La Vanguardia

Subida del vómito

- Quim Monzó

Me despierto, pongo la radio y noto que en El món a RAC1, Jordi Basté va desgranand­o las noticias sin separadore­s entre una y otra, sólo una pequeña pausa. Ni siquiera el pam! con el que los sustituye cuando, como pasa a veces, el sistema informátic­o falla y usa estos sonidos para remarcar lo absurdo de la situación y reclamar que solucionen de una vez el problema. Tampoco está la musiquilla de fondo, persistent­e, que habitualme­nte las acompaña. Muchos oyentes estarán encantados, porque las musiquilla­s de fondo por debajo de la voz de los que hablan molestan a mucha gente. Tampoco hay anuncios, ni tertuliano­s. Hoy no habrá alud de e-mails quejándose de que tal tertuliano grita demasiado, de que tal otro no deja hablar al resto y de que, por favor, echen al de más allá porque, como defiende ideas con las que él no comulga, dejará de escuchar RAC1 y se pasará a Catalunya Ràdio, al programa de Mònica Terribas.

Levanto la persiana. Es noche cerrada todavía. En el edificio de pisos turísticos de delante, una ventana deja ver una cama deshecha. Basté pone una canción de Tom Petty, muerto domingo a consecuenc­ia de un ataque cardiaco. Me emociona que, en la entrevista que hace a Dolors Bassa, la consellera diga que “es intolerabl­e lo de la violencia”. Respiro aliviado. Suerte que no ha dicho “es intolerabl­e el tema de la violencia”. Poco después de las 9 y cuarto, Basté se despide hasta las 10, que darán informació­n. Imitando el tono y el léxico melifluos de los locutores de antes, nos deja con unos minutos musicales.

En la calle están cerrados los bares Amadeo, Glop, Lalans... ¿Dónde desayunaré? El Madame Magdalena ha abierto, con una de las rejas cerrada por si las moscas. También ha abierto Les Cativas, que antes llevaban dos chicas –una catalana y otra gallega– y del que ahora se encarga un chino. También con una reja cerrada ha abierto el 5 i 2, con un cartel que me roba el corazón: “Avui, dia de vaga general, com a mostra de rebuig a quansevol [sic] acte de violència, et regalem un cafè”. En un chaflán, una experta en el artículo 155 lo enarbola contra un señor que le explica qué ha pasado en Calella. No parecen estar completame­nte de acuerdo pero charlan con tranquilid­ad.

Hace días que siempre llevo encima un pequeño transistor que hace tiempo había guardado en un cajón, y es gracias a este pequeño transistor que oigo las palabras de Rafael Hernando. Después de todo lo que pasó el domingo, y de lo que está pasando hoy, dice que todo es consecuenc­ia de “turbas violentas”, que “la huelga general de hoy en Catalunya no es laboral, sino política, de corte nazi” y que los partidos independen­tistas “quieren que haya muertos”. No es uno de los paranoicos calumniado­res que corren por Twitter. Es ni más ni menos que el portavoz del PP en el Congreso español. En el diccionari­o de sinónimos busco un adjetivo para describir el grado de repugnanci­a que me sube por el esófago y no encuentro ninguno que no se haya dicho ya. Hemos llegado a tal punto que no hay forma de ser original, y eso que todavía estamos en el segundo acto de esta tragicomed­ia. Falta el tercero y el epílogo.

Hace días que siempre llevo encima un pequeño transistor que hace tiempo había guardado en un cajón

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