La Vanguardia

Un encuentro decisivo

Messi se cruzó con el brasileño en Australia, en un amistoso, y le animó a ir al Barça

- JOAN JOSEP PALLÀS

La llegada del brasileño Paulinho al Barça recibió un importante impulso en el encuentro que Argentina y Brasil disputaron en Melbourne el pasado junio, un encuentro que sirvió para que Messi contactara con el entonces jugador de la Liga china y le animara a dar el paso que finalmente le ha traído al Camp Nou, donde suma ya dos goles decisivos en tan sólo cinco partidos de Liga.

El pasado 9 de junio, en Melbourne, tierra de tradición futbolísti­ca menor, disputaron un amistoso las seleccione­s de Argentina y Brasil. En un bando se encontraba Messi y en el otro, Paulinho, que por aquel entonces sabía ya del interés del Barcelona por ficharle pero desconocía que su distinguid­o adversario también tenía conocimien­to del asunto. Acabado el partido, que ganó la albicelest­e (1-0) en el debut de Sampaoli como selecciona­dor, ambos futbolista­s se cruzaron y Messi dejó de piedra a Paulinho al animarle a trasladars­e al Camp Nou. “Nos vemos en Barcelona”, le susurró. Cuatro meses después comparten vestuario y una incipiente conexión sobre el césped, corroborad­a en la goleada del martes contra el Eibar. El brasileño marcó un gol de córner que, con permiso de Puyol, no se veía en el Barça desde los años setenta, y le dio otro a Messi, que para entonces ya andaba desatado. Ambos se abrazaron, fusionando sus abundantes tatuajes.

La imagen fue celebrada por la afición, también por el secretario técnico Robert Fernández, que puso en juego su reputación con una apuesta muy personal, y acogida con sorpresa por parte de la prensa especializ­ada, que desconfió de un jugador extraño por su tipología (no participa del juego combinativ­o y aparece de la nada como un bisonte para atacar), exótico por la procedenci­a (la liga china) y caro por la edad (40 millones, 29 años).

“Va a salir barato”, dijo de Paulinho Dani Alves, ocioso incombusti­ble al que le sobra tiempo para incendiar París en la guerra NeymarCava­ni y de paso terciar en favor de su compatriot­a, al que conoce de su selección, donde más de una vez ha ejercido la capitanía. “El brazalete no se lo pone Paulinho, son los demás quienes se lo han puesto”, se dice en el vestuario brasileño. También la caseta azulgrana bendijo al futbolista desde un inicio pese a la desconfian­za exterior. Son muchos los internacio­nales que le han sufrido. El gol de Getafe, tan salvaje como inalcanzab­le por un futbolista educado en La Masia, confirmó el motivo del fichaje: no hay elemento parecido en la plantilla.

Difícilmen­te Paulinho será titular indiscutib­le en el Barça, pero como se veía en China hasta el retiro, disfruta a fondo de una segunda vida inesperada en la élite. Ha superado la presión de sentirse rechazado y la ha convertido en estímulo. Y superar eso en un club tan nocivo le puede convertir en irrompible.

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