La Vanguardia

La fuerza bruta

- Pilar Rahola

Lo peor de no tener plan B es que si falla, no hay nada que lo sustituya. Y esa lógica es tan aplastante que sólo puede obviarse o por arrogancia o por inconscien­cia. Además, está aquel principio de Sun Tzu que asegura que sólo cuando se conoce cada detalle de la condición del terreno se puede maniobrar y luchar. Es decir, para toda acción lo fundamenta­l es conocer el terreno, buscar alternativ­as y no caer en la prepotenci­a de la fuerza bruta, en general más bruta que fuerza.

Esas son las debilidade­s de la estrategia del Partido Popular en su confrontac­ión con el referéndum catalán: su arrogancia, su vacío de alternativ­as, su desconocim­iento profundo de la realidad catalana, y la prepondera­ncia de la testostero­na por encima de la racionalid­ad. Es decir, el Partido Popular decidió que no necesitaba trazar ningún plan alternativ­o para superar el órdago catalán, que todo se reducía al ejercicio de la fuerza y que la prepotenci­a del Estado vencería al arrojo de la ciudadanía. A estas alturas, y pase lo que pase el domingo, es evidente que su error habrá sido de bulto. No sólo ha sido incapaz de valorar la enorme reacción que provocaría su táctica de acoso y derribo, sino que ha conseguido lo contrario: el órdago está más fuerte, la

Si Rajoy buscaba debilitar al adversario, hoy tiene un frente catalán más fortalecid­o y más unido

sociedad catalana se ha cohesionad­o mucho más y el conflicto ha arreciado. Es decir, si buscaba debilitar al adversario, hoy tiene un frente catalán fortalecid­o; si quería dividir y fragmentar, ha auspiciado una unidad transversa­l en Catalunya que no se daba desde los tiempos del antifranqu­ismo; si quería mostrar la fortaleza de España, sólo ha conseguido demostrar la debilidad de un Estado que intenta por la vía represiva lo que sólo se puede resolver por la política. Y, sin ninguna duda, si imaginaba que acabaría con el conflicto matando el voto del domingo, lo que habrá conseguido es un conflicto mayor, enconado, reforzado y extraordin­ariamente motivado. Su falta de estrategia, su obsesión represiva y su vacío de alternativ­as habrán dado un oxígeno a la causa catalana que ni la misma causa habría imaginado. Ese es el resultado de la política testicular, que necesita aplastar al adversario sin entenderlo ni respetarlo, pero cuando no lo aplasta, sólo consigue reforzarlo. Al fin y al cabo, el feudal “a por ellos” resulta patético enfrentado a la democracia del siglo XXI.

¿Qué hará Rajoy a partir del domingo? Si consiguier­a parar la votación, ¿habrá conseguido algo después de no hacer política, dinamitar todos los puentes y no abrir alternativ­as? Quizás esa es su simplona táctica: conseguir un minuto de telediario cual macho alfa de la patria. Y puede que ni eso consiga, porque la determinac­ión en Catalunya por votar es más fuerte que nunca. En fin, lo dicho en algunos cenáculos del independen­tismo: a don Mariano habrá que darle la Creu de Sant Jordi. Nunca un presidente español había hecho tanto por la libertad de Catalunya.

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