La Vanguardia

No era un día para rotar

Al Barça le desagradó todo: el césped alto y seco, un rival tenaz y la realidad del fútbol

- Santiago Segurola

Se dice que los rigores de la liga inglesa se escenifica­n en las invernales noches de la ciudad de Stoke. Algo parecido ocurre en España con el campo del Getafe, donde raro es el equipo que se encuentra cómodo. Es un lugar de extremos: se pasa de un calor aplastante a un frío siberiano, el viento entra por los cuatro costados, las gradas rara vez se llenan y al césped lo caracteriz­a su sequedad. No es un campo cómodo para los grandes. Acuden a Getafe con prevención y algo de desánimo, que es lo que caracteriz­ó al Barça en una actuación vulgar, en las antípodas de la sinfonía que ofreció frente a la Juve.

Al Barça le desagradó todo desde el principio: el césped alto y seco, un rival tenaz y la realidad del fútbol. Un día juegas por la gloria contra la Juve y cuatro días después el fútbol te lleva a Getafe, un sábado a las 4 de la tarde, en una jornada que tiene miga. Valverde lo sabía y alineó al equipo fetén. Sólo faltaba Semedo, un jugador que en el verano invitaba al pesimismo y ahora asoma como titular indiscutib­le.

La dinámica de las rotaciones comenzará pronto, pero Valverde probableme­nte consideró que el partido no invitaba a experiment­os. Un día antes del Real Sociedad-Real Madrid, partido que repentinam­ente alcanza una importanci­a imprevista, el Barça no estaba para concesione­s. Con la excepción de Semedo, jugaron los mismos que deslumbrar­on contra la Juve. En Getafe, jugaron mal todos o casi todos. El Getafe se impuso en todas las cuestiones básicas, menos en el resultado. Se sostuvo sin demasiadas dificultad­es en el capítulo defensivo y generó tantas o más ocasiones que el Barça.

Al Barça le fortalece su sufrida victoria, pero rebaja el grado de euforia que generó el éxito con la Juve. Las rotaciones no hubieran resuelto las dificultad­es que encontró en Getafe. Las dificultad­es las resuelve Messi, que pasó de puntillas por el partido, pero dejó un magistral tiro libre, un par de hermosas jugadas y el pase a Paulinho en la jugada del gol. El brasileño es un centrocamp­ista potente, con un excelente olfato para sorprender en el área y una derecha que es un cañón. Lo acreditó en su valioso remate. Mantiene al Barça en la cabeza del campeonato y coloca al Madrid en la obligación de ganar a la Real Sociedad. Cualquier otro resultado abrirá la puerta a la polémica en el Real Madrid.

El fútbol, un juego donde se pretende ofrecer respuestas sencillas a cuestiones complejas, es un asunto que anima desde hace años al debate sobre las rotaciones. La mayoría de las veces es un debate falso, como tantos otros. En la temporada anterior, Zidane fue aclamado como un genio por su astucia para mover a toda la plantilla. Se dijo que era un maestro de las rotaciones. Después de los empates con el Valencia y el Levante, se le acusó de desestabil­izar al equipo con demasiados cambios.

Las mismas tesis que sirven para elogiar a un entrenador se utilizan para desacredit­arlo. El Barça corrió 20 kilómetros menos que la Juve, pero ganó 3-0 y jugó como en sus mejores días. Se dijo que corrió bien, porque el fútbol no es atletismo. Sin embargo, el déficit de kilometraj­e es uno de los argumentos que más se utilizan para explicar las derrotas de un equipo, y de paso abrir dudas sobre su profesiona­lidad.

Valverde dejó para otro día el asunto de las rotaciones. Prefería la máxima fiabilidad en un partido de gran importanci­a. Otra cosa fue la respuesta del equipo. No jugó mal por cansancio. Funcionó mal por desorden, imprecisió­n, mala adaptación a las condicione­s del césped y las deficiente­s actuacione­s de varios jugadores, Luis Suárez a la cabeza de todos.

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DANI DUCH Paulinho celebra su decisivo gol en el Coliseum Alfonso Pérez
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