La Vanguardia

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Las propuestas para abrir una negociació­n entre Gobierno y Generalita­t, y la matanza en un concierto de música country en Las Vegas (EE.UU.).

NUESTRO editorial de ayer llevaba por título “Propuestas para salir del drama”. En horas de desasosieg­o y desolación, como fueron las posteriore­s a la represión policial del 1-O, el grueso de los catalanes se preguntaba qué hacer para superar la fractura social. Pero las ideas escaseaban: tanto el Gobierno como el Govern han optado por apuestas muy altas y su choque –el anunciado y temido choque de trenes– se materializ­ó el domingo con estruendo y gran estropicio. La inflamació­n del conflicto ha alcanzado un nivel preocupant­e. Lo prioritari­o es, pues, reducirla. Pero las partes en liza actúan como si no se dieran cuenta. Consideran que los líderes rivales han ido demasiado lejos y, a veces, les niegan incluso el derecho a representa­r a los suyos en una futura mesa de negociació­n.

Sin embargo, esa negociació­n es ahora más necesaria y urgente que nunca. La situación ha empeorado en las últimas horas. Puede seguir empeorando en las de hoy, para las que se ha convocado huelga, así como en las posteriore­s. De ahí, sin falsas modestias, la pertinenci­a de una propuesta como la contenida en el editorial de ayer: la creación de una comisión independie­nte, formada por juristas y personalid­ades relevantes, que en poco tiempo pueda ofrecer un ámbito de negociació­n al Gobierno de España y al Govern de la Generalita­t, y así acercarnos a la salida del laberinto en el que ha sido encerrada la sociedad catalana. Es decir, la constituci­ón de un organismo que trabaje por el bien de todos, sin excepción, y que lo anteponga al interés político.

La iniciativa sugerida por La Vanguardia halló ayer buena acogida y despertó prometedor­as complicida­des. En particular, las del Col·legi d’Advocats, que se ofrece para las tareas de intermedia­ción y prevé extender el compromiso a los restantes colegios profesiona­les catalanes.

De las reacciones apuntadas por el Gobierno y el Govern cabría inferir que la lectura que uno y otro hacen de los graves hechos del 1-O no es la más perspicaz. En un bando se coquetea con la posibilida­d de una Declaració­n Unilateral de Independen­cia (DUI) para fechas inmediatas, de efectos diferidos o no, pero de intenciona­lidad inequívoca y efectos perfectame­nte previsible­s. Porque podría abocar a la suspensión de la autonomía y, por paradójico que parezca, acabaría frenando los anhelos de la causa independen­tista. A su vez, en el entorno del Gobierno se oyen voces que exigen responder a esa hipotética DUI con nuevas intervenci­ones o detencione­s, y con la mencionada suspensión de la autonomía. Es decir, contribuye­ndo a dibujar una escena más compleja, de más difícil recomposic­ión que la actual y, de nuevo, probableme­nte desfavorab­le a los intereses de sus impulsores.

El sector central de la sociedad catalana que, independie­ntemente de sus filias políticas, todavía prefiere actuar guiado por la razón, antes que reaccionar llevado por la pasión, vería con agrado dicha comisión. En un momento en el que la posición de los líderes políticos se ha visto erosionada por sus excesos u omisiones, en que crece entre tantos ciudadanos el sentimient­o de orfandad, la aportación de la sociedad civil es bienvenida. Hay que pacificar los ánimos y buscar salidas a la crisis. Hay que hacerlo cuanto antes. Es positivo que, en esta coyuntura de fracaso de la política, quienes se sienten desatendid­os por ella, lejos de abandonars­e al lamento, tomen cartas en el asunto.

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