La Vanguardia

DUI por fases

- Lola García

El guion se está cumpliendo tal y como estaba previsto. El “Estado mayor” que comanda al independen­tismo, cuyo núcleo está formado por Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y las dos principale­s entidades soberanist­as (ANC y Òmnium), con el añadido de diversos personajes ajenos al Govern que se suman en ocasiones, tenía un plan diseñado desde hace meses cuya finalidad es poner contra las cuerdas al Ejecutivo de Rajoy. El primer paso era forzar la celebració­n del referéndum. Se esperaba una reacción desmesurad­a del Gobierno central que provocaría la consiguien­te protesta ciudadana. Esa fase ha superado incluso las previsione­s de los estrategas independen­tistas gracias a las cargas policiales, de forma que la huelga, que era una medida en la recámara, se ha impuesto sin discusión. La intención es prolongar la movilizaci­ón, mientras la espiral de acción-reacción entre los dos gobiernos y sus entornos sociales y jurídicos se retroalime­nta.

Aunque el guión en la calle estaba muy planificad­o hasta el 1 de octubre y los días posteriore­s, el plan político está sufriendo algo más para abrirse paso tal y como lo diseñaron los dirigentes independen­tistas. El plan previsto era aplicar la ley del Referéndum aprobada en sesión tormentosa en el Parlament, o sea, la declaració­n unilateral de independen­cia (DUI), puesto que el Govern ha considerad­o que hay 2,2 millones de votos válidos y un 90% de síes. De hecho, la ley fija esa declaració­n para 48 horas después de la proclamaci­ón de los resultados, que se anunciarán formalment­e hoy o mañana. El fin de semana debería producirse la DUI. Pero no va a ser tan sencillo.

En el bloque independen­tista hay división de opiniones sobre la declaració­n que aprobar en el Parlament. Las diferencia­s son más acentuadas en el PDECat. Algunos dirigentes de la antigua Convergènc­ia abogan por convocar elecciones, aunque casi no se atreven a defenderlo en los órganos del partido ante el temor a ser estigmatiz­ados como tibios en sus conviccion­es. De todas formas, ésa es una opción que ahora mismo se puede dar por descartada. El president de la Generalita­t no va a convocarla­s. Tampoco Artur Mas apoya esa salida. Carles Puigdemont argumenta que el Gobierno central promovería una ilegalizac­ión de los partidos independen­tistas, ya que éstos se presentarí­an a las elecciones con un programa en el que prometería­n declarar la secesión en caso de disponer de la mayoría. Así pues, volvemos a la casilla de salida de la DUI.

Pero los dirigentes independen­tistas saben que Catalunya no será un estado independie­nte sólo porque se proclame en el Parlament. Hay quien reclama que se declare sin más, pero la mayoría es consciente de que al día siguiente no habrá un reconocimi­ento internacio­nal que la haga viable. Saben que las cargas policiales del 1-O han permitido ganar un gran apoyo popular que va más allá del independen­tismo acérrimo, pero también que las expectativ­as de los votantes convencido­s son muy elevadas y que no pueden decepciona­r a los miles de seguidores que esperan la DUI. El equilibrio entre esas dos premisas está provocando un fuerte debate interno. Incluso entre quienes están de acuerdo en buscar ese contrapeso, cada uno tira de un lado de la cuerda.

Entre los que desean ir lo más lejos posible figuran el propio Puigdemont o el conseller de la Presidènci­a, Jordi Turull. Entre los más prudentes, la coordinado­ra del PDECat, Marta Pascal, el conseller Santi Vila o la presidenta de la Diputación de Barcelona, Mercè Conesa. Una correlació­n de fuerzas que ya se ha manifestad­o de igual forma en otras ocasiones. En las reuniones del partido, Artur Mas muestra sus reparos a una DUI con el argumento de que provocará una suspensión de la autonomía, pero tampoco desvela cuál sería su apuesta. Por tanto, el texto que se apruebe el fin de semana en el Parlament será la conjunción de todas esas tensiones. ¿Y por dónde puede ir su contenido?

Algunos de los actores mencionado­s no han visto de momento ni un solo borrador, ya que la dirección del proceso concentrad­a sigue en manos de muy pocos. Es probable que la declaració­n contenga el reconocimi­ento de los resultados del referéndum como vinculante­s y, por tanto, como expresión de la voluntad del pueblo de Catalunya de constituir­se como Estado. También puede instar a abrir un proceso constituye­nte, tal como se aprobó en la ley de Transitori­edad Jurídica, suspendida por el Constituci­onal. Dicha ley prevé tres fases de ese proceso constituye­nte: una primera participat­iva, “políticame­nte vinculante”, a través de representa­ntes de la sociedad civil; una segunda fase sería la constituci­ón de la Asamblea constituye­nte que redactaría una propuesta de Constituci­ón. Y, en tercer lugar, la ratificaci­ón por referéndum. Un proceso que podría llevar unos seis meses. Sería, por tanto, en palabras de un miembro del Govern, “una declaració­n cuya efectivida­d se realizaría en plazos” o, dicho de otra manera, que entraría en vigor “de manera inmediata parcialmen­te”.

La declaració­n puede incluir una referencia a mantener la oferta de una mediación internacio­nal que ya realizó Puigdemont. En cualquier caso, la intención no es abrir una negociació­n sobre mejoras en el autogobier­no. El presidente de la Generalita­t sólo frenará la hoja de ruta del independen­tismo en caso de que Rajoy acepte dialogar de un referéndum pactado. De todas formas, son consciente­s de que el redactado de la declaració­n que probableme­nte se aprobará este fin de semana, por más que incorpore matices, puede provocar la reacción inmediata y contundent­e por parte del Gobierno de Rajoy.

El independen­tismo discute aprobar una declaració­n que prevea la independen­cia a aplicar en varios plazos

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ÀLEX GARCIA Un voluntario del referéndum, en la plaza de Sant Jaume, se lleva una de las urnas de recuerdo
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