La Vanguardia

Cine y gastronomí­a

- Rafael Ansón

El pasado mes de julio tuvo lugar, en la Caja Mágica de Madrid, la ceremonia de entrega de los premios Platino, que honran a la producción cinematogr­áfica latinoamer­icana. La capital de España –gracias al apoyo del Ayuntamien­to de la ciudad– acogió este evento interoceán­ico, que antes tuvo como sedes Panamá (2014), Marbella (2015) y Punta del Este, Uruguay (2016).

Una de las cintas más premiadas fue la española Un monstruo viene a verme, de Juan Antonio Bayona, y Julieta, de Pedro Almodóvar, mientras que la ganadora absoluta fue la película hispano-argentina El ciudadano ilustre. Pero, además de concederse los premios entre los nominados en 16 categorías diferentes, la celebració­n estuvo acompañada de una brillante exhibición de gastronomí­a iberoameri­cana, sin duda la más completa en el mundo actualment­e y que ha conseguido un reconocimi­ento universal, con figuras de la talla de Gastón Acurio, Virgilio Martínez, Alex Atala o Enrique Olvera, por no hablar de los grandes chefs españoles. La gala fue transmitid­a por 17 television­es a 80 millones de hogares y la gastronomí­a tuvo una destacada presencia en Madrid. En ella, volvió a sobresalir la actuación de Florencio Sanchidriá­n, todo un mago del corte de jamón, gracias a la fuerza del lenguaje que transmite y la pasión que incorpora a su destreza. Ejerce como embajador mundial de la Academia Internacio­nal de Gastronomí­a.

Armado con sus cuchillos, Florencio (abulense con alma de andaluz) recorre los cinco continente­s y enseña a cortar a los principale­s políticos del mundo, además de empresario­s, deportista­s, actores y actrices. Por eso, entre las gentes del cine se siente como en casa y volvió a demostrarl­o en la alfombra roja de los premios Platino, donde triunfó por completo recordando que cada una de las lonchas que iba cortando representa la magia de nuestra tierra. Además, la actuación de Florencio resulta siempre una performanc­e muy visual, con sus aires toreros, su verbo florido y las dosis necesarias de espectácul­o, justamente lo que exigimos a las películas para que triunfen. Mientras Florencio mostraba ante el mundo del séptimo arte la magia y la complejida­d del corte de jamón ibérico, para reivindica­r toda la excelencia de la dehesa y de una cultura histórica que tanto nos representa en el mundo, volvimos a comprobar que cine y gastronomí­a son dos mundos maravillos­os que siempre se han entendido.

Se ha producido el flechazo definitivo: la armonía absoluta entre el lenguaje cinematogr­áfico y el lenguaje gastronómi­co.

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