Los excesos verbales
Salvador Cardús escribe sobre el choque institucional entre la Generalitat y la Moncloa: “El Estado y sus aparatos de propaganda se han parapetado en un callejón que no tiene otra salida que ganar por 10 a 0. Buscar un diálogo aceptable con Catalunya significaría reconocer la dignidad política que le ha sido negada. El premio Nobel de la Paz Desmond Tutu ya advertía que hay que tener cuidado con lo que se dice del adversario porque la paz siempre se hace con el enemigo”.
Uno les echa de menos: Miguel Gila, Rafael Azcona, Joan Capri, Eugenio, Chummy Chúmez, Pepe Isbert, Tip y Coll, Perich, Mingote... Y especialmente al más profético de todos los humoristas, Luis García Berlanga, el cineasta que mejor ha resumido España: ¡menuda tropa!
La despedida de guardias civiles en Huelva y otros puntos de Andalucía al grito de “¡a por ellos, oé!” es berlanguiana: sólo hay un pueblo en el mundo capaz de un patriotismo tan folklórico y contraproducente. Es una escena que nos retrata –a quienes nos sentimos españoles en tanto que nacidos en un territorio de patriotismo de bajo coste– y que indignará a muchos catalanes, algo muy comprensible.
En lugar de entregarles sobres de jamón al vacío o cajas de gamba blanca de Huelva para repartir entre los catalanes, como hacían los americanos en Alemania o Vietnam, a los onubenses sólo se les ha ocurrido corear ese “¡a por ellos!” futbolero y contraproducente como si los catalanes fuésemos una peña del Bayern de Munich y no sus compatriotas.
Yo no creo que el grito fuese, sin embargo, una invitación a darnos cuatro leches ni a encarcelarnos. Es un grito tribal, propio de la frivolidad con que los españoles se toman la patria, después de ver, durante el franquismo, cómo la patria era abducida por la dictadura. Uno duda de si el himno español carece de letra por despiste, para evitar que los llamados a cantarlo introdujesen chirigotas, insultos al clero/la CUP o para, aprovechando que los otros ya lo corean, irse a hacer dos o tres recados.
Los españoles se relacionan mal con el patriotismo porque aún sobrevive un alma ibérica individualista y una desconfianza atávica que se traduce
Me gustaría aclarar a los amigos de Huelva que los catalanes no somos una peña del Bayern de Munich
en esa inmensa capacidad de hacer todos lo que nos da la gana y que salga el sol por Antequera. ¿Hay algún país del mundo donde silben a uno de los jugadores más comprometidos con su selección y eso entre dentro del código de conductas patrióticas?
Los españoles, sí, tenemos muchos defectos y, ya se ve, una pésima relación con la patria. La nuestra y, claro, la de los demás. Estos señores de Huelva se habrán dicho que en lugar de despedir a la Guardia Civil con claveles mejor hacerlo con tonterías, que aquí nos suenan tan mal como allá el Passi-ho bé de La Trinca.
Cuando todo esto haya pasado, quedará –espero– un retablo tan rico, entrañable y risible como el de La escopeta nacional. La lástima es que faltarán aquellas miradas tan irónicas, descreídas y transversales como la de Luis García Berlanga y muchos de los humoristas citados.
Que no sufran familiares, cuñados y simpatizantes de la Guardia Civil de Huelva porque aquí en Catalunya se sentirán como en su Celtiberia: curas montserratinos, los freedom fighters
Sánchez & Cuixart, las cuestaciones callejeras pro president Mas...