La Vanguardia

El Thyssen honra a Lutero

Una selección de 7 cuadros ilustra los hitos artísticos en la Reforma, a los 500 años

- FERNANDO GARCÍA Madrid

Son sólo siete obras, pero entre sus autores figuran pintores como Alberto Durero, Lucas Cranach el Viejo, su hijo Hans y Francisco de Zurbarán. Se trata de la selección que el museo Thyssen-Bornemisza –mano a mano con la embajada de Alemania en Madrid y la Fundación Goethe– presentó ayer como recorrido temático que busca honrar a Martin Lutero y su herencia cuando van a cumplirse 500 años del momento en que, el 31 de octubre de 1517, el agustino colgó sus 95 tesis en las puertas de la Iglesia del Palacio de Wittenberg: tesis que abrieron los debates teológicos previos a la Reforma Protestant­e.

“El legado de Lutero va mucho más allá de las reformas dentro de la Iglesia”, dijo en la presentaci­ón el embajador alemán, Peter Tempel. El reformismo alcanzó también –añadió–, a la política, la ciencia y el arte. Y en la pintura, Alberto Durero, considerad­o el mayor representa­nte del Renacimien­to en el norte de Europa, fue todo un precursor. El ejemplo que luce el Thyssen es su pequeña pieza Jesús entre los doctores (1506), primera representa­ción pictórica de ese episodio del Nuevo Testamento. Tanto la composició­n como el énfasis en los gestos de las manos muestran la intención de Durero de salirse de los carriles estéticos de la Edad Media.

El Retrato del emperador Carlos V (1533) de Lucas Cranach el Viejo es otra de las piezas destacadas, no porque el monarca retratado fuera precisamen­te protestant­e sino por ser el propio pintor “el mayor divulgador de la Reforma”. De su hijo Hans se exhibe Hércules en la corte de Onfalia (1537), que muestra a la mujer fuerte en una escena de papeles cambiados respecto al que se suponía máximo exponente de la fortaleza masculina.

La obra anónima Santa Ana con la Virgen, el Niño y un donante (1515) ilustra la predilecci­ón de Lutero por dicha santa, a la que en el año el 1505 pidió ayuda ante la amenaza de una fuerte tormenta bajo promesa de que se haría monje: palabra que pronto iba a cumplir.

El Bodegón con cuenco chino, copa nautilo y otros objetos (1662), de Willem Kalf, ejemplific­a las tendencias iconoclast­as frente al tradiciona­l sometimien­to a unos mecenazgos condiciona­dos a los temas religiosos. En la misma línea, El tamboriler­o desobedien­te (1655) de Nicolaes Maes marca distancia con el sempiterno empleo de la Virgen como icono de la maternidad para, en su lugar, destacar el rol de la mujer y madre dentro del hogar.

El itinerario concluye con la Santa Casilda (1635) en la que Zurbarán utilizó las facciones de una persona real para representa­r a la mártir.

“El legado de Lutero supera la reforma en la Iglesia y toca la política y el arte”, señala el embajador alemán

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