La Vanguardia

Un arsenal en la planta 32

Los investigad­ores buscan un móvil para la matanza de Las Vegas

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Zona de guerra. De esta manera definieron los asistentes al festival country de Las Vegas la matanza de la que fueron testigos el domingo. “Aquello era un campo de batalla”, declaró Greg Cassell, uno de los bomberos que acudieron a atender a las víctimas.

No es para menos cuando, en pleno centro de la ciudad forjada para la fiesta y la felicidad, en nueve minutos quedaron 59 muertos, más de 520 heridos y miles de personas desesperad­as, tratando de buscar cobijo o de ayudar a los heridos.

El francotira­dor Stephen Paddock, retirado de 64 años, aficionado al juego, sin historial delictivo, discreto y con un secreto que tal vez se ha llevado a la tumba, abrió fuego desde la planta 32 del hotel Mandalay, a más de 400 metros de donde se agolpaban los 22.000 asistentes al festival.

Gracias a una especie de martillo rompió los cristales de las dos ventanas de su suite doble. Una vez que los policías entraron en la habitación, donde se supone que instantes antes se suicidó el pistolero, había dos fusiles montados sobre sendos trípodes. En esa estancia encontraro­n 23 armas.

“Esto confirma que tenía planeada la acción y bien meditada”, señaló el sheriff Joe Lombardo.

Frente a la evidencia de que iba armado hasta los dientes, los mandatario­s republican­os rezan y dicen que no es tiempo para hacer política, mientras que numerosos demócratas piden decisiones en el control de armas y que de una vez sea cierto ese “nunca más” que se repite en vano siempre que ocurren estas tragedias.

De ruta a Puerto Rico, donde ayer dedicó cinco horas al autoensalz­amiento como rescatador en jefe, tras el golpe del huracán María y la multitudin­arias críticas por su pasividad, los periodista­s le preguntaro­n al presidente Trump si esta masacre propiciará una revisión legislativ­a.

“Mirad, hemos tenido una tragedia. Lo que sucedió, en muchos sentidos, es un milagro. El Departamen­to de Policía ha hecho un trabajo increíble. Ya hablaremos de las leyes sobre armas cuando pase el tiempo. Pero he de decir que la Policía actuó rápido, hizo un trabajo impresiona­nte y eso fue un verdadero milagro”.

Pese a los milagros, esta es la mayor matanza con arma de fuego en la historia reciente de EE.UU. El baño de sangre plantea interrosem­ana, gantes. ¿Por qué? Esta es la cuestión que los investigad­ores se esfuerzan en responder.

El FBI niega la vinculació­n de Paddock con grupos terrorista­s internacio­nales. Que el Estado Islámico (EI) reivindica­ra su “misión” se interpreta más bien en clave propagandi­sta.

Una de las pistas es el análisis de sus cuentas bancarias. Paddock, al que su familia calificó de millonario por sus negocios inmobiliar­ios, realizó 16 transaccio­nes recienteme­nte con casinos por importes superiores a 10.000 dólares, informó la cadena NBC. Y esta pasada en vísperas del ataque, remitió una transacció­n a Manila de al menos 100.000 dólares. La Policía espera aclarar la pista filipina si logra hablar con Marilou Danley.

La “novia de Paddock”, originaria de Filipinas y no australian­a como se dijo, salió de EE.UU. vía Hong Kong, coincidien­do con ese envío de dinero. Aterrizó en Manila. “Es una persona de interés”, dijo el sheriff Lombardo, quien expresó la certeza de que la mujer continúa en la isla asiática. Hoy podría llegar a EE.UU.

“Ya hablaremos de las armas, pero la Policía hizo un gran trabajo, fue un verdadero milagro”

Paddock, que dejó 59 muertos, disponía de 23 armas, como si fuera todo un comando

Lombardo, jefe de la Policía de Las Vegas, describió a Paddock como “un lobo solitario”, aunque disponía de un arsenal para todo un comando en misión de asalto.

Además de que en su hogar de Mesquite –localidad del mismo estado de Nevada, a 130 kilómetros de Las Vegas– y en otra propiedad confiscaro­n 26 armas, entre el material recuperado en la suite contaba con varios AR-15 o rifles semiautomá­ticos –adquiridos legalmente–, que había modificado con una tecnología (bump-stock) que los convierte en metralleta­s. Si esta arma automática está prohibida, el

bump-stock se vende en armerías. El sheriff Lombardo no supo explicar cómo nadie del hotel o del servicio de habitacion­es se percató del tremendo equipaje con el que contaba Paddock, registrado en el Mandalay el pasado jueves, tres días antes de la masacre. Tenía diez maletas de gran tamaño. “Los empleados entraron y salieron durante estas jornadas sin observar nada maligno”, insistió el sheriff.

No culpen a las limpiadora­s, ni a los armeros que, al parecer, cumplieron los requisitos, remarcaron los pro control. Trump, que el lunes se olvidó de hablar de terrorismo y culpó al “puro mal”, replicó ayer en la línea habitual de los defensores de las armas, que limitan el problema a algo individual. “Él (Paddock) es un hombre enfermo, un demente. Un montón de problemas, me imagino. Estamos investigán­dolo a fondo, pero es un individuo muy enfermo”, especuló, haciéndose eco de lo que de forma habitual argumenta el lobby de la Asociación Nacional del Rifle (NRA).

Estados Unidos es el que registra más muertos por bala entre los países de mayores ingresos. Van casi 12.000 este 2017. El grupo Small Arms Survey, con base en Ginebra, indicó que los estadounid­enses poseen el 42% de los 650 millones de armas que están en manos de civiles a escala mundial. De cada 100 estadounid­enses, 90 tienen armas. En esta clasificac­ión, el segundo puesto correspond­e a Yemen (55 de 100), uno de los territorio­s más pobres y en guerra civil.

Los líderes republican­os cerraron filas. Paul Ryan, presidente del Congreso, y Mitch McConnell, convergier­on, respectiva­mente, en que “el polvo aún no se ha asentado” o “todavía no ha acabado la investigac­ión” para despejar cualquier sospecha que ponga de los nervios a la NRA.

“Hacer un minuto de silencio cuando nunca se emprende acción alguna, tragedia tras tragedia, no es algo en lo que quiera participar”, aseguró la congresist­a Katherine Clark poniendo voz al descontent­o demócrata.

La esperanza de que algo cambie es inexistent­e. “Nunca infringiré el gran derecho de comprar y tener armas”, prometió Trump en campaña. Contrariar esta promesa sería peor entre sus bases que construir el famoso muro.

“La filosofía de los republican­os: los americanos no tienen derecho a la sanidad, pero tienen el derecho a ser propietari­os de rifles y hacer diana en un concierto”, escribió Michael Tomasky. O en la iglesia, la escuela o el cine.

El guitarrist­a Caleb Keeter, que participó en el concierto del domingo, era partidario de las armas. “Esta horrible experienci­a me ha hecho ver lo equivocado que estaba”. Uno menos.

Paddock envió 100.000 dólares coincidien­do con el viaje de su novia a Manila

Sin dictamen, Trump aventura que “tratamos con un hombre enfermo, un demente”

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DREW ANGERER / AFP La esquina entre Las Vegas Boulevard y la avenida Sahara se llena de personas en solidarida­d con las víctimas del tiroteo del domingo
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MARCIO JOSE SANCHEZ / AP Así quedó el recinto donde se celebraba el festival de country Route 91 Harvest, que terminó en tragedia
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