Refugio de primates
Una instalación junto al Amazonas acoge primates víctimas del comercio clandestino.
Aunos 30 km de Iquitos (Perú) siguiendo la corriente del Amazonas, en el corazón de la selva tropical, se encuentra la Isla de los Monos, una reserva para primates donde animales víctimas de comercio ilegal o malos tratos se recuperan en libertad.
Fundado hace ya 20 años en una de las miles de islas que jalonan el majestuoso cauce del río, este proyecto privado se ha convertido en uno de los principales recursos turísticos de la región. Los turistas, espectadores curiosos de la vida de centenares de monos en libertad, son su principal sostén económico. En este lugar, sólo accesible por lancha, centenares de primates interactúan libremente con los turistas y cuidadores. Los animales se acercan a los humanos para pedir comida o para recibir cariño o ser fotografiados con total confianza, en su mayoría plenamente rehabilitados tras un pasado de tráfico ilegal y maltrato. “Los monos que tenemos son rescatados de diferentes lugares y no llegan en buenas condiciones. Algunos vienen con perdigones de bala, con piernas rotas, infecciones, desnutrición, y se les da un poco de rehabilitación para que puedan esta tranquilos”, relata Aníbal Flores, uno de los cuidadores.
Luego, los primates son liberados en la isla para que vivan libres en su hábitat natural con la esperanza de que un día puedan ser devueltos a la selva. No obstante, persiste el problema de encontrar un lugar seguro en la selva donde queden libres de los peligros (tala o la caza furtiva…). Además, tampoco parece tan claro que los monos quieran alejarse mucho de un lugar en donde tienen asegurado el alimento.
Los responsables se encargaron de plantar árboles frutales en toda la isla, para alimentar a los animales y complementar la dieta de frutas y semillas que los trabajadores les brindan. Entre otras especies, habitan monos aulladores, monos choros, huapos, titíes, monos araña, pichicos y tocones, así como otros animales como osos perezosos. La isla está regida por una oenegé de la familia de Gilberto Guerra. Gran parte de las tareas de cuidado y atención la realizan voluntarios que llegan de todo el mundo. “Llevo un tiempo de viaje por América Latina y no había visto ningún mono en libertad. Busqué en Google y encontré la página web. Me gustó mucho lo que vi y me quedé”, explica John, de 26 años y natural de Washington, uno de estos voluntarios.