Años de humo
Victor Hugo señalaba que “las revoluciones, como los volcanes, tienen sus días de llamas y sus años de humo”. Por esa senda con llamaradas que calientan los corazones y alumbran en la noche viene caminando el procés, cuya próxima parada es la inminente declaración unilateral de independencia (DUI) de la República de Catalunya esta misma semana. En un ambiente desbordado de referéndum sin contraste ni verificación de resultados; de desobediencia a las leyes a que incitan los titulares del poder asomados al balcón; de exaltación del victimismo; de emotividad añadida a ese todo por la patria nueva que campea por doquier; dejando a quienes se quedan fuera del alistamiento expuestos al vituperio de los supremacistas decididos a inscribir en el registro Catalunya a su nombre.
El último comienzo de los días de llamas podría situarse en el pleno del Parlament celebrado los días 6, 7 y 8 de septiembre. Momento elegido para la aprobación exprés y por sorpresa de leyes tan relevantes como la del Referéndum y la de Transitoriedad Jurídica y Fundacional de la República, tras la alteración sobrevenida del orden del día, sin el quórum requerido ni respeto a los procedimientos ni a las garantías obligadas a la oposición, que abandonó sus escaños. Más llamaradas tuvimos el pasado 1-O, con la convocatoria del llamado referéndum de autodeterminación. Por delante se vislumbran otras muy emocionantes para mantener el fervor como la huelga general. En todo caso, estas llamas suponen el rito de paso preciso para confirmar a los independistas en su fe.
Dice Ferlosio en su libro Vendrán más años malos y nos harán más ciegos que “es un error pensar que hagan falta muy malos sentimientos para perpetrar los hechos más sañudos, cuando basta el convencimiento de tener razón”. En cuanto al presidente Rajoy, convencido de que la ley estaba de su parte, en vez de imponérsela a Puigdemont prefirió que los antidisturbios se confrontaran con quienes aguardaban para votar. Los contusiones hubieran debido evitarse con la colaboración del Govern a quien correspondía aclarar que seguir las instrucciones de los agentes del orden en absoluto es deshonroso cuando los medios son desiguales.