La Vanguardia

“Sin papel, hay que jugar”

- Santi Nolla

No era fácil. El Govern quería que se suspendier­a el partido. Los Mossos dijeron que existían suficiente­s garantías para jugarlo, con lo que el Barça no tenía ningún documento o informe que pudiera justificar un aplazamien­to o una suspensión. LaLiga lo habría suspendido si hubiera llegado un escrito. El club y los jugadores preferían no jugarlo y algún directivo hasta se comprometi­ó con altas instancias a que no se jugaría.

El tiempo pasaba y la Junta de Seguridad no se mojaba sobre la petición blaugrana de posible falta de seguridad. Nadie le echó un cable a Bartomeu, que fue a comunicar a la plantilla la suspensión. “Sin papel, hay que jugar, presi”, le dijeron. No había documento de justificac­ión. Si el equipo no se presentaba, había una pérdida de tres puntos más tres como sanción. Seis puntos menos y la apertura de un expediente que podía derivar en multas y una posible sanción de prohibició­n de jugar más amplia. El vestuario estaba de acuerdo en el aplazamien­to, pero sin informe, no querían perder en el despacho lo que habían ganado en el campo. Mostraron claramente su postura a Bartomeu.

La grada de animación y las redes sociales comenzaron a comentar que invadirían el campo para mostrar su protesta. El presidente del Barça tomó la determinac­ión de jugar a puerta cerrada. A los futbolista­s no les gustó hacerlo sin público, pero lo aceptaron. El FC Barcelona tomó una decisión difícil, con riesgo, porque sólo beneficiab­a a la institució­n. Tendría a socios en contra, a dirigentes políticos en contra, a aficionado­s enfadados, pero preservaba el compromiso del club con lo que quiere la mayoría de catalanes y hacía que se visualizar­a la condena a la violencia indiscrimi­nada de la mañana al jugarlo a puerta cerrada. Era un mensaje al mundo para dejar clara su postura contraria a la actuación policial ante gente pacífica. Y, por otro lado, defendía los intereses deportivos del club, manteniend­o los registros que se habían conseguido en el campo y cerrando el paso a posibles sanciones de suspensión que nadie podía definir con exactitud.

La redacción de un informe del posible peligro de seguridad hubiera aliviado la decisión. Pero no llegó. Dos miembros de la Junta dimitieron (Vilarrubí y Monés), dos jugadores hubieran preferido no jugar (Piqué y Sergi Roberto) y nadie acabó plenamente contento de la decisión tomada, porque cualquiera que se hubiera ejecutado dejaba flancos descubiert­os. No fue una decisión pusilánime, buscó ser lo más ecuánime posible con la historia del club y el seny deportivo en un momento en el que lo que manda es la desmesura.

La postura mayoritari­a de la plantilla también fue clave a la hora de decidir jugar el partido a puerta cerrada

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