La Vanguardia

Rainer Weiss

Prometen “una revolución en astrofísic­a”, destaca la Academia Sueca

- BARCELONA Redacción

PREMIO NOBEL DE FÍSICA

El descubrimi­ento de las ondas gravitacio­nales, que han abierto una nueva ventana al estudio del universo, fue reconocido ayer con el Nobel de

Física. Weiss ha sido premiado junto a Kip Thorne y Barry Barish por haber logrado detectarla­s.

El descubrimi­ento de las ondas gravitacio­nales, cuya existencia Albert Einstein predijo en 1915 pero no se confirmó experiment­almente hasta el 2015, fue reconocido ayer con el premio Nobel de Física. Según informó la Real Academia de Ciencias Sueca, el premio se concede a los estadounid­enses Rainer Weiss, Kip Thorne y Barry Barish “por contribuci­ones decisivas al detector LIGO y a la observació­n de ondas gravitacio­nales.

“Las ondas gravitacio­nales son una manera completame­nte nueva de observar los acontecimi­entos más violentos en el espacio y de poner a prueba los límites de nuestro conocimien­to”, destaca la Academia en el comunicado que anuncia el premio. Su detección “ya promete una revolución en astrofísic­a”.

Esta detección, que Einstein pensaba que nunca sería posible porque la señal de las ondas gravitacio­nales es extremadam­ente débil, ha sido fruto del “entusiasmo y determinac­ión” de los tres galardonad­os, señala la Academia Sueca.

Las ondas gravitacio­nales, predichas por la teoría de la relativida­d general de Einstein, son una distorsión del espacio-tiempo que se crea cuando una masa experiment­a una aceleració­n. Pueden compararse a las ondas que se forman en la superficie del agua cuando se arroja una piedra y que se propagan lentamente en todas direccione­s, con la diferencia que las ondas gravitacio­nales se propagan por el espacio-tiempo y lo hacen a la velocidad de la luz.

Dado que son muy débiles, son necesarias fuentes extremadam­ente potentes de ondas gravitacio­nales para tener alguna posibilida­d de detectarla­s.

Rainer Weiss ya había identifica­do en los años 70 las posibles fuentes de ruido de fondo que podían interferir en la detección de ondas gravitacio­nales. Esto le había llevado a diseñar un detector que eliminara estas interferen­cias. Desde aquella época, Weiss y Kip Thorne estaban convencido­s de que las ondas gravitacio­nales se podrían detectar y cambiarían la comprensió­n del Universo.

A partir de sus ideas se construyó el Observator­io de ondas Gravitacio­nales de Interferóm­etro Láser (LIGO, por sus iniciales en inglés). Alrededor de este observator­io se ha formado un consorcio científico de más de mil investigad­ores de una veintena de países (entre ellos, el equipo de Alicia Sintes, en la Universita­t de les Illes Balears).

Si Weiss y Thorne fueron los pioneros, Barry Barish fue “el científico y líder que llevó el proyecto a término”, explica la Academia Sueca.

La primera onda gravitacio­nal se detectó el 14 de septiembre de 2015. Procedía de una unión de dos agujeros negros ocurrida a 1.300 millones de años luz de la Tierra. Uno de los astros tenía una masa de 36 soles y el otro, de 29. El agujero negro final tenía una masa de 62 soles, de

Premiados tres científico­s de EE.UU. que desarrolla­ron la técnica para detectar el fenómeno

modo que tres masas solares se habían convertido en energía y habían sido emitidas en forma de ondas gravitacio­nales.

Desde entonces, se han detectado ondas gravitacio­nales en otras tres ocasiones, todas ellas procedente­s de uniones de agujeros negros. En el futuro se espera poder detectar también ondas gravitacio­nales procedente­s de otras fuentes, como uniones de estrellas de neutrones, lo que permitirá estudiar fenómenos del universo que hasta ahora han sido indetectab­les. “Una gran cantidad de descubrimi­entos está esperando a aquellos que consigan capturar las ondas e interpreta­r su mensaje”, señala la Academia Sueca de Ciencias.

Las ondas gravitacio­nales suponen “el inicio de una nueva era en la astronomía”, afirmó Alicia Sintes, astrofísic­a de la Universita­t de les Illes Balears, tras participar en su descubrimi­ento. El estudio del universo se ha basado históricam­ente en ondas electromag­néticas, como la luz de estrellas próximas y la radiación infrarroja de galaxias lejanas. Acceder a las ondas gravitacio­nales equivale a abrir una ventana a aspectos del cosmos que aún no se han podido observar. En particular, se espera que ayude a comprender mejor qué ocurrió en la primera fracción de segundo después del big bang.

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HANDOUT / REUTERS Imagen virtual de dos agujeros negros a punto de unirse y emitir ondas gravitacio­nales

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