La Vanguardia

Johnson dice que respalda a May, pero ni sus colegas de Gobierno se lo creen

El ministro de Exteriores acepta con la boca pequeña la línea oficial sobre el Brexit

- RAFAEL RAMOS Manchester. Correspons­al

May contra Johnson. Johnson contra Hammond. Hammond contra Davis. Davis contra Rudd. Rudd contra Fox. Fox contra Soubry. Soubry contra Rees-Mogg. ReesMogg contra Hunt. Todos contra Boris. El caos en la conferenci­a anual del Partido Conservado­r es tan grande que sus organizado­res, en aras del orden público, podían haber pedido que se celebrase a puerta cerrada.

Normalment­e los congresos de la oposición son un llamamient­o a las barricadas para hacer creer a los militantes que la fortaleza enemiga puede caer. Y los de los partidos en el poder, un baño de autoestima con las pompas de jabón de los éxitos logrados y los valores que los han hecho posibles. Pero estos no son tiempos normales, ni aquí ni en ninguna parte. Y la conferenci­a de los tories en Manchester es una lucha de egos, una jaula de grillos y como esas peleas de gallos que están prohibidas en la mayor parte del mundo civilizado. Ni porras ni pelotas de goma habrían servido para poner orden y disciplina. La culpa la tienen el Brexit, la crisis existencia­l del partido y la pérdida de la mayoría absoluta en las elecciones anticipada­s del pasado junio.

El gallo mayor del reino, el bufón de la corte y el provocador número uno es el ministro de Exteriores, Boris Johnson, que en su discurso ante la militancia afirmó –puede interpreta­rse como una fina ironía– que “respalda cien por cien a Theresa May y su política sobre el Brexit”. “¡Vaya jeta! –exclamó espontánea­mente un activista al escuchar sus palabras–. No se lo cree ni él”. Tampoco se lo creen sus colegas de Gabinete, muchos de los cuales le han pedido en los pasillos de la reunión de Manchester que dimita en vez de socavar constantem­ente al Gobierno y las ya de por sí difíciles negociacio­nes del Brexit.

Con la moral de los tories por los suelos tras el desastre electoral, sin ideas para engatusar a una juventud que se ha pasado mayoritari­amente al Labour y sin una salida fácil al Brexit, la gran pregunta de Manchester era si Boris iba a aprovechar la ocasión para dar la estocada definitiva a May (su ambición de ser primer ministro es un secreto a voces), o iba a dejar que ella siguiera pudriéndos­e sola en el calvario hacia las próximas elecciones generales, previstas como tarde para el 2022. La respuesta fue lo último. “Respaldo hasta la última sílaba el discurso de Florencia” (en el que la premier propuso un periodo de transición de dos años para ejecutar la salida de la UE). Ni mención a las famosas “líneas rojas” de las que ha hablado en sus artículos en The Sun y The Daily Telegraph ,al ni hablar a que el Reino Unido acepte las normas y sentencias europeas durante esa fase de implementa­ción, al ni un día más de espera para la conclusión del divorcio.

Lejos de formular una visión sobre los términos del Brexit, el ministro de Exteriores recurrió al aplauso fácil y los lugares comunes. “Como es evidente que las institucio­nes de Bruselas no definen ni la cultura ni la civilizaci­ón continenta­l –señaló–, los británicos no vamos a ser a partir de ahora menos europeos ni a nivel geográfico, ni histórico, arquitectó­nico, moral, espiritual o de cualquier otro tipo”.

Fue la jornada de los tres brexiteros en Manchester: Boris, el ministro de Comercio Internacio­nal, Liam Fox, y el del Brexit, David Davis. Y a falta de datos o propuestas concretas que permitan sugerir una resolución satisfacto­ria a las negociacio­nes con Bruselas, el trío se dedicó a afirmacion­es triunfalis­tas sobre el futuro color de rosa que espera al país una vez liberado del yugo bruselense, y llamamient­os a ignorar el “negativism­o de los derrotista­s”. “Nos encontramo­s –dijo Johnson– ante una oportunida­d maravillos­a para que todas las decisiones que nos afectan sean tomadas por nuestro Gobierno, nuestro Parlamento y nuestros tribunales, para que sean ellos quienes decidan cuántos impuestos pagamos y a quiénes abrimos o cerramos la puerta”. Y recordó que si bien es deseable una solución pactada de los términos del divorcio, “hay que tener una alternativ­a preparada”. Es decir, el portazo. En Catalunya se hablaba ayer de paro de país .Enel congreso conservado­r de Manchester era palpable una huelga general de ideas.

Varios ministros han pedido a Boris que dimita si quiere seguir dinamitand­o las negociacio­nes con la UE

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