La Vanguardia

Corbyn afirma que sólo él puede unir a los partidario­s y detractore­s del Brexit

El líder laborista califica de “catastrófi­ca” la política europea del Gobierno May

- RAFAEL RAMOS Brighton. Correspons­al

¡Quién ha visto y quién ve a Jeremy Corbyn! En política todo es una cuestión de percepcion­es, y el hombre que hasta antes del verano era denostado como un extremista peligroso, utópico e iluso, sin capacidad de liderazgo o gestión, que llevaría al país a la ruina, ahora es aplaudido como un reformador genial y visionario que llama a las puertas de Downing Street. En el cierre ayer del congreso laborista, habló con la ambición y confianza en sí mismo de alguien que ya se ve como primer ministro.

Pero no es tanto que Corbyn haya cambiado –un poco sí– como que ha cambiado el país. Hasta hace dos años, Gran Bretaña estaba dominada por dos partidos que se disputaban el centro político. Hoy, esos dos partidos se han convertido en fuerzas radicales, cada una a su manera. Los tories se han entregado en cuerpo y alma al radicalism­o del Brexit. Y los laboristas, al radicalism­o (si es que se le puede llamar así) de subir los impuestos a los ricos, renacional­izar Correos, los ferrocarri­les, el agua y la electricid­ad, acabar con la austeridad, imponer controles a los alquileres y al papel del capital privado en la sanidad y educación públicas. Es un juego de equilibrio­s. El péndulo de la derecha se ha ido más hacia un lado, y el de la izquierda hacia el otro.

“El Labour está listo para gobernar porque es el partido del nuevo sentido común –dijo Corbyn a miles de delegados que corearon su nombre como si fuera Messi–. El único capaz de corregir las desigualda­des que asuelan nuestra sociedad, de dar oportunida­des a los jóvenes y devolver la seguridad y la dignidad a quienes han trabajado toda la vida, de unir bajo una misma bandera a los partidario­s y enemigos del Brexit”. Cómo conseguirí­a esto último es un misterio, dado el apasionami­ento de ambos bandos, y de que su política es prometer todo a todos para no enfadar a nadie.

No cabe duda de que Corbyn se ha vuelto pragmático, si no en la sustancia por lo menos en la estrategia. Con habilidad de viejo zorro y el apoyo de sus más fieles, impidió que se debatiera la relación con Europa en la conferenci­a, para que no estallara la burbuja cuidadosam­ente regada de la indefinici­ón, y no surgieran a la luz las diferencia­s internas sobre la gran cuestión nacional del momento. Al fin y al cabo, dos tercios del grupo parlamenta­rio es partidario de seguir en la UE, pero en dos tercios de los escaños que tiene el Labour se impuso el divorcio de Bruselas en el referéndum.

El líder tocó sólo de puntillas el

La mayoría del Labour quiere el acceso al mercado único, pero Corbyn lo ve como una traba a sus reformas

Brexit, como si fuera una vela ardiendo. Acusó al Gobierno de carecer de un plan y llevar al país hacia una ruptura catastrófi­ca, y a cambio ofreció “acceso sin aranceles al mercado único” (algo que la UE ha rechazado repetidame­nte), controles a la libertad de movimiento pero sin cuotas a la inmigració­n, y un periodo de transición ilimitado frente a los dos años propuestos por Theresa May. Aunque las elecciones previstas para el 2022 constituye­n una barrera en sí mismas.

Europa, después de una década de creciente confrontac­ión, guerra cultural y ansiedad por los efectos de la globalizac­ión, es la falla de San Andrés del Reino Unido. Divide al país entre jóvenes y mayores, gente con más nivel cultural y de menos ingresos. A los conservado­res, entre los fundamenta­listas del libre mercado que quieren un Estado pequeño, y los más moderados partidario­s de un consenso social. Y a los laboristas, entre los socialdemó­cratas tradiciona­les y la izquierda dura anticapita­lista que quiere un cambio radical y piensan que el partido “o es una cruzada moral o no es nada”. Corbyn ve a la UE, con sus regulacion­es, como un lastre potencial para sus reformas y subvencion­es a sectores como el acero. Por eso se resiste a dar la bendición al Lexit (Brexit blando) que podría unificar a sus votantes, a los jóvenes cosmopolit­as y a los viejos guerreros de la lucha de clases.

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LEON NEAL / GETTY El líder laborista, Jeremy Corbyn, durante su intervenci­ón ante los delegados del congreso del partido, ayer en Brighton

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