La Vanguardia

“Los árabes no esconden a su padre cuando chochea”

Tengo edad de rebelarme con resultados literarios. Nací en Agadir y visito a mi familia en el Sáhara, donde mis dos hijos aprenden muchas cosas que aquí ocultamos. Hay mujeres que logran una libertad tras el burka que no tendrán las esclavas de la liposu

- LLUÍS AMIGUET

Cuando presentó Confesione­s a Alá no había terrorismo islamista... Claro que había, pero no en Barcelona o París: lo sufría sobre todo el mundo árabe, pero... ¿cuál es su pregunta? Iba a preguntarl­e si ese terrorismo ha cambiado su sentido del humor literario.

Esos ataques me han devastado, como a todos, pero no creo que sólo haya una respuesta religiosa para explicarlo, sino también y sobre todo política.

¿Cuál?

Sólo soy novelista, pero sé que esos jóvenes vivían como nosotros, como occidental­es, antes de convertirs­e en asesinos y no creo que la razón de su cambio sea la religión.

Pero sus heroínas aún se enfrentan al destino con sentido del humor.

Es lo único que les queda. Su ironía y la religión, el islam que vuelven a hacer suyo después de que se lo hayan arrebatado.

Usted es francomarr­oquí: ¿viaja mucho a su país? ¿Le gusta lo que ve allí?

Mis padres viven ahora en un oasis en el Sáhara Oriental. Y llevó a mis hijos allí desde Francia porque quiero que estén orgullosos de algunos de los valores de esa cultura. Aunque ahora dé miedo a mucha gente.

¿Cuáles?

Oiga, no voy a idealizar ahora ni Marruecos ni el mundo árabe, porque no tiene nada de ideal, pero sí conservan algunos valores universale­s que nosotros ya hemos perdido.

¿La familia?

Sí, pero aceptan todo en la familia, no sólo la parte bonita y agradable y cómoda y fácil, como hacemos en Occidente.

¿Cuál es la fea?

Aquí idealizamo­s a los bebés y los niños, y allí no. Los bebés son fáciles de querer, pero no te enseñan nada. Son una página en blanco. En cambio, los árabes respetan y dan atención y cariño también a los ancianos, de los que sí puedes aprender.

¿Aquí no?

Aquí escondemos a nuestros viejos cuando chochean o se ensucian. En cambio, los árabes no los dejan en manos de empleados para despreocup­arse de ellos; al contrario: ponen a sus ancianos en el centro de sus comidas familiares y los acompañan con orgullo hasta la muerte sin esconderlo­s.

Habrá de todo en todas partes.

Pero aquí sólo queremos la dulzura, la felicidad

la y sea degradació­nla facilidadp­arte irrenuncia­blede de la la vida, vejez,y de nos aunquela avergüenza­existencia también sinde ¿Usted televisión­la que trataesa resulta felicidadc­on cariño insulsa almibarada­a y sus vacua. padres?de serie

Es que del no Sáhara hablo se sólo cuida de losa todos míos. los En ancianosmi pueblo hasta y queridos.el final Noy son nos escuchados­dan vergüenza. con atención

Una ¿Y vez sus llevé hijosa mi captanhijo de ese cinco respeto?años a visitar a Tosía una y ancianase desangraba, moribunday el vecinaniño se nuestra.asustó. Pero,ella y empezópoco a poco,a comprender­se fue interesand­oque la vida por no sólo era la jugar muertey divertirse.y el sufrimient­o También en fue ella. integrando

Y Supongolos abuelos que que eso agonizanes crecer no y madurar.se ocultan: mueren en casa rodeados del cariño, el reconocimi­ento y la aceptación de todos. Y en todas las celebracio­nes los ancianos son el centro; nadie los envía a asilos y residencia­s.

Pero aquí las mujeres son más libres.

A mi entender, la protagonis­ta de mi historia, Bilqiss, es más libre en un país islamista que muchas mujeres aquí, que creen vivir una especie de falsa libertad, pero que, sin embargo, sufren la opresión de unas exigencias imposibles de satisfacer...

Porque las asumen: no se las imponen.

Pero han de ser guapas, jóvenes siempre, sensuales, madres, putas... Todo a la vez. Y, al final, se obligan a sí mismas a vivir en una prisión de autoexigen­cias estresante.

Siempre pueden decir no a ser todo eso.

Pero esa libertad no las hace más libres, sino más desgraciad­as. Se sienten obligadas a operarse una y otra vez: se estiran la cara, se hacen liposuccio­nes, se ponen pechos y se torturan en el gimnasio y con el no comer.

Oiga, a Bilqiss le ponen el burka.

Y eso también es opresión, por supuesto, pero: ¿qué mujeres son más libres?

No veo aquí ganas de irse a Afganistán.

Pues yo creo que Bilqiss, cuando se rebela y durante el juicio contra ella, es más libre que esas mujeres perfectas.

He leído que usted apenas sale de casa.

Prefiero estar con mis hijos en mi hogar, pequeño y sencillo, pero donde me siento libre.

¿Se siente tan libre entre paredes?

Así puedo gestionar, por ejemplo, mi atención. No sigo la actualidad al ritmo que me quieren imponer.

¿Es usted objetora de atención?

Creo que el poder nos somete al ritmo agobiante de las noticias que él decide, así que yo me niego. Sigo la informació­n, pero sólo al ritmo que me permite interpreta­rla y reflexiona­r, y no al que quieren los políticos. Para poder entender lo que pasa y lo que pasará y saber qué piensas hay que dejar pasar el tiempo; no perseguirl­o.

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KIM MANRESA

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