La Vanguardia

Tres días de octubre

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Lluís Foix analiza la preocupant­e situación política: “La huelga general que se vivió ayer en Catalunya estaba anunciada antes del día del referéndum. Lo hizo la CUP para ajustar los pasos hacia la independen­cia. Después de las lamentable­s, innecesari­as y brutales cargas de la policía contra ciudadanos que esperaban pacíficame­nte votar el 1-O, la fuerza de la policía se ha añadido a las causas de una huelga que no secundaron los principale­s sindicatos”.

La huelga general que se vivió ayer en Catalunya estaba anunciada antes del día del referéndum. Lo hizo la CUP para ajustar los pasos hacia la independen­cia. Después de las lamentable­s, innecesari­as y brutales cargas de la policía contra ciudadanos que esperaban pacíficame­nte votar el 1-O, la fuerza de la policía se ha añadido a las causas de una huelga que no secundaron los principale­s sindicatos.

Tenemos los datos que ha facilitado el Govern sobre la participac­ión en el referéndum que se celebró sin garantías jurídicas. Votó un 42 por ciento del censo electoral con un 90 por ciento de síes y un 7 por ciento de nos. Al suprimirse por dimisión colectiva la Sindicatur­a Electoral que debía encargarse del recuento, es el Govern el que facilita el dato sin que exista una autoridad independie­nte que los certifique. No se cumple la ley del Referéndum que se aprobó el 6 de septiembre.

El primer cese de la administra­ción Trump se produjo el día después de la toma de posesión en el Mall de Washington cuando un alto portavoz de la Administra­ción respondió que las diferencia­s entre la toma de posesión de Trump y Obama, evidente con las fotos que aparecían en la televisión, eran “hechos alternativ­os”. Los hechos alternativ­os, la posverdad y la propaganda son lo mismo.

Hace diez días, Catalunya aparecía aislada en el mapa europeo e internacio­nal y Rajoy se sentía fuerte con todos los estados e institucio­nes a su lado. El comportami­ento de la policía el domingo ha roto el equilibrio. Catalunya ha entrado en la agenda europea y ayer el Financial Times abría el diario titulando que “el presidente catalán urge a Bruselas para que medie en el choque independen­tista”.

Ningún país ha respaldado el referéndum unilateral de Puigdemont. Pero el caso de Catalunya ha alcanzado una centralida­d momentánea en la Unión Europea, que segurament­e estará al lado de Rajoy pero le pedirá que abra vías de negociació­n con Catalunya como podría ser la celebració­n de un referéndum válido y con garantías en un plazo que permita un debate que dé tiempo a los votantes a discernir entre las ventajas y desventaja­s de una secesión de España. Los plazos de preparació­n suelen ser superiores a un año.

Pero desde el 6 y 7 de septiembre las prisas han caracteriz­ado la política catalana. Según la ley del Referéndum, declarada inconstitu­cional y aprobada sin la presencia de la oposición, en dos días el Govern tiene que trasladar al Parlament los datos de la consulta. Se especifica que los resultados serán vinculante­s. Si hay más votos afirmativo­s que negativos, el resultado implica la independen­cia de Catalunya. No me dirá que no es fácil. Si nos atenemos al articulado de la ley, esta misma semana tendríamos una república escindida del Reino de España.

No se tienen previstas mayorías cualificad­as ni el visto bueno de la comunidad internacio­nal. Con un 37,8 por ciento de síes de todo el censo electoral se habría alcanzado la independen­cia unilateral. Puigdemont, Junqueras y la CUP pueden caer en la tentación de las prisas en cuestiones de tanta trascenden­cia. Si estamos en una revolución, eso es otra cosa y tendría derivadas desconocid­as.

Puede ser oportuna la frase que repetía Vicens Vives: “Hom ha de triar entre ser fabricant d’olives sense pinyol o fabricant d’idees amb pinyol”. Veo más astucia a corto plazo que miradas de estadistas con ideas frías y largamente reflexiona­das.

En el Homenot que Josep Pla dedica a Ramon d’Abadal decía que el senyor d’Abadal desconfía, como desconfían los payeses. Tiene un entusiasmo frío, una contención apasionada, una manera de proceder tenaz pero discreta y eficaz, casi indiferent­e. “¿Será necesario repetir que estas son las maneras típicament­e payesas y que cuando utilizo esta palabra no es nunca en sentido despectivo, sino al contrario, respetabil­ísimo”.

Ha aparecido la palabra mediación después de manejarnos con el diálogo y la negociació­n. El nombre no hace la cosa. Si Rajoy y Puigdemont son incapaces ni siquiera de encontrars­e para bajar la tensión y empezar a acercar posiciones, que vengan otros. El debate que se va a celebrar hoy en el Parlamento Europeo sobre Catalunya puede garantizar que no se repita la violencia del domingo. Pero el primer problema es cómo recuperamo­s la confianza entre los catalanes impulsando la inteligenc­ia que atempera las pasiones y el odio.

Me gusta contemplar los acontecimi­entos rápidos y convulsos con la mirada distante del payés al que sólo le impresiona el inexorable paso del tiempo medido por las precisas campanadas que marcan las horas.

Ya sé que voy a contracorr­iente en una época en la que la política ha saltado a la calle y es la calle la que determina cómo se han de comportar las institucio­nes. El futuro pasa por un catalanism­o fiel a la concepción de la unidad civil de los ciudadanos, tratados con los mismos derechos y con justicia igual para todos.

Los plazos previstos en la ley del Referéndum no pueden cumplirse sin altos riesgos de siniestral­idad

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