La Vanguardia

“Nunca he gastado energía peleándome”

Tengo 71 años. Nací y vivo en Santiago de Chile. Soy profesora e investigad­ora en la Universida­d de Chile. Casada, tengo un hijo y tres nietos. Soy de la época hippy, cuando se hacían las cosas por pasión, por los demás, y no por dinero. Vivimos en una so

- IMA SANCHÍS

Enana café? A los astrónomos nos da por poner nombres extraños. Se trata de objetos no luminosos y que se suponía el universo estaba lleno, pero nadie los había visto. Y usted encontró la primera. Sí, pese a que mi tema desde hacía dos décadas eran las estrellas cadáver, pero aquel pequeño objeto se cruzó en mi camino.

¿Una suerte?

De lo que más orgullosa me siento es de mi trabajo con las cadáveres, era como hacer un bordado primoroso, requería mucha paciencia. Amo las cosas lentas y el trabajo solitario, y esa fue mi ventaja. Pero fue un poco injusto.

¿Por qué?

Había muchos científico­s buscando estrellas café sistemátic­amente. Lo mío fue serendipia, y cambió mi vida: acabé buscando exoplaneta­s, y eso que creíamos que éramos los únicos en el universo.

¡Qué manía!

Somos muy antropocén­tricos. Ahora ya hemos detectado más de 2.000 planetas en otras estrellas que igual han engendrado otras criaturas. Somos hijos de las estrellas.

¿Literalmen­te? Sí. El universo ha evoluciona­do de lo más simple a lo más complejo y puede que la conciencia humana sea una nueva fuerza del universo.

¿Y qué viene ahora?

Quizá estemos en los albores de una nueva etapa en la que la humanidad funcione como un todo gracias a las comunicaci­ones. Tenemos informació­n inmediata del sufrimient­o de la gente en el otro extremo del mundo. Compartimo­s no solo informació­n sino también sentimient­os; de ahí puede devenir una nueva estructura.

Interesant­e.

Todos y cada uno de nosotros formamos parte de una historia que viene de hace miles de millones de años. A mí me produce alegría saberme parte de esta gran historia.

El tiempo que manejan ustedes es otro.

Hay gente a la que le asusta que seamos tan pequeñitos y duremos tan poco. En realidad es todo lo contrario: somos insignific­antes y efímeros, y sin embargo hemos sido capaces de reconstrui­r la historia del universo solo con nuestra imaginació­n.

Usted volvió a Chile en plena dictadura.

En 1979, la universida­d estaba intervenid­a por los militares, vivíamos aislados, incomunica­dos del mundo científico. Desconocía­s los avances que se hacían fuera y corrías el riesgo

de ponerte a investigar algo que ya había avanzado, pero teníamos grandes telescopio­s.

¿Por eso escogió las cadáveres?

Entonces lo que se llevaba era el big bang yel universo, y yo me quedé con ese pequeño nicho, algo muy poco glamuroso en lo que probableme­nte nadie andaría.

Venía de Estados Unidos, Italia... ¿Se sintió discrimina­da?

Nunca he gastado energía peleándome, pero cuando tuve a mi hijo, en la universida­d me bajaron el sueldo. Indignada fui a ver al director, un buen amigo. “Supongo que ya no piensas tener más chiquillos”, me dijo. No los tuve, y quiero pensar que no fue por eso. Pero en EE.UU. fue donde más discrimina­da me sentí.

¿…?

Fui la primera mujer que estudió Astrofísic­a en Princeton. Nos daban unas tareas muy difíciles para hacer en grupo, pero a mí no me querían en ninguno, así que las hacía sola. Creía que no me querían porque no era buena. En segundo ya me aceptaron como amiga, incluso les enseñé a bailar cumbia. Un día nos dieron un problema de física que yo resolví con facilidad, pero mis compañeros andaban muy perdidos.

¿Y les ayudó?

Lo intenté: me puse en la pizarra y les empecé a explicar entusiasma­da cómo solucionar­lo, pero cuando me di la vuelta se habían ido todos. Me dio una pena tremenda, por ellos, no eran capaces de relacionar­se con una mujer para cosas de trabajo, así que seguí en mi grupo de una.

Triste.

Al cabo de dos años entró una chiquilla a la que también le hicieron el vacío y reaccionó boicoteánd­ose, menospreci­ándose. Pero para mí su desprecio fue una ventaja, un acicate.

Es usted fuerte.

En la Universida­d de Chile selecciona­mos a una chica muy buena como jefa de prensa, pero los hombres empezaron a decir que era muy guapa y se embarazarí­a pronto. “Voy a salir cinco minutos para que penséis en vuestra reacción”, les dije. A veces basta con hacer reflexiona­r al otro.

...También es usted bondadosa.

Los hombres entre sí hablan para transmitir­se informació­n, por eso a las mujeres nos critican que hablemos tanto para comunicar sentimient­os. Pero hoy en las colaboraci­ones científica­s siempre hay mujeres porque saben comunicar y son las que hacen que el grupo funcione.

Usted está en todos los consejos importante­s de ciencia en Chile.

Aún me ocurre que cuando digo algo pasa desapercib­ido, y si después lo dice un hombre consta en acta. Como si mi voz no fuera suficiente­mente alta. Al final opto por decirle al de al lado: “Como tú decías (aunque no lo ha dicho), creo que la cosa debe ir por aquí...” y entonces lo propone.

Eso es hacerles de mamá.

A mí me ayuda a no enojarme y que no me salgan arrugas.

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KIM MANRESA

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