La Vanguardia

Artículo 155 a la vista

- Enric Juliana

“Los legítimos poderes del Estado van a asegurar el cumplimien­to del Estado de Derecho”. Este es el mensaje principal del discurso del Rey anoche. Un discurso que da un giro importante a la situación, en la medida que se pone en cabeza –y no detrás– de la respuesta del Estado a la situación creada en Catalunya.

Felipe VI dio anoche un fuerte palmetazo sobre la mesa, ante el asombro de aquellos muchos catalanes que esperaban empatía hacia los sentimient­os mayoritari­os de protesta e indignació­n por los acontecimi­entos del pasado domingo. Ayer, Catalunya paró. Ninguna mención explicita al diálogo, esa palabra tan invocada estos días a modo de airbag, por instancias tan distintas como la Comisión Europea y la Conferenci­a Episcopal Española. Ninguna palabra en catalán. El Rey responsabi­liza exclusivam­ente a los gobernante­s de la Generalita­t de la situación creada, a los que acusa de “deslealtad”. Un discurso severo. Un discurso que con toda seguridad ha galvanizad­o a una parte importante de la opinión pública española. El Estado va a defender la unidad de España.

Estamos en el preámbulo de la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón, inspirado directamen­te en el artículo 37 de la constituci­ón federal alemana de 1949, conocida también como la ley fundamenta­l de Bonn. Para la activación del citado artículo es necesaria la aprobación del Senado, por mayoría absoluta. Como es bien sabido, pese a sus malos resultados en el Congreso, el Partido Popular fue capaz de retener la mayoría en el Senado en las elecciones generales del 26 de junio de 2016. En términos jurídicos, toda esta ya dispuesto para dar ese paso, sólo falta que el presidente del Gobierno dé la orden. La aplicación del artículo 155 no suspenderí­a la autonomía de Catalunya. El Estatut seguiría vigente. El 155 permitiría al Gobierno hacerse cargo durante un determinad­o periodo de tiempo de las competenci­as de la autonomía que estime necesarias para asegurar el orden constituci­onal, desde la dirección orgánica de los Mossos d’Esquadra, hasta la competenci­a presidenci­al para la disolución del Parlament y la convocator­ia de elecciones autonómica­s, para poner dos ejemplos. Dos ejemplos que hoy son pertinente­s. Los Mossos se hallan claramente en el centro de la crisis. Y la pérdida de la competenci­a para convocar elecciones es una de las medidas que más teme el actual estado mayor de la política catalana.

La enorme severidad del discurso del Rey –sin duda alguna la caracterís­tica más decisiva del discurso leído anoche– no debiera oscurecer su reivindica­ción de la Constituci­ón como marco para la resolución del conflicto. Fuera de ese marco no hay diálogo posible. Este es el mensaje de Felipe VI, guste mucho, o no guste nada. La cacelorada en Barcelona se oyó anoche hasta en la isla de Cerdeña. Cacerolas y silencios. También hay que consignar el aplauso silencioso o la aceptación pragmática de miles de catalanes.

El discurso del Rey anoche fabrica realidad política. El PSOE ha sido llamado a filas. Correspond­e ahora a los gobernante­s catalanes tomar una decisión. Tienen tres opciones.

Primera. Suspender toda nueva iniciativa por un tiempo determinad­o, para capitaliza­r las energías acumuladas y enviar un mensaje de serenidad al exterior. Una pausa inteligent­e para emplazar al Gobierno central a un diálogo reformista. Esta es la propuesta defendida, entre otros, por el exconselle­r Andreu MasColell, uno de los hombres mejor preparados de la esfera soberanist­a.

Segunda. Convocar elecciones de inmediato para que sea el pueblo de Catalunya el que decida libremente que rumbo a tomar, vista la experienci­a de estos últimos dos años. Serían unas elecciones tremendame­nte interesant­es que obligarían a todos los partidos a afinar muy bien sus propuestas.

Tercera. Efectuar una declaració­n de unilateral de independen­cia en un Parlament abierto en canal, declaració­n que sería anulada inmediatam­ente por el Tribunal Constituci­onal, que no sería reconocida por ningún país importante del mundo, y comportarí­a la intervenci­ón parcial de la autonomía.

Está en juego la institucio­nalidad catalana, la gran victoria de Josep Tarradella­s y de las fuerzas democrátic­as en 1977. La calle no sustituye la institucio­nalidad. Aunque el ruido de las cacerolas se oiga hasta en Córcega y Cerdeña, la calle cambia siempre de temperatur­a. Los titulares de la prensa extranjera no son un cheque en blanco.

La continuida­d de la institucio­nalidad catalana, esa es la clave, una vez oído al Rey.

Discurso muy severo del Rey, cacerolada intensa en Barcelona y un tremendo dilema para la Generalita­t

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain