La Vanguardia

Las Vegas vive la peor matanza con arma de fuego de EE.UU.

Un francotira­dor causa 58 muertes y 500 heridos al disparar contra un festival country; el EI reivindica el ataque, pero el FBI niega la conexión

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Más de 22.000 personas asistían a un festival frente al hotel Mandalay Bay de Las Vegas cuando empezaron a oírse ráfagas de arma automática. Era de noche, la mañana de ayer en España. Al menos 58 personas murieron y más de 500 sufrieron heridas. El Estado Islámico reivindicó el atentado, aunque el FBI dijo que el asesino no tenía ninguna vinculació­n con el grupo.

Un sombrero de cowboy, tirado en el suelo, ilustra la enormidad de la tragedia de Las Vegas.

De la hedónica y concupisce­nte ciudad del pecado, la metrópolis de Nevada se transformó la noche del domingo (mañana del lunes en Barcelona) en el escenario de la mayor matanza a tiros en la historia reciente de Estados Unidos, el paraíso de las pistolas.

La imagen del sombrero, asociado por siempre al salvaje oeste, tiene una carga icónica similar a aquella fotografía de la novela Mañana en la batalla piensa en mí, de Javier Marías, que quedó abandonada tras la riada mortal en el camping Las Nieves (Biescas, Huesca). Entonces fue la naturaleza, esta vez, otra vez más, se trata de una nueva muestra de la epidemia que asola EE.UU.

Un francotira­dor, Stephen Paddock, jubilado blanco de 64 años, residente en el mismo estado de Nevada y definido como lobo solitario, abrió fuego desde una suite doble de la planta 32 del hotel Mandalay Bay. Sus ráfagas de balas, disparadas desde dos ventanas, causaron al menos 58 muertos y 515 heridos entre los más de 22.000 asistentes de un show al aire libre de música

OTRO ‘LOBO SOLITARIO’ Stephen Paddock es el francotira­dor que abrió fuego desde el hotel Mandalay Bay

LA SUPUESTA REIVINDICA­CIÓN El EI reivindicó la matanza, pero el FBI no encuentra vínculo con grupos extranjero­s

country, el Route 91 Harvest Festival. El presunto pistolero se suicidó cuando la policía derribó la puerta de su habitación.

“Un acto del puro mal”, lamentó ayer el presidente Donald Trump en su alocución a la nación. Pese a que el Estado Islámico reclamó la autoría, Aaron Rouse, agente del FBI al frente de las pesquisas, replicó que “no conocemos conexión alguna con grupos terrorista­s internacio­nales”.

Eric Paddock, hermano del supuesto pistolero, apareció consternad­o ante los medios desde su casa de Florida. “Es como si nos hubiera caído un asteroide”. Sostuvo que Stephen “no tenía afiliación, ni iglesia, ni religión, ni política”. Por contra, confirmó que su

hermano visitaba con frecuencia La Vegas. Le gustaba ir a espectácul­os, pero, sobre todo, apostar en los casinos. En sus cuentas se había registrado un flujo de miles de dólares en semanas recientes.

La gran cuestión para los investigad­ores pasa por determinar la motivación. En el Mandalay no dejó nota o alguna. Se apuntó que no era más que “una misión suicida”. En las pesquisas figura Marilou Danley, australian­a de 62 años y novia del supuesto autor. El sheriff Joe Lombardo, que en principio descartó su participac­ión, señaló que ella está en el extranjero y que quieren interrogar­la para poner luz en el caso.

En las palabras de Trump no hubo diatriba alguna al estilo de las que suelta al referirse a los radicales islamistas, ni tampoco muestra de preocupaci­ón por el exceso de armamento en este país. Trump se presentó a las elecciones como un buen amigo de la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA) y un defensor de la Segunda Enmienda, la que garantiza la propiedad de armas.

Paddock tenía diez, entre estas varios fusiles de asalto. Nevada es un estado en el que se permite llevar armas. Su regulación es una de las más laxas.

Un récord. ¿Hasta cuando? Hace 16 meses, en junio del 2016, Omar Mateen entró en el club Pulse de Orlando (Florida) y dejó 49 cadáveres. Era lo máximo, superando las matanzas de Virginia Tech (2007) o la emocional de la escuela de Sandy Hook (Connecticu­t), donde la muerte de 20 niños de primaria (además de seis adultos) pareció marcar un antes y un después.

Pues no, todo siguió igual. Los esfuerzos por imponer más controles en la venta de armas chocó con la muralla política de los republican­os. Ahora incluso se plantean que sea más fácil comprar silenciado­res.

Tras Orlando, el presidente Barack Obama reiteró su discurso de que había que atajar la epidecoleg­as mia armada. Pero, una vez más, la respuesta consistió en rezar, rezar mucho. Y como descubrió Truman Capote, lo peor son “las plegarias atendidas”.

Precisamen­te un senador de Connecticu­t, el demócrata Chris Murphy, fue una de los primeros en alzar ayer la voz para pedir a los legislador­es que afronten esta cuestión. “Me enfurece que mis teman enfrentars­e a la industria de las armas, que sólo pretende que no encontremo­s una respuesta a esta plaga”, recalcó.

Otros demócratas condenaron esta nueva masacre, pero no urgieron una revisión específica de las normas en este terreno. Estados Unidos es el país occidental con más muertos por armas de fuego. Cerca de 12.000 personas han fallecido por esta causa desde el principio del 2017.

“Esta es una tragedia inexplicab­le. Ahora toca rezar, no es el tiempo para la política”, replicó la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders.

Trump, que puso la bandera a media asta y anunció que mañana viajará a Las Vegas, también requirió muchas oraciones para las víctimas. Apeló a las escrituras y dijo que, en estos momentos de horror, “los americanos nos unimos como uno solo, nuestra unidad no la romperá el mal”.

También realizó un encendido elogio de las fuerzas de seguridad. “La rapidez con la que actuaron es milagrosa y evitaron la pérdida de más vidas”, subrayó.

En cambio, a los asistentes les debió parecer una eternidad. Los disparos empezaron sobre las 22.08 (hora de la costa oeste)y Paddock no cayó hasta las 23.20.

Jason Aldean se hallaba en plena actuación. De pronto, sobre su música se escucharon unos pum pum, pum. “Ha sido algo más allá del horror”, declaró. “Pensamos que era pirotecnia”, indicó Storme Warren, uno de los asistentes. “Pero de pronto vimos que pasado algo más que ruido”.

EL MISTERIO El autor de la masacre se suicidó sin dejar ninguna nota que explique su actuación

LA PLAGA Cerca de 12.000 personas han muerto por armas de fuego en EE.UU. en el 2017

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DAVID BECKER / AFP Un joven atiende a una mujer herida en el tiroteo, que se produjo durante el Route 91 Harvest Festival
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DAVID BECKER / AFP
Un grupo de voluntario­s atiende a una mujer herida DAVID BECKER / AFP
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DAVID BECKER / AFP Una pareja de asistentes se agacha para refugiarse en el festival de country Route 91 Harvest
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SOCIAL MEDIA / REUTERS Espectador­es protegiénd­ose de los disparos desde el Mandalay Bay
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FACEBOOK Stephen Paddock

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