Concierto secreto, rock conocido
Los legendarios Foo Fighters presentan en una Sala Barts entregada su nuevo álbum, ‘Concrete and gold’
Hacía sólo un día que había salido al mercado el esperado Concrete and gold (Sony) cuando sus autores, es decir, los Foo Fighters ofrecieron en Barcelona la primera plasmación en directo de las nuevas canciones ya legalmente en circulación. Lo hicieron ayer por partida doble: con encuentros con algunos medios y, sobre todo, con un llamado concierto secreto. Es decir, una descarga rockera convencional, pero ante un público que había conseguido acceder a él a través de invitaciones suministradas por los partners oficiales del acontecimiento. Por el flujo de asistentes y su eco en medios y redes, lo de secreto fue relativo.
La idea original había sido ubicar ese concierto con la banda que lidera Dave Grohl al aire libre en el Tibidabo, pero dada la lluviosa inestabilidad meteorológica, al final se optó por la Sala Barts como el espacio más adecuado, una ubicación más convencional pero más segura en ese aspecto. Pero en otros fue chocante, como el inusitado retraso de una hora en aparecer sobre el escenario (comenzó a las 10 en vez de a las 9), algo que a estas alturas del negocio es bastante insólito a este nivel en Barcelona.
Público entregado, expectante y nervioso el que se dio cita en el local del Paral·lel para asistir a una intensa y entregada demostración de las clásicas virtudes rockeras que destila una banda, icono del primer grunge, que no había vuelto a los escenarios barceloneses desde hacía quince años. Ha llovido lo suyo desde aquella noche de diciembre del 2002, cuando la banda comandada por el que había sido batería de Nirvana vino a presentar One by one, el cuarto álbum de los Foo Fighters y no especialmente inspirado. Después de aquel día pasaron los años hasta que hace dos todo apuntaba a que el musculoso combo iba a actuar en un Palau Sant Jordi que ya había vendido todas las entradas. En aquella ocasión traían bajo el brazo Sonic highways, pero dos días antes tuvieron lugar los sangrientos atentados yihadistas en París, y la banda decidió suspender los cuatro conciertos que les quedaban de la gira europea.
Ahora lo hacen con esa nueva entrega titulada Concrete and gold, de la que Grohl dice estar muy satisfecho. El sexteto estadounidense había llegado ayer por la mañana a la Ciudad Condal y se dedicó en cuerpo y alma a promocionar el flamante disco. Sólo dos horas antes del concierto secreto, los miembros de la banda comentaron pormenores de la gira, el disco o lo que fuese con los medios en un hotel de lujo del paseo de Gràcia. El guitarrista Chris Shiflett, por ejemplo, dijo: “El grunge es un tipo de música que nunca me ha dicho nada, ni entonces ni ahora”, mientras que el bajista Nate Mendel reconoció: “Lo primero que nos dijo Dave (Grohl) sobre el nuevo disco, es que tenía que sonar distinto a lo que habíamos hecho hasta ahora”. El resultado, coincidieron ambos, es que para definir este Concrete and gold “no es mala la definición de Dave de que suena como si canciones de los Beatles fuesen tocadas por Motörhead”. “No somos una banda que haga música como expresión política, porque nuestro objetivo es hacer música que guste a todo tipo de públicos”, indicaron.
Ya sobre el escenario de la sala Barts, y ante una afortunada audiencia de 1.200 aficionados (que demostró una enorme paciencia de espera, posiblemente porque no tuvieron que pagar entrada), el sexteto dio cumplida muestra de su mezcla de rock contundente y acelerado con alguna melodía más reposada. Revisaron material del nuevo disco, como alguno de sus singles (Run o The sky is a neighborhood), y entusiasmaron con un amplio repaso por su aclamada e irregular discografía, tal como anunció el propio Grohl.
En el concierto, que se tenía que haber hecho en el Tibidabo, tocaron clásicos y novedades durante hora y media