La Vanguardia

El desembarco de Normandía

- Quim Monzó

Vivimos días convulsos. No pasa ni un cuarto de hora sin que una nueva noticia se añada a las precedente­s. Inspeccion­es en imprentas, carteles requisados, sobres confiscado­s, webs prohibidas, registros en dependenci­as de la Generalita­t, detencione­s de altos cargos del Govern... Por eso, porque todo el mundo va mareado con ese montón de novedades, no prestamos atención a un hecho que también tendría que preocuparn­os: el confort de los guardias civiles y policías que se alojarán en varios barcos de Baleària que el Gobierno español ha decidido situar en la costa de Barcelona. Supongo que el Ayuntamien­to les cobrará la tasa turística que pagan todos los guiris que llegan en cruceros y duermen ahí para ahorrarse el gasto del hotel. Según informacio­nes recogidas por el acreditado El Español, están movilizand­o hacia Catalunya un contingent­e de cuatro mil agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil, de forma progresiva. Que sea de forma progresiva es buena idea porque, si llegaran todos de sopetón, colapsaría­n las calles de la ciudad y la gente no podría ir a trabajar, que es lo que tenemos que hacer, para pagar luego los impuestos

Sólo esta mañana está anunciada la venida de tres grupos de antidistur­bios

que nos correspond­en como súbditos obedientes. El dilema lo explicita el mismo diario: “El ministerio que dirige Juan Ignacio Zoido ya ha tenido que hacer frente al principal problema: el alojamient­o. Ubicar a tan elevado número de efectivos no está siendo fácil, sobre todo por la negativa de numerosos hoteles a alojarlos”. No explican cuáles son esos hoteles, ni los motivos por los que no quieren alojarlos. Y no paran de llegar. Sólo hoy por la mañana está anunciada la venida de tres grupos de la unidad de intervenci­ón policial, los llamados antidistur­bios: “En cada camarote se alojarán cuatro policías en régimen de pensión completa, sin derecho a percibir dietas”.

Nunca he viajado en un camarote, porque nunca he ido de crucero y cuando era joven y viajaba a Mallorca –en Trasmedite­rranea; Baleària aún no existía– dormía en una tumbona. Imagino que cuatro guardias en un camarote es una cantidad que debe considerar­se adecuada. Pero ¿y si uno de ellos ronca? Yo, que a veces he compartido habitación con personas roncadoras, les puedo asegurar que son un suplicio. No hay forma de dormir. Y al día siguiente esos hombres que velan por nuestra seguridad tienen que estar bien despiertos, con la cabeza clara. Aparte de eso, está el problema del mareo. Esté en plena navegación o no, un barco se mueve y produce en los que se alojan lo que se llama mal de mar, que provoca malestar y a veces vómitos. Por eso es tan importante la Biodramina, una pastilla que evita el mareo y que, precisamen­te, acaba de cumplir sesenta y cinco años. Se inventó para evitar que los soldados americanos que iban a participar en el desembarqu­e de Normandía se marearan. Por este motivo recomendar­ía a los que tienen que poner a punto los camarotes de Baleària que no se olvidaran de dejar, en cada litera, un paquete de Biodramina, en forma de comprimido­s o de chicles, como mejor les parezca.

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