La Vanguardia

Oraciones en la ciudad del pecado

Los casinos de la Strip de Las Vegas intentan recuperar el ritmo habitual después del devastador tiroteo

- GUILLERMO GARCÍA BALLESCÁ Las Vegas. Servicio especial

Si uno llegaba el lunes por la tarde a Las Vegas por primera vez, podía tener la sensación de que quizá nada había pasado. En el norte de la Strip, como se conoce a Las Vegas Boulevard, la avenida principal de la ciudad en la que se encuentran la mayoría de los grandes casinos, la música continuaba sonando y los turistas se podían contar por miles. No se veían locales cerrados, banderas a media asta o concentrac­iones en memoria de las víctimas. Sólo los grandes carteles luminosos de los centros de juego, que intercalab­an mensajes en los que se pedía donar sangre y oraciones por las víctimas, así como la fuerte presencia policial, recordaban a uno que tal vez no todo andaba bien.

En las recepcione­s de la mayoría de hoteles repetían la misma consigna: “Nada ha cambiado, el hecho de ayer es algo aislado y la ciudad del pecado sigue siendo un lugar idóneo para el ocio”, tal como decía la conserje del Venetian, un casino-hotel inspirado en la ciudad de los canales. Parecía como si hubieran olvidado que a cuatro kilómetros, desde el Mandalay Bay, Stephen Paddock, de 64 años y originario de Nevada, había acabado con la vida de 59 personas y había herido a más de 500 apenas unas horas antes. Pero una ciudad donde el 44% de la ocupación está ligada al turismo y al juego, según datos del propio ayuntamien­to, quizá no se puede permitir el lujo de transmitir tristeza o miedo.

Sin embargo, a medida que se desciende por Las Vegas Boulevard se hace evidente que el dolor es difícil de esconder. Eric, un ciudadano francés que desde hace años regenta una tienda de ropa en la Strip, afirma que el ambiente en la ciudad ha cambiado muchísimo en pocas horas. “Sólo hace falta ver las caras de la gente para ver que hoy algo es distinto, no son las mismas. No se oye el jaleo típico de Las Vegas”, indica el encargado, que es originario de Burdeos.

El lunes no era raro que durante algunos segundos el silencio se apoderara de la calle. Miles de personas caminaban en diferentes direccione­s, la masa silenciosa. Como si por un segundo hubieran recordado todos a la vez que quizá no siempre “lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas”, que el dolor de la tragedia volverá a casa con ellos.

Para alguien que ya había pisado la ciudad la fuerte presencia policial en las calles era sorprenden­te. En la Strip se podían encontrar cada 300 metros coches patrulla de la Policía Metropolit­ana de Las Vegas (LVMPD, en sus siglas en inglés), el mismo cuerpo que la noche del domingo se encargó del operativo de respuesta al ataque. Apoyados sus vehículos, los policías trataban de disimular la tristeza detrás de sonrisas que parecían tan de cartón piedra como la esfinge que preside el Luxor. Pero la treta salía a la luz cuando se hablaba con ellos. El agente Kethley explicaba que cientos de personas se habían acercado a darles las gracias, pero que aún así era “un día muy triste”. Apesadumbr­ado decía que la policía hizo lo que pudo, y que les duele no haber podido salvar más vidas.“Es difícil de asimilar, ayer perdimos a muchos agentes, ayer perdimos a verdaderos amigos”, añade Kethley.

El número de personas que pasean por la calle principal de la ciudad del pecado desciende paulatinam­ente hasta casi desaparece­r a la altura del hotel Tropicana, a unos 800 metros del Mandalay Bay y a apenas 200 del recinto en el que se celebraba el festival de música country contra el que Stephen Paddock disparó desde su habitación en la planta 32 del hotel.

Allí, donde se puede ver la ventana desde la que Paddock asesinó a 59 personas, se agolpan los curiosos junto a las cámaras de televisión. El enclave ofrece una imagen desoladora. Desde el último punto de la Strip se puede ver vacía la zona sur de la que suele ser la calle con más tráfico de Las Vegas, en la carretera sólo quedan los coches sin pasajeros de aquellos que prefiriero­n huir corriendo.

Dave y Lynda, una pareja de sexagenari­os que llegaron el lunes por la mañana a la ciudad, se encontraba­n allí por la tarde. “No éramos consciente­s de la magnitud de lo ocurrido hasta que hemos venido aquí”, decía Dave. “La verdad es que todavía lo estamos procesando, es difícil”. También se preguntaba cómo alguien “puede ser capaz de hacer algo así”.

Eso mismo se planteaban el lunes los periodista­s estadounid­enses, qué podía pasar en la cabeza de Stephen Paddock para disparar indiscrimi­nadamente a cientos de personas. Eso y cómo los empleados del Mandalay Bay, en el que Paddock se alojaba desde el 28 de septiembre, no se habían percatado de que había conseguido introducir y guardaba 23 armas de fuego en la habitación del hotel.

El mismo Mandalay el lunes seguía a pleno rendimient­o, como si nada hubiera ocurrido. El hilo musical seguía sonando con canciones que invitaban más al ocio que al lamento. Sin embargo, en el salón de juego las mesas estaban vacías y las máquinas tragaperra­s no tenían nadie al que arruinar.

Parecía que los pocos que jugaban lo hacían para olvidar. Russell, que prefirió no dar su apellido, es originario del estado de Washington y acudió a Las Vegas para asistir a una convención. Se encontraba en el casino cuando Paddock empezó a disparar desde la habitación número 32135 del hotel. Explica con indignació­n que les encerraron en la sala sin darles ninguna explicació­n sobre lo que ocurría: “Nos enteramos por las notificaci­ones en los móviles, la gente estaba asustada”. Afirmaba estar “desolado por el dolor que están padeciendo las familias y que sus rezos están con ellas”. Sin embargo, cuando se le preguntaba por sus sentimient­os respecto a haber estado tan cerca del tiroteo desviaba la mirada al suelo y confesaba, apesadumbr­ado, que eso era algo “muy personal”.

Sólo los carteles luminosos de los casinos y la presencia policial avisaban del terrible suceso

“Es difícil de asimilar, ayer perdimos a muchos agentes y a verdaderos amigos”, dice el policía Kethley

El Mandalay seguía a pleno rendimient­o, pero los pocos que jugaban lo hacían para olvidar

 ?? DREW ANGERER / AFP ?? Dos jóvenes se abrazan durante una vigilia por las víctimas del tiroteo en Las Vegas en el centro de la ciudad
DREW ANGERER / AFP Dos jóvenes se abrazan durante una vigilia por las víctimas del tiroteo en Las Vegas en el centro de la ciudad

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain