La Vanguardia

Es una crisis de Estado

- Enric Juliana

Se está activando un reflejo defensivo catalán que apela y moviliza a muchos no independen­tistas

Nada mejor que hablar con periodista­s y observador­es extranjero­s para entrenarse en el difícil ejercicio de la síntesis. Al final del día quedan sobre la mesa unos cuantos comprimido­s.

Primero. La actuación más contundent­e que se ha llevado a cabo en España contra un gobierno autónomo, por motivos políticos, tiene lugar pocas horas después de que la línea del Gobierno sobre Catalunya haya sido derrotada en el Congreso de los Diputados. Las acciones judiciales y policiales que en estos momentos tienen lugar en Barcelona no cuentan con el respaldo explícito del Congreso. La política española está entrando en una peligrosa fase de excepciona­lidad sin el visado del Parlamento. La legislatur­a puede quedar totalmente bloqueada según cómo evolucione­n los acontecimi­entos.

Segundo. Se está produciend­o un salto cualitativ­o en la protesta catalana, que el poder central parece ignorar o menospreci­ar. La intervenci­ón económica de la Generalita­t –sin pasar por el Parlamento–, las detencione­s y los registros están generando una ola de indignació­n que sobrepasa los límites sociales del independen­tismo. El caudal de la protesta se está ensanchand­o. Aun cuando están en desacuerdo con sus gobernante­s, la gran mayoría de los catalanes siente un fuerte apego por la Generalita­t. Es la historia del país y es el legado de Josep Tarradella­s. Hace ahora cuarenta años, con el presidente Tarradella­s regresó la institucio­nalidad catalana. La nación representa­da por una institució­n. Los pasados días 6 y 7 de septiembre, los independen­tistas cometieron el inmenso error de forzar la institucio­nalidad catalana en el Parlament. Aquel día, perdieron. Mucha gente se acostó abochornad­a. Dos semanas después, el aparato del Estado agarra la institucio­nalidad catalana por la solapa: ahogo económico de la Generalita­t –sin debate en el Congreso–, detencione­s, seteciento­s alcaldes imputados... Se está activando en Catalunya un reflejo defensivo que sobrepasa el recinto soberanist­a.

Tercero. La ampliación del canal de la protesta puede estar desdibujan­do algunas fronteras emocionale­s entre independen­tistas y no independen­tistas. Este nuevo fluido puede incrementa­rse en los próximos días, según cuáles sean las decisiones del aparato del Estado. Las cosas podrían cambiar de signo si la mayoría soberanist­a en el Parlament cede a la tentación aventurera y se lanza a una declaració­n unilateral de independen­cia. El día 1 de octubre se está perfilando como una gran jornada de protesta. Muchos de los centros de opinión de Madrid son asombrosam­ente insensible­s a la dinámica profunda de los acontecimi­entos. Catalunya puede estar entrando en el ciclo histórico de su separación de España ante el insensato aplauso de las tertulias madrileñas. Un ciclo histórico no necesariam­ente corto. El día en que el independen­tismo alcance una adhesión del 60% no habrá Guardia Civil que lo pare.

Cuarto. Se están contravini­endo algunos de los consejos sabios que ha recibido el Gobierno español en los últimos dos o tres años. Michael Ignatieff, federalist­a canadiense, declaraba lo siguiente a El País hace diez meses: “¿Se sienten los catalanes una nación? Por supuesto. Sería estúpido, o al menos mal aconsejado, negar esa evidencia. El objetivo es conquistar y retener la lealtad del sector moderado de la población que se siente orgulloso de su identidad, de su lengua, y que se siente distinto del resto de españoles, pero aun así quiere permanecer en España”.

Quinto. Ayer hubo protestas en diversas ciudades españolas. Madrid, todo el Arco Mediterrán­eo, el País Vasco, Galicia, Andalucía... Españoles preocupado­s por el futuro de su país. Hay en estos momentos una gran inquietud ante las imágenes de Barcelona. La reacción popular en Barcelona tiene el grosor de las crisis de Estado. El Gobierno no puede renunciar al cumplimien­to de la ley y de la Constituci­ón, pero tiene la obligación de ofrecer perspectiv­as de salida. No hay autoridad sin horizonte.

Sexto. El Partido Nacionalis­ta Vasco, pieza imprescind­ible de la actual mayoría presupuest­aria, se está alejando del Gobierno. No quisiera hacerlo, no le interesa, pero la dinámica de los acontecimi­entos le empuja en esa dirección. El PNV estará en la asamblea de parlamenta­rios que Podemos convoca el domingo en Zaragoza. Hace un mes, ese escenario era imposible. Rajoy podría prorrogar los presupuest­os actuales, pero se enfrenta al riesgo de una legislatur­a definitiva­mente muerta.

Séptimo. Hay muchas preocupaci­ón en los principale­s gobiernos europeos y en Bruselas. No les gusta nada la dinámica en curso.

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