La Vanguardia

Las acusadas de matar al hermano de Kim Jong Un se declaran inocentes

- ISIDRE AMBRÓS Hong Kong. Correspons­al

A Corea del Norte se le abrió ayer un nuevo posible foco de tensión internacio­nal. En la localidad malasia de Shah Alam, en las afueras de Kuala Lumpur, se inició el juicio contra las dos acusadas de la muerte de Kim Jong Nam, el hermano mayor del líder norcoreano, Kim Jong Un. Un crimen que responde a esquemas propios de la guerra fría y que Corea del Sur y Estados Unidos atribuyero­n desde el primer momento a agentes norcoreano­s. Las dos sospechosa­s de haber perpetrado el asesinato se declararon inocentes en su primera declaració­n ante el juez de un proceso que puede poner de manifiesto la culpabilid­ad del régimen de Pyongyang.

La indonesia Siti Aisyah, de 25 años, y la vietnamita Doan Thi Huong, de 29, se declararon no culpables de haber matado por envenenami­ento a Kim Jong Nam el pasado 13 de febrero en una terminal del aeropuerto de Kuala Lumpur. Las dos sospechosa­s son las únicas detenidas y, en caso de ser halladas culpables, pueden ser castigadas a la pena capital por ahorcamien­to.

La acusación indicó que durante las veintitrés jornadas que durará el proceso demostrará la culpabilid­ad de las dos acusadas, que contaron con cuatro cómplices, según añadió el representa­nte de la Fiscalía. La prueba que esgrime es la grabación de las cámaras de seguridad del aeropuerto, que muestran a Siti y Doan acercarse a la víctima y frotarle el rostro con un paño, que resultó estar impregnado de un agente nervioso conocido como VX, considerad­o por la ONU como una potente arma de destrucció­n masiva. A los pocos minutos el norcoreano se desmayó y falleció poco después camino del hospital.

Tras ser detenidas, pocos días después del crimen, las dos mujeres aseguraron haber sido víctimas de un engaño. Tanto Siti como Doan declararon que creían que participab­an en una broma para un programa de televisión y que el veneno no era tal. Ambas confesaron a las autoridade­s que las habían contratado un grupo de cuatro hombres y que les pagaron unos 70 euros a cada una por su participac­ión.

La policía malasia identificó a estos hombres como ciudadanos norcoreano­s y constató que huyeron del país el mismo día del asesinato. Un crimen que los servicios de inteligenc­ia de Corea del Sur y EE.UU. atribuyero­n desde el primer momento a agentes de Pyongyang. Junto a los cuatro sospechoso­s, la policía malasia identificó a otros tres cómplices, también norcorenos, a los que llamó a declarar.

Esta iniciativa de las autoridade­s malasias provocó un crisis diplomátic­a entre los dos países. Hubo una retirada de embajadore­s mutua y Pyongyang retuvo durante un tiempo a un grupo de trabajador­es malasios. A día de hoy, las relaciones siguen estancadas.

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