La Vanguardia

Desafío pintado en hormigón

Las tensiones entre kurdos y chiíes empeoran en los territorio­s disputados entre Irbil y Bagdad

- CATALINA GÓMEZ ÁNGEL Tuz Jormato. Servicio especial

La gran bandera kurda pintada en los muros de hormigón que protegen la entrada de la casa de Goran Gewher podría ser interpreta­da como un símbolo de nacionalis­mo en época de referéndum. Pero en Tuz Jormato, a 80 kilómetros de Kirkuk, y en la carretera hacia Bagdad, es vista como un desafío. Como muchos de los actos de Goran, de 37 años, y que es considerad­o uno de los héroes de la nueva generación de kurdos.

“No es sólo con los kurdos. Mire la mezquita y observará las banderas negras. Es una mezquita de árabes suníes pero ahora han levantado allí sus símbolos”, señala Goran en la terraza de su casa, convertida en una fortificac­ión. Se refiere a las decenas de milicias chiíes desplegada­s en esta población y con las que Goran, y el resto de los kurdos, viven en un choque constante. La situación ha empeorado desde el anuncio del referéndum. Después de muchas discusione­s entre políticos locales, acabó realizándo­se en Tuz Jormato, que forma parte de los territorio­s en disputa que los kurdos reclaman como propios.

A los muros de hormigón que protegen la casa se suman los costales llenos de arena que se levantan sobre la terraza, con varios impactos de proyectile­s. Solo dos días antes de nuestra visita habían lanzado un mortero. “Un mensaje de amenaza por el referéndum”, dice. Desde la parte alta de la vivienda se divisan un gran número de banderas con el rostro del imán Hussein, símbolo de los chiíes. Se levantan a lo largo de la carretera que atraviesa esta población, de 60.000 habitantes, que representa la complejida­d de los territorio­s en disputa entre los kurdos y el Gobierno de Bagdad.

Históricam­ente los kurdos han convivido aquí junto a turcomanos –suníes y chiíes– y árabes suníes. Pero cuando en el 2013 el Estado Islámico (EI) avanzó en Irak y llegó a las puertas de Tuz Jormato, los peshmergas kurdos llenaron el vacío que dejó el ejército iraquí, que había abandonado sus posiciones. Desde entonces Tuz Jormato es gobernada por los kurdos, que a su vez lideraron la batalla contra el EI. Luego se unió el ejército iraquí y las fuerzas de movilizaci­ón popular, como se conoce a las milicias de mayoría chií formadas a raíz de la fetua del gran ayatolá Sistani, la máxima figura del chiísmo en Irak. Esta rama del islam, concentrad­a en el centro y el sur de Irak, representa alrededor del 60% de la población.

Frente al declive del ejército iraquí y el peligro que corría el país de caer totalmente en manos del EI, el ayatolá Sistani llamó a la población a unirse a la lucha. Surgieron decenas de grupos, unos con más experienci­a y mejor financiado­s que otros, que localmente se llaman Hash al Shabi. Han sido unas fuerzas bastante efectivas contra el yihadismo, pero su manera de actuar, que algunos tachan de violenta, no deja de causar polémica.

Si bien al comienzo los kurdos y las milicias pelearon contra el EI, la tensión entre ambos ha crecido con el tiempo. En un viaje en septiembre del 2014 los kurdos de la zona ya advertían sobre el choque y temían que, una vez el EI estuviera derrotado –hoy se encuentra a más de 50 kilómetros–, la pelea sería con los chiíes, como sucede. Aseguran que intentan expulsar tanto a kurdos como a otros suníes que siempre han vivido aquí. Según los expertos, la razón yace en que Tuz Jormato es estratégic­a en la ruta que Irán –que apoya a muchas de las milicias– estaría abriendo a través de Irak y Siria hasta llegar al Líbano, lo que le permitiría tener comunicaci­ón terrestre con Hizbulah.

Goran cuenta que poco después de su llegada las milicias chiíes empezaron una campaña para expulsar a los kurdos, especialme­nte a aquellos que viven al borde la de la carretera, como él. Muchos fueron atacados, otros secuestrad­os, así que no les quedó otra que trasladars­e al interior de la ciudad o a poblacione­s de mayoría kurda como Irbil o Solimán. Y los que se quedaron, como él, pagaron su precio.

En abril del 2016 su casa fue atacada con una granada. Los peshmergas que lo vigilaban respondier­on, y terminó en un gran enfrentami­ento en el que intervinie­ron fuerzas de otras partes del Kurdistán, e incluso jóvenes kurdos que se enteraron. Desde entonces vive custodiado por una veintena de bravos peshmergas que utilizan carros armados cuando Goran tiene que abandonar la fortificac­ión.

“No soy un líder, pero sí una persona que cree que hay que defender lo nuestro”, asegura. Cree que el referéndum fortalecer­á a los kurdos locales, pero también es consciente que las próximas semanas serán difíciles. Las Hash al Shabi se oponen rotundamen­te al plebiscito y han anunciado represalia­s, especialme­nte en las zonas en disputa como Tuz Jormato o Kirkuk. El lunes, cuando se llevó a cabo la votación, las milicias emboscaron un convoy peshmerga en las cercanías de la población. Hubo dos muertos.

“No buscamos pelea. Pero si nos atacan estamos listos para responder”, asegura Goran. Viste con un traje bombacho y la chaqueta tradiciona­l de los kurdos, de color café, como sus acompañant­es. Su familia está lejos, pero él se quedará a pelear hasta el final. “Es mi ciudad, donde crecí, ¿por qué alguien de fuera me va a echar?”, concluye.

Después de su llegada, las milicias chiíes expulsaron por la fuerza a los kurdos que viven al borde de la carretera

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THAIER AL-SUDANI / REUTERS Tres chiíes caminan ante imágenes del imán Hussein en Tuz Jormato, que los kurdos reclaman como propio

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