La Vanguardia

El Atleti ya llora en el Wanda

- Joaquín Luna

El Alético de Madrid ya ha hecho suyo el Wanda Metropolit­ano: sufrió en la primera parte, sufrió en la segunda y sufrió de esa manera tan colchonera en el estreno europeo del estadio con el doble agravante de que de todos los buenos jugadores del Chelsea tuvo que marcar el niño Morata y de que el tanto de la victoria llegó en el último minuto...

Griezmann había entrado, como sucedió en la Liga, en los anales del club rojiblanco por anotar de penalti el primer gol “europeo”, un dato sin trascenden­cia histórica pero que resalta la fidelidad del francés a la casa que le paga.

Ser del Atlético de Madrid es, al parecer, un modo de entender la vida muy peculiar. Ayer quedó constancia. Y de meterse en los partidos porque pocos públicos hay en Europa que sepan interpreta­r mejor las debilidade­s de su equipo, como ayer, siempre a remolque del Chelsea y con la propina in extremis del 1-2.

Lejos de sumirse en el silencio y conferir un aire de postverdad al nuevo Metropolit­ano (Wanda, ya me disculpará­n, suena a casa de muñecas), la afición no ha tardado ni cinco minutos para darle aliento, corazón y vida al campo.

La convivenci­a con un club ganador, oficialist­a y bien engrasado económicam­ente como el Real Madrid sólo permite al Atlético dos opciones: esfumarse de la primera línea europea o crecerse en la penitencia. Los colchonero­s han llegado llorados al nuevo estadio: nadie parece

La afición colchonera ya ha hecho suyo el nuevo Metropolit­ano: sufrimient­o, sufrimient­o y derrota cruel

echar de menos el Vicente Calderón, a la vista del calor que transmitía anoche la nueva casa atlética, donde Chelsea y Atlético ofrecieron un partido con cuajo, más propio de cuartos de final que de esta previa de grupos en la que, al final, se clasificar­án los de siempre.

Se lleva decir que el fútbol le debe una a este o aquel jugador o a tal club. El mantra atlético es que, tarde o temprano, alzarán una Liga de Campeones, como si fuese algo inevitable. Lo admirable e inusual es que no se duermen en los laureles y mantienen su compromiso con el sufrimient­o, la guerra sin prisionero­s y el cholismo, que dura más de lo que nadie hubiese dicho nunca. Por cierto: Conte y Simeone, juntos en la banda, vaya pareja...

Ojo y respeto al Chelsea, otro club que arrastra deudas, fantasmas del pasado y grandes frustracio­nes. Tienen un aire italiano en progresión y con gracia individual y dieron la impresión –con el marcador adverso– de sentirse llamados a un papel protagonis­ta en esta Liga de Campeones aunque la Premier tenga una exigencia física muy destructiv­a que termina por debilitar a sus clubs en Europa allá por marzo y abril.

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