El Raval ayudará cada mes a casi 800 toxicómanos
Ciutat Vella estrena un nuevo servicio de atención contra las drogodependencias, heredero de una sala inaugurada en el 2004
El Ayuntamiento dice que el consumo de heroína ha bajado, aunque haya subido en las calles del Raval
En plena tormenta por los narcopisos y las críticas de los vecinos por el consumo callejero de heroína en el Raval, por fin una buena noticia: el nuevo centro de atención y seguimiento Baluard abrió sus puertas ayer. Estas instalaciones de ayuda a toxicómanos serán las herederas de las que funcionaban en las murallas de las Drassanes, donde sus trabajadores han desarrollado una labor encomiable, elogiada incluso por expertos en salud de la UE, y en un espacio muy reducido y en penosas condiciones (“no abrir las ventanas porque pueden entrar ratas”, dice un cartel).
La nueva sala se ubicará en el edificio Peracamps, en la avenida Drassanes, 13, en unas dependencias más amplias. De los apenas 200 m2 que había en las murallas en el 2004 se pasará a los 530 de ahora, repartidos en dos plantas y un subterráneo. El nuevo centro de atención y seguimiento podrá ayudar cada mes a 770 usuarios, 170 más de los que recibían ayuda en la vieja y mal llamada narcosala del Raval, una expresión que pone los pelos de punta a las 40 personas que trabajan aquí, un equipo multidisciplinar que dirige el psicólogo Diego Arànega. No sólo es una palabra muy fea, sino que pone el acento exclusivamente en una de las muchas facetas del centro: las dependencias de venopunción, donde los toxicómanos que lo deseen pueden consumir sus dosis –sean inyectadas, fumadas o inhaladas– bajo una estricta supervisión médica y en condiciones sanitarias y de higiene adecuadas. Es lo que los expertos denominan tareas de
reducción de daños. En el nuevo edificio, el Baluard dejará de ser una sala y se convertirá en un cen- tro de atención integral para toxicómanos. Para todo tipo de toxicómanos, y cabe recordar que, como dice el Ayuntamiento, “el alcohol es la principal sustancia que consumen quienes acuden a estos centros”. La Agència de Salut Pública de Barcelona calcula que “el 5% de la población de la capital catalana tiene una dependencia de riesgo de la bebida”.
En el inmueble de la avenida Drassanes, 13, no sólo se garantizará que ningún toxicómano tenga que jugarse la vida chutándose en la calle o junto a las vías del tren de la línea R1, a la altura del barrio de la Mina, donde las periódicas campañas de limpieza y recogida de jeringuillas no logran evitar un permanente aspecto apocalíptico de degradación. ¿Por qué estas personas prefieren consumir la droga allí, y no en un centro como el de Baluard? Muchos toxicómanos no aguantan un viaje de regreso y se pinchan cerca de donde compran la droga. Eso explicaría también que haya aumentado el consumo callejero en el Raval, donde se han trasladado muchos pequeños grandes traficantes de la Mina. El Ayuntamiento asegura que, mientras el consumo ha descendido en otros barrios, se ha disparado en este de Ciutat Vella, pero niega que se haya registrado un aumento general en el consumo: en el 2004 se recogieron 156.000 jeringuillas o chutes en las calles de Barcelona; hasta agosto, sólo 16.000.
Este dato incontestable confirma que los centros de atención y seguimiento no disparan el consumo, sino que lo reducen. El renacido Baluard, además de la reducción de daños, ofrecerá “una cartera de servicios completa” y también muchas más cosas: talleres, educación sanitaria, trabajo en beneficio de la comunidad, atención a necesidades sociales básicas, evaluación, tratamiento y atención médica y terapéutica. Únicamente otros seis de los 15 centros que funcionan en Barcelona son integrales: Sants, Sarrià, Vall d’Hebron, Fòrum, Lluís Companys (junto al Palacio de Justicia y la Sindicatura de Greuges de Catalunya) y Garbivent (cerca del parque de la Pegaso).