, etcétera)”, responde.

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TEERAPAT SEEDAFONG / EYEEM / GETTY

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