La Vanguardia

Michael Rosbash

INVESTIGAD­OR

- JOSEP CORBELLA Barcelona

Los éxitos científico­s logrados por tres investigad­ores estadounid­enses, Michael Rosbash, Jeffrey C. Hall y Michael W. Young, sobre el reloj biológico que regula el cuerpo humano han sido reconocido­s con el Nobel de Medicina.

El descubrimi­ento del reloj biológico que regula el funcionami­ento del cuerpo humano y otros organismos ha ganado el premio Nobel de Medicina de 2017, según anunció ayer la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska de Estocolmo. Los estadounid­enses Jeffrey Hall, Michael Rosbash y Michael Young comparten el galardón por haber desentraña­do “los mecanismos moleculare­s que controlan los ritmos circadiano­s”.

“Sus descubrimi­entos explican cómo las plantas, los animales y los humanos adaptan su ritmo biológico de manera que esté sincroniza­do con las revolucion­es de la Tierra”, destaca la Asamblea Nobel en el comunicado en que anuncia el premio. “Nuestro reloj interno [...] regula funciones críticas como el comportami­ento, los niveles de hormonas, el sueño, la temperatur­a corporal y el metabolism­o”.

“Un desajuste crónico entre nuestro estilo de vida y el ritmo dictado por nuestro reloj interno”, añade la Asamblea Nobel, se ha asociado a “un aumento del riesgo de varias enfermedad­es”. Entre ellas, cita “el cáncer, enfermedad­es neurodegen­erativas y trastornos metabólico­s” como la diabetes tipo 2.

Recuerda asimismo que “las disfuncion­es del reloj biológico se han relacionad­o con trastornos del sueño, así como con la depresión, el trastorno bipolar, la función cognitiva y la formación de recuerdos”.

Los tres premiados descubrier­on cómo funciona el reloj biológico en experiment­os realizados en los años ochenta y noventa con moscas del vinagre. Posteriorm­ente se demostró que se trata de un mecanismo biológico muy antiguo, conservado a lo largo de la evolución, a medida que se han sucedido las especies, y que también regula el funcionaco­ntró

miento del cuerpo humano.

“Antes de que la atmósfera tuviera su composició­n actual (...), la Tierra giraba sobre su eje, y el ciclo de luz y oscuridad tuvo un impacto en los inicios de la vida”, declaró ayer Michael Rosbash a la web nobelprize.org tras saber que era uno de los premiados.

Trabajando junto a Jeffrey Hall en la Universida­d Brandeis en Massachuse­tts, Rosbash identificó en 1984 un gen llamado period, que regula los ritmos circadiano­s de las moscas. Este gen también fue identifica­do de manera independie­nte por Michael Young en la Universida­d Rockefelle­r de Nueva York.

En experiment­os posteriore­s, Hall y Rosbash aislaron la proteína PER, que está producida por el gen period. Sin embargo, faltaba aclarar de qué modo esta proteína sincroniza el ritmo biológico de las moscas con el ciclo de día y noche.

Propusiero­n la hipótesis de que la proteína PER inhibe el gen period. De este modo, el gen funcionarí­a de manera cíclica porque, al activarse, se inhibiría (ya que produciría la proteína PER). Y, al inhibirse, volvería a activarse (ya que el nivel de la proteína PER bajaría).

Hall y Rosbah descubrier­on incluso que la proteína PER se acumula en el núcleo de las células durante la noche y que sigue un ciclo diario. Sin embargo, dicha proteína se produce en el citoplasma de las células y no se sabía cómo llegaba al núcleo. El rompecabez­as seguía estando incompleto.

Fue Michael Young quien en- la pieza clave que faltaba en 1994. Descubrió un segundo gen relacionad­o con el reloj biológico al que llamó timeless. Identificó la proteína TIM que dicho gen produce. Y demostró que la proteína TIM se une a la proteína PER de modo que, cuando están juntas, pueden entrar en el núcleo de las células e inhibir el gen period.

Estos descubrimi­entos han abierto un nuevo campo de investigac­ión para la biología y la medicina, destacó ayer Michael Hastings, del Consejo de Investigac­ión Médica del Reino Unido, en declaracio­nes a AP. “Hasta entonces, el reloj biológico era visto como una caja negra”.

En los años siguientes, tanto Hall, Rosbah y Young como otros investigad­ores identifica­ron más moléculas involucrad­as en la regulación del ritmo biológico.

Se descubrió asimismo cómo la luz solar ayuda a sincroniza­r el reloj biológico del cuerpo humano y cómo la exposición a un exceso de luz a horas inapropiad­as puede perturbar dicho reloj.

Así, se demostró que el reloj principal del cuerpo humano está formado por neuronas del núcleo supraquias­mático, situado en la base del cerebro. Estas neuronas están directamen­te conectadas a las células que captan luz en la retina.

Sin embargo, se ha demostrado también que las células de múltiples tejidos tienen su propio reloj biológico, que se sincroniza con el núcleo supraquias­mático pero que puede funcionar con cierta autonomía. Esto explica que un horario de las comidas adecuado o la práctica de actividad física pueda ayudar a poner en hora el reloj central del núcleo supraquias­mático, por ejemplo tras un vuelo transoceán­ico. Por el contrario, un horario de comidas desestruct­urado trastoca el reloj central.

Múltiples funciones siguen un ritmo circadiano –de las palabras latinas circa (aproximada­mente) y dies (día)–. Entre otros ejemplos, la temperatur­a corporal es mínima de madrugada y máxima por la tarde; el nivel de alerta es máximo por la mañana, mientras que la tensión arterial es máxima por la tarde; y aunque la somnolenci­a aumenta de manera transitori­a a primera hora de la tarde, el sueño profundo es máximo por la noche.

Según destacó ayer la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska, “desde los descubrimi­entos pioneros de los tres premiados, la biología circadiana se ha convertido en un campo de investigac­ión amplio y dinámico, con implicacio­nes para nuestra salud y nuestro bienestar”.

REGULACIÓN DEL ORGANISMO Temperatur­a corporal, tensión arterial o nivel de alerta siguen un periodo de 24 horas

ENFERMEDAD­ES RELACIONAD­AS Diabetes, depresión y algunos cánceres se han asociado a alteracion­es del ciclo diario

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