República Dominicana, la isla inaudita
Podría ser Suiza, pero es la cordillera Central de República Dominicana; podría ser el Sáhara, pero son las dunas de Baní, que ocupan toda la península de Las Calderas, en República Dominicana. Y podría ser el oscuro, denso y amenazante río de Apocalypse Now, pero es, de nuevo, República Dominicana. Le tomamos prestado a Eduardo Mendoza el título de su estupendo libro dedicado a Venecia para rebautizar a La Española, que República Dominicana comparte con Haití, como la isla inaudita, porque, más allá de sus reputadas playas, alberga decenas de rincones insospechados.
LA OTRA REPÚBLICA DOMINICANA
No vamos a engañarnos, es lícito atrincherarse en los atractivos grandes resorts del país, porque están en algunas de las playas más deseables del Caribe y cuentan con tal cantidad de comodidades, oferta de ocio, gastronómica y deportiva que es una verdadera hazaña vencer la tentación de quedarnos diez días disfrutando de ellos. Sin embargo, quienes se aventuren a salir de ellos, se encontrarán con un país que es una auténtica caja de sorpresas, desde exuberantes parques naturales hasta una sorprendentemente amplia oferta museística y cultural.
Tierra de conquistadores y piratas, el país natal de Oscar de la Renta y Juan Luis Guerra puede recorrerse por libre, alquilando un coche con o sin chofer. O podemos optar también por la solución, muchas veces más cómoda, de apuntarnos a las excursiones que organizan los propios hoteles, un abanico muy amplio de propuestas. Una posibilidad que cada vez gana más adeptos es instalarse en la capital, Santo Domingo, como base para recorrer el país. Fundada en 1498, es la más antigua del continente americano y sobrevivió a tres siglos de dominación española, a un brutal saqueo por parte del corsario inglés Francis Drake y a las fechorías del dictador Trujillo, retratadas con detalle en La fiesta del Chivo, de Vargas Llosa. Este turbulento pasado ha dejado en la capital una huella en forma de construcciones históricas que conviven con altísimos rascacielos. Cuenta con la universidad, la fortaleza y la catedral más antiguas del Nuevo Mundo, y su zona colonial es Patrimonio Mundial de la Unesco. El Museo Alcázar de Colón y el de las Casas Reales son otras citas que no se pueden perder los amantes de la historia.
En cuanto a ambiente, los recién llegados se sorprenderán con los omnipresentes colmados, que invaden cada esquina y en los que se puede comprar de todo durante el día; cuando cae la noche, se transforman en bulliciosos puntos de encuentro, con música a todo volumen y muchos dominicanos con ganas de diversión. Aquí nacieron géneros musicales como el merengue o la bachata, y las oportunidades para disfrutar de la noche y bailar son infinitas.
ARRECIFES DE CORAL
Más allá de la capital, sobra decir que sus cientos de kilómetros de costa, muchos de ellos de aguas turquesas y arena blanquísima, a la sombra de las palmeras, son el punto de partida lógico de cualquier viaje a la Quisqueya –nombre que los nativos daban a la isla–. Punta Cana y Puerto Plata concentran algunas de las playas más paradisíacas y la oferta más apetecible. De hecho, Punta Cana, en el extremo oriental de la isla, concentra playas rodeadas de arrecifes de coral y cocoteros, como Bávaro o la de Macao, escogida por la Unesco como una de las mejores del mundo. Desde aquí pueden realizarse excursiones para bucear entre tiburones y rayas, sumergirse en las frondosas selvas de la península de Samaná, recorrer la costa en helicóptero o salir a navegar para avistar ballenas jorobadas. Puerto Plata, en la costa del Ámbar, cuenta por su parte con destinos como playa Dorada y pintorescos pueblos costeros, y es también un apreciado destino para los amantes del surf.
DE COPPOLA A SPIELBERG
Los cinéfilos tendrán también aquí donde escoger, porque entre las excursiones que pueden realizarse está la navegación por el río Chavón, en La Romana, que fue escenario de películas como Apocalypse Now, Rambo 3 y Anaconda.
En el paisaje virgen de Samaná, los amantes de Spielberg reconocerán muchas escenas de Jurassic Park, mientras que la capital ha aparecido (muchas veces recreando ciudades cubanas en la ficción) en películas como El Padrino II.
LA SUIZA CARIBEÑA
Entre las localidades más curiosas del país está Constanza, en la cordillera Central, que con sus 1.250 metros sobre el nivel del mar ofrece un panorama más parecido al alpino que al caribeño, con cabañas, pinos y una temperatura que en verano puede bajar de los 0º. Se la conoce como la Suiza caribeña y es la ciudad más fría del Caribe.
En la península de Las Calderas, en cambio, el paisaje se transforma en un desierto, con un curioso campo de dunas de 15 km que alberga fauna autóctona más propia del norte de África que de estas latitudes.
Si no queremos despedirnos de esta isla llena de rincones sorprendentes sin un recuerdo, los mejores caprichos incluyen el ámbar, las pinturas coloristas, los puros y el preciado ron dominicano.