MOLINOS DE VIENTO
Sola y con escasos recursos, la Penya, pasión romántica, casi una entelequia, intenta sobrevivir en un baloncesto mercantilizado
El Joventut de Badalona, cuna de tantas estrellas del baloncesto mundial, pugna por sobrevivir en un baloncesto muy mercantilizado. La Penya es una escuela para los jóvenes.
Entramos en el Palau Olímpic de Badalona el jueves por la tarde. Alex Ruoff, que se recupera de una lesión, pelotea en la penumbra. Juega de alero. Tira a canasta, finta ante adversarios invisibles. Mientras gira sobre sí mismo, escucha a Jay Z.
Para echar la foto, David Airob necesita más luz. Se lo dice a Judit Borrull, la responsable de comunicación:
–Más luz.
Borrull hace una llamada y el escenario se ilumina.
Juanan Morales (48) aparece en el lugar al cabo de un rato. Es un gigante de 2,11 m. Formó parte de la época más gloriosa del Joventut, la de los años ochenta y los noventa. Ganó la Copa de Europa del 94. Hoy es el presidente.
Morales se planta en el centro de la cancha y juguetea con un niño. Abel Ramón tiene ocho años. Juega en el Pre-Mini C. Vive en Barcelona, pero quiso jugar en la escuela de la Penya:
–Como Ricky Rubio –cuenta. Ambos, Morales y Ramón, posan para Airob.
Luego, el presidente recibe a La Vanguardia. Nos sentamos en su oficina, en el vientre del pabellón. Hay decenas de chavales entrenándose a esas horas.
Para plantearse el futuro, el Joventut mira hacia abajo. Hacia la cantera. Morales, que asumió el cargo en mayo, tras la marcha de Jordi Villacampa, asume el concepto. Lo asume y lo repite, como un mantra:
–Siempre seremos un club vendedor, un modelo que construye talento para la ACB –dice.
Y ofrece ejemplos, algunos de los más recientes: Rudy Fernández, Ricky Rubio, Pau Ribas, Guillem Vives...
Todos han volado.
Hace tiempo que se apagaron los focos en el Palau Olímpic. Parece mentira. En 1992, el pabellón recibía el premio Mies van der Rohe. El jurado había aplaudido la fluidez de sus accesos, la excelente visibilidad. El club, un histórico –el único que nunca ha descendido, junto al Madrid y el Estudiantes–, parece hoy una romántica entelequia. Un ente ante molinos de viento.
Al tomar las riendas, Morales heredaba el mando de una entidad en apuros: entonces, se debían once millones de euros.
–Nos hemos enfrascado en una operación económica vital para nuestra supervivencia –dice el presidente.
Se refiere a la venta de la zona deportiva de Mas Ram, una operación que debe cerrarse antes de que acabe el año: el Ayuntamiento de Badalona se ha comprometido a adquirir esa zona, darle un uso deportivo municipal. Morales se resiste a ofrecer números.
No sabremos cuánto debe hoy, exactamente, la Penya. Sabemos que el club ha ido enjugando su deuda. Y que lo ha ido haciendo a un ritmo notable, aunque insuficiente. Las cifras son aún comprometedoras.
–Debemos devolverle 500.000 euros anuales a Hacienda durante los próximos ocho años. En esa partida, vamos al corriente de pago. Ya no figuramos en la lista de morosos tributarios. Pero quedan otras deudas con proveedores y con entidades financieras. Y si no se cierra la operación de Mas Ram, no las podremos afrontar.
Xavier Ballesteros, periodista especializado en el Joventut, insiste en que este es el pez que se muerde la cola.
–Como se deben 500.000 euros anuales, el club empieza cada curso con -500.000. Eso provoca que la entidad de los fichajes sea discreta. Que el club lance apuestas que le pueden salir bien o muy mal. Y que acabe entregándose a la cantera, a veces de forma precipitada –dice–: al no tener una buena plantilla, el Joventut se ve obligado a intensificar la presión sobre los jóvenes. Algunos llegan al primer equipo demasiado pronto, forzados. Y así, todos sufren: jugadores y afición.
Todo esto, la afición lo vive resignada. Sigue habiendo 4.000 fieles asomándose al pabellón. Partido a partido. Es el espíritu de la entidad
–Somos inasequibles al desaliento –dice Morales.
Pero la cifra se ha congelado. –Cierto, la cifra de socios de la Penya Verd-i-Negre no ha crecido –dice Jordi Tugas, presidente de la entidad–. Sin embargo, algunos puntos de la grada de animación sí que se van activando.
–Y sobre todo, hay un cambio de actitud –apunta Ballesteros–. Ahora, el aficionado es consciente de lo que hay. Entiende las limitaciones, la situación real del club. Como mínimo, no se pita a los jugadores. Se viene en positivo.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí?, se le pregunta a Morales.
–A grandes rasgos, el deporte profesional español se basa en el mecenazgo. Detrás hay una persona, una empresa, una ciudad, una diputación... El Joventut no ha contado con eso, y ha tenido que competir logrando ingresos extraordinarios por la venta de jugadores o las operaciones inmobiliarias. Le estamos infinitamente agradecidos a nuestros patrocinadores y a los ingresos por la venta de entradas. Pero no debemos esconderlo: no podemos competir en condiciones en la ACB.
En el horizonte aparece una nube. Esta semana, la ACB acordaba reducir la cifra de clubs de 18 a 16 en las tres próximas temporadas.
–Nos preocupa –dice Morales.
EN MANOS DE LA CANTERA “Siempre seremos un club vendedor, un modelo que crea talento para la ACB”, dice Juanan Morales
PREOCUPACIÓN Endeudado, en manos de una operación inmobiliaria, la entidad se estremece ante un hipotético descenso