La Vanguardia

Tom Dumoulin

El gigante Dumoulin, de 1,86 m, arrolla a Froome en la lucha contra el crono

- SERGIO HEREDIA Barcelona

CICLISTA

No hubo historia en el Mundial de contrarrel­oj de Bergen, en Noruega. Tom Dumoulin (26) arrolló a Chris Froome y abrió un debate en el escenario del ciclismo, que se pregunta si al fin ha llegado el turno del gigante holandés.

–En el último kilómetro, yo pedaleaba al límite de mi potencia. Y sin embargo, podía escuchar al público voceando detrás de mí. Cuando pude, miré atrás. Y entonces distinguí el maillot naranja de Dumoulin. Y pensé: “Guau, está volando” –dijo ayer Chris Froome.

Decían los expertos: “El duelo entre Froome y Tom Dumoulin por el Mundial de contrarrel­oj va a ser mayúsculo”.

Y lo hubo. Hubo duelo.

Pero menos.

Digamos que Dumoulin (26) se comió a Froome (32). Durante 31 kilómetros, Dumoulin pedaleó a una media de 40,626 km/h, obviando el ascenso al monte Floyen, de 3,4 km al 9,1%, y así abrió un abismo de 1m21s sobre Froome, que ni siquiera fue plata. Entre ambos se coló el esloveno Primos Roglic (a 57s de Dumoulin). De Jonathan Castroviej­o apenas se supo nada. Firmó el 14.º tiempo, a 2m de Dumoulin.

Y entonces todo se aclaró. De cara al próximo Tour, a Froome se le complican las cosas. Un coloso de 1,86 m de estatura le supera contra el crono.

–Apenas me lo puedo creer –dijo Dumoulin.

El holandés ya no es un advenedizo, sino un ciclista completo, muy distinto a aquel muchacho semidescon­ocido que, dos años atrás, había aparecido en la Vuelta a España para plantarle cara a Aru, Purito Rodríguez, Nairo Quintana y Valverde. Entonces Dumoulin acabaría rindiéndos­e, sexto en la general. Pero los expertos tomaban nota. Apenas sumaba 24 años.

Debía haber explotado al año siguiente, se decía. El año pasado, vamos. Pero se quedó a medio gas. Se retiró del Giro de Italia, cuya clasificac­ión había liderado durante seis etapas, lastrado por las hemorroide­s. Y se retiró del Tour, tras sumar dos etapas, después de caerse de la bicicleta, en la etapa 18. Se rompió la muñeca. Acogotado a golpes, esperó. Apareció este año, esta primavera. Y esta vez nadie, ningún infortunio, pudo detenerle en el Giro. Se lo llevó con solvencia, con un margen de medio minuto sobre Quintana y 40 segundos sobre Nibali.

Y luego volvió a esperar. Dijo que le tenía ganas a este Mundial de contrarrel­oj.

Se mantuvo entre bastidores, trabajando en solitario, mientras Froome se batía contra todos. Este año, el rodillo keniano -británico se había marcado metas muy altas. No queda claro en qué piensa. Tal vez intuye el final de su reinado. Tal vez pretende trascender, llegar allí donde casi nadie lo ha hecho. Tras ganar su cuarto Tour y su primera Vuelta, miró los libros de estadístic­a, y vio un dato: nadie ha sumado dos grandes y el Mundial contrarrel­oj en un mismo año (Eddy Merck y Stephen Roche han ganado dos grandes y el Mundial en ruta, en 1974 y 1987, respectiva­mente). Y para ahí, para Bergen, que se fue. ¿Y qué se encontró? Desde luego, poco de lo que estaba buscando. Un circuito relativame­nte favorable. Tres cuartas partes llanas, con ciertos peraltes, y un final anaeróbico: tres kilómetros a una pendiente media del 9,1%. Y un rival largo, afilado como un pararrayos, el amigo Dumoulin.

Así que la pelea se despachó en nueve o diez kilómetros. El tiempo que invirtió Dumoulin en abrir un margen de 15 segundos sobre Froome. En televisión, se distinguía­n dos siluetas contrapues­tas. Mientras Dumoulin se acoplaba a la cabra, un desarrollo largo, un pedaleo redondo, Froome seguía su librillo: un tirillas retorciénd­ose, el hombre del molinillo.

Alea jacta est.

Veinte segundos de margen. Treinta. Cincuenta al pie del monte Floyen. De repente, Froome sintió un escalofrío. ¿Y si Dumoulin, que había arrancado un minuto y medio más tarde, le doblaba...?

–¡Guau, vaya día! –dijo Dumoulin.

UNA REALIDAD

Tras un 2016 repleto de lesiones, se ha consolidad­o este año: en primavera ganaba el Giro

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CORNELIUS POPPE / EFE Dumoulin, durante el ascenso al monte Floyen, ayer en Bergen (Noruega)

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